-Arizona, despierta- dijo aquella voz en mi cabeza. Todo me dolía, ¿qué había pasado?
Intenté abrir los ojos pero eran demasiado pesados, como si tuviera miles de toneladas en ellos.
-vamos Arizona- dijo aquella voz...¿era...?
?
Vi a Astaroth irse junto con aquellas dos chicas. Vi a aquella chica destrozada siendo llevada a la fuerza de donde se encontraba el cuerpo de Arizona
La profecía no había dejado nada bueno, a excepción de que Arizona era una guerrera.
Me acerqué haciéndome visible cuando se alejaron, me acerqué a aquel lugar donde yacía la chica, la rodeé y decidí deshacer el tronco, aquel tronco se hizo cenizas ante mi dejando a la vista las piernas y el abdomen destrozados de la pequeña.
La tomé en brazos despacio y caminé perdiéndonos en la nieve.
-sabes- hablé para ella mientras la miraba en mis brazos- esa lluvia de fuego fue genial, casi te parecías a mí, pequeña guerrera- seguí caminando hasta que cerré los ojos y nos transporté a donde la llevaría.
-llegamos- dije y me abrieron las puertas de aquel palacio.
Entré y pude ver a todos inclinarse ante el cuerpo de Arizona, subí las escaleras hacia la habitación donde esperaba su padre y cada una de sus legiones.
-dámela- dijo su padre quien me agradeció por traerla y la recostó en su cama.
-dile que venga- ordenó el rey del infierno.
Yo salí a buscarlo.
Lupita
Miraba a Ale llorar sin parar en su cama, pude ver que abrazaba la vieja ropa de Arizona. Yo miré a Timotee buscando una respuesta.
Él me miró y me jaló del brazo llevándome a la cocina.
-¿y si aún hay esperanza?- dije con algunas lágrimas en los ojos
-No lo sabemos- dijo mi novio de regreso y me rodeó con sus brazos.
Esta era la pesadilla que Ale y yo temíamos cada día desde que lo supimos.
Es que tenía que haber aunque sea algo de esperanza.
?
Llegamos yo y el señor de la guerra al palacio del rey del infierno.
Pasamos y subimos de nuevo a donde se encontraba la mayoría.
-Abadón- dijo el padre de Arizona y éste se acercó a su cuerpo
Se quitó la capucha que llevaba y puso una mano en el corazón de Arizona y otra en su frente
-Arizona, despierta- dijo mientras cerraba los ojos. No hubo respuesta.
-vamos Arizona- dijo de nuevo y puso énfasis en su corazón.
Arizona
sentía los ojos tan pesados como si cada uno tuviera toneladas de peso. Escuchaba la voz de quién me había ayudado a entrenar.
Intenté hablar pero cada intento de palabra dolía como si algo me aplastara el abdomen.
¿Qué pasó?, ¿gané?, ¿me ganaron?, ¿porqué todo me duele?
Ni siquiera podía ver nada, era como si estuviera dormida y alguien me hablara con la única diferencia que no podía abrir los ojos
-No es tu tiempo Arizona- dijo de nuevo el señor de la guerra- debes regresar.
Cuando pensé haber abierto los ojos, algo no tenía sentido.
Estaba parada en lo más remoto del infierno, ¿qué pasa?
Ya no podía oír la voz de Abadón, empecé a entrar en pánico.
-cariño- dijo una voz angelical.
Volteé y pude ver a aquella mujer vestida de blanco, su cabello llegaba hasta su cintura y se adornaba de preciosos diamantes
-¿quién eres?, ¿qué haces acá, abajo?- pregunté retrocediendo y ella sólo me sonrió.
-te quiero ayudar a regresar a casa- dijo de forma dulce.
-No... ¿qué pasó?- dije mirándola
-Venciste al señor Belcebú y moriste cariño- dijo ella con tristeza yo negué
-No... no puede ser- dije y ella me señaló el abdomen
Bajé mi mirada y pude ver cómo poco a poco aparecía una gran mancha roja en él, mis piernas empezaron a doler como el infierno, parecía que clavaban cuchillos repetidamente. Volví a familiarizarme con aquel dolor, aquel que me recordó haber muerto aplastada. Caí de rodillas al no soportar el dolor.
-Arizona- dijo aquella mujer
Yo no pude responder ya que me encontraba aguantando aquel dolor infernal.
-cariño, escucha, has llegado- dijo y yo subí la mirada; al final de aquel pasillo de tierra estaba el señor Abadón.
-¿qué..?- dije con esfuerzo
-debes ir con él cariño, te llevará a casa- dijo y yo la iba a ver pero había desaparecido.
Miré a Abadón con su capucha roja y me regaló una sonrisa, se sentó en una roca y esperó.
Entendí lo que debía hacer, agarré valor y empecé a tratar levantarme pero caí, mis piernas eran inútiles.
-No.. no puedo- dije llorando y me sonrió de vuelta. Yo intenté de nuevo y vi mi vieja espada al lado, la tomé como pude y la enterré en el suelo, me impulsé y logré ponerme de pie entre lágrimas.
-Arizona, vamos- dijo él desde el otro lado
Yo alcé la espada y la volví a enterrar, caminé de nuevo pero sentí menos dolor, enterraba y avanzaba, cada pisada me volvía más fuerte.
-vamos pequeña guerrera- dijo el extendiendo su mano. Alcé la espada y corrí hacia él pero mientras más me acercaba el dolor regresaba, no podía rendirme, no podía y no quería.
Di la última pisada y me dejé caer a sus brazos. Todo se volvió luz.
Abrí los ojos y me levanté dando un gran respiro. Sentí el dolor de mis heridas y me recosté de vuelta.
Vi a mi lado al señor Abadón quien me sonreía y pasaba su mano por arriba desde mi abdomen hasta mis piernas, sentí sueño.
-duerme un rato, cuando te levantes estarás bien- dijo y yo lo obedecí. Esta vez me dormí sin miedo, iba a regresar al fin.
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Random"-me gustan las estrellas en Alaska -A mi me gustan las estrellas de todo el mundo contigo"