La guerra se acerca

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                             Arizona
Eran las 6 de la tarde, mi novia trataba de calmarme mientras mi amiga y mi hermano nos observaban con algo de preocupación.
-Arizona, debes entrenar para esto-dijo mi hermano acercándose de la mano de Lupita.
-¿qué planeas?-dije mirándolo
-iremos a casa y te entrenaré. Eres una guerrera pero debes saber pelear con las armas que se te han dado- dijo y tomó mi hombro.
-Volveré pronto- le dije a mi novia y la besé en los labios
-yo igual amor, volveremos pronto- dijo Timotee y besó a Lupita quien lo abrazó y me abrazó.
Me acerqué a mi hermano quien me tomó la mano y en un chasquido de dedos desaparecimos dejando cenizas.
Cuando abrí los ojos estábamos en alguna parte alejada del infierno, no era más el dominio de mi padre, Timotee me miró.
-Empiezas ahora, hermanita- dijo y yo lo miré nerviosa
-¿qué haremos?-dije y él negó
-más bien, ¿qué harás?- dijo sonriendo y pude escuchar a lo lejos una legión completa de demonios que volaban hacia mi, volteé hacia donde estaba mi hermano y pude ver que desapareció. Yo saqué rápidamente la espada que me habían dado y cuantos llegaban los cortaba por mitad, cayendo ellos al suelo. Sentí un ardor en el costado y pude ver que uno de ellos comía de , mientras otros siete venían hacia mi cabeza, saqué fuego de mi costado carbonizando al demonio y mi propia carne, soltando un grito de dolor pude agarrar el arco y disparar, no era una puntería perfecta pero le di al menos a cuatro de los siete, a los demás les lancé bolas de fuego.
Cuando pensé que había terminado pude sentir el suelo temblar y verlo abrirse para mostrar aquel río de fuego que rodeaba todo el infierno, de el salía una legión de demonios que pude reconocer como los de la guerra y destrucción.
-está bien que me entrenes pero parece que me quieres matar- grité sabiendo que mi hermano me oía mientras sacaba fuego en mis manos y lanzaba las llamas hacia aquellos monstruos, los cuales sólo salieron dañados, así que saqué mi arco y le prendí fuego a una de la flechas, ellos venían alineados, si tenía suerte podría atravesarlos a todos de un tiro, retrocedí corriendo sin dejar de verlos y apunté. Solté la flecha y esta atravesó a cada uno de ellos.
Pasaron las horas y me tenían luchando casi con todo el infierno, mi cuerpo no daba más y sentía dolor por todos lados. Al caer el último demonio me tiré de rodillas al suelo enterrando mi espada.
-muy bien, muy bien- dijo una voz que reconocí como la de Abadón, el señor de la guerra.
-sabía que podías Ari- dijo mi hermano llegando por atrás y los miré a ambos, parecían satisfechos.
Yo sentí el dolor punzante de mi cuerpo debido a mi quemadura al costado y los múltiples golpes
-ustedes... idiotas... si no fueras el señor de la guerra te maldecía- dije y sentí todo mi cuerpo pesado.
Timotee me tomó en brazos y me dió una pequeña palmada en la espalda.
-sólo fue una quemada...- dijo viéndome- bueno, tienes algunos golpes- dijo y me llevó a casa de nuestro padre no sin antes despedirse de Abadón.
Me recostó en mi cama y con un poco de sus poderes curó mi costado, sin embargo los golpes seguían ahí.
-buen entrenamiento pequeñita- dijo y sonrió orgulloso- esa es mi hermanita
-idiota- dije y le pegué en el hombro soltando un quejido de dolor.
-mejor descansa, mañana tenemos otra sesión.- dijo saliendo del cuarto y yo caí dormida.
Me levanté y sentí dolor pero era menos que el de ayer, me puse los pantalones militares y la blusa negra que siempre usaba en casa, me amarré el cabello en una pequeña coleta y bajé al comedor, pude ver
A mi padre y hermano sentados en la mesa, mi padre me hizo una seña para acercarme
-supe que tu hermano casi te mata ayer- pude ver si cara de mi hermano haciéndome muecas, yo reí y negué.
-para nada-dije con sarcasmo y me senté a comer una fruta.
-ya te dijo tu hermano qué hay algo que te quiere enseñar hoy?- dijo y yo los miré confundida
-No,¿qué es?- dije y Timothee habló.
-bueno, no es algo que sea fácil de hacer pero puedes hacer que llueva fuego y al llover algo que provocaste eres inmune Gracias a una barrera protectora a tu alrededor- yo procesé la información y miré a mi padre.
-pero eso lo hacen los demonios de alto rango- dije mordiendo la fresa y mi padre miró a mi hermano.
-le dije que estaba loco si hacía que mi única hija hiciera esa barbaridad- dijo y yo reí.
-pobre Timotee- dije y él me miró con cara de quererme matar pero yo le devolví una sonrisa.
Terminé de comer el tazón de fresas y decidí que era bueno darme un baño con agua caliente debido a mis heridas, al caer el agua pude sentir alivio en los moretones y me relajé antes de otro día de entrenamiento, esta vez sería mejor.
Mi hermano y el señor de la guerra no me lo pusieron difícil, fue lo mismo que la primera vez pero no cometí tantos errores.
Pude ver que habíamos pasado todo el día entrenando de nuevo, esta vez pude caminar yo sola al palacio.
Pasaron algunos días de entrenamiento intensivo hasta que mi hermano decidió que era buen momento para volver al mundo mortal, sabía que extrañaba a Lupita, yo extrañaba a Ale.
Nos fuimos y estábamos ambos parados frente al hotel donde estaban ellas.
Yo fui recibida con muchos besos y mi hermano recibió lo mismo. Una cosa tenía clara, este se había convertido en mi segundo hogar, sus brazos. No iba a renunciar a ellos.

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