Pastel de mermelada

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— Lo siento, no importaba lo que hiciera no podía quedarse dormido en su habitación. Takeo se escondió tras el armario y saltó de pronto, creo que piensa que si volvemos seguirá allí— acarició el rostro por fin durmiente del niño y le sonrió al adulto en la puerta—. Espero que me disculpes pero debí regañarlo.

—A estas alturas creo que ellos te hacen más caso que a mí, no te preocupes.

Entró a la habitación, caminando hasta la cama para sentarse, tomando al niño entre sus brazos, besando su frente. Yuichiro sonrió levantándose, recargado contra la silla del tocador. El resto de los niños debían estar terminando sus tareas y Nezuko estaba en la panadería. 

— Eso es porque soy una especie de novedad para ellos, apenas llevo dos semanas cuidándoles, apuesto que enseguida me olvidarían si, por ejemplo les dejaras tener una mascota.

—No me digas que te convencieron para que me lo pidieras. Llevan con eso desde hace meses.

—¿No te gustaría tener una mascota?— descruzó los brazos, los ojos hacia el frente con una sonrisa a medias mientras se ponía de rodillas, las palmas en el suelo, gateando hasta quedar frente a él—. Con la energía que tienen tus hijos, creo que un cachorro sería ideal.

— Es mucha responsabilidad.

Podía ser tierno verlo a gatas, mirándolo y ladrando, riéndose. Debía ser tierno, la mirada demasiado clara y brillante, sin una sola sombra, como un juego. Pero Tanjuro comenzaba a sentir apenas un indicio en sus actitudes que lo mejor que podía hacer era jamás cerrar la puerta si se quedaban solos.

— Sí, tienes razón. Además esta casa ya es suficiente ruidosa como para agregar a un animal— bostezó, acomodando sus brazos en un muslo de Tanjuro, después su cabeza—. Se suponía que Mui me acompañaría hoy al terapeuta. Me duele mucho la espalda— sintió la mirada del hombre sobre él de una sola interpretación—. Papá no nos deja ir solos al médico o cualquier cosa que involucre a un adulto y puertas cerradas.

— Bueno, se escucha cada cosa en las noticias que puedo comprenderlo. Yo también prefiero que mis hijos no se queden solos con extraños.

— Eres un buen padre.

— Al menos es lo que intento— le sonrió al adolescente, estirándose para acomodar al niño de vuelta en la cama, aprovechando para separarse de Yui. Podía ser que sus costumbres incluyeran el constante contacto físico, pero él no lo veía correcto—. Me siento un poco mal por hacerte venir todos los días aquí, Yui. Eres joven, creo que pasar todas las tardes cuidando de mis hijos y encima sin cobrar no debe ser lo más divertido del mundo.

—¿Puedo contarte un secreto? Hace poco terminé una relación bastante larga. Lo amaba, lo amo todavía mucho pero él insistió en que lo nuestro sólo era una etapa y me botó como si fuera una basura. Sinceramente he estado muy deprimido estos días y lo único que me alegra es jugar con los niños. Suena infantil si lo digo en voz alta, pero es la verdad.

—No lo sabía, lo lamento.

—Pero, ya que mencionas lo del dinero. Bueno, si quieres puedes pagarme de otra manera.

El aire se le atoró en los pulmones, con una ceja levantada a punto de levantarse y pedirle de la manera más amable que se marchara.Pero su manera de mirar era tan puro que le hacía pensar también que era él quien estaba malinterpretando todo. Yui era un buen niño, un poco sobreprotegido y podía ser que por eso no entendiera bien las convenciones sociales y por qué sus muestras de afecto eran a veces un poco incorrectas.

—¿ Me puedes dar un masaje en la espalda? Me duele hasta respirar.

—Bueno, creo que puedo hacer eso.

Yuichiro sonrió aplaudiendo suavemente mientras se subía a la cama, justo al lado de Rokuta. Boca abajo. Tanjuro suspiró, arremangándose la camisa. Se suponía que sólo había ido a echar un vistazo para comprobar que todo estaba bien, quizá Nezuko estaba demasiado atareada por su tardanza. Pero Yui estaba siendo tan amable con ellos de una manera totalmente desinteresada. Se giró, poniendo sus manos en los hombros del muchacho. No era diferente a los masajes que le daba por ejemplo a Tanjiro, al pertenecer al club de atletismo constantemente sus músculos se agarrotaban y como no podían permitirse un quiropráctico, él mismo lo atendía. Sus pulgares en sus trapecios después de apartar su cabello, apenas un poco de presión, viendo su rostro acomodado en sus brazos, tranquilo y ojos cerrados mientras bajaba un poco los pulgares y volvía a subir. Los hombros con toda la palma y lo escuchó suspirar apenas, incluso sonaba adormilado. Un poco más abajo y de nuevo arriba, sintiendo cómo su cuerpo se estrechaba en su cintura, arriba por los costados y el suspiro se convirtió en un jadeo algo incómodo de escuchar, pero debía recordarse que era él quien podía estar malinterpretando todo eso. Yuichiro era joven, dulce y atractivo. No la clase de persona que haría algo como intentar seducirlo. Volvió a subir sus pulgares, recorriendo vértebra por vértebra con cuidado. La camisa del uniforme escolar se le marcaba contra el cuerpo, casi del mismo color que su piel.

—¿ Puedes hacerlo un poco más abajo? También me duelen las piernas.

Tragó saliva, con los dedos temblándole al rozar sus caderas, sintiendo que podía ser llamado monstruo por sentirse tan inquieto. Yui era amable con sus hijos, era amable con su hermano y con todo el mundo ¿Cómo podía pensar algo así de él? Era sólo un niño mimado. Un precioso niño mimado. Lo escuchó jadear un poco más cuando puso sus manos en sus rodillas, subiendo por sus muslos. El pantalón se le marcaba contra la redondez del trasero, haciéndole pensar que si estiraba un poco más la tela...

—¿Qué pasa, cariño? ¿Ya no tienes sueño?

Tanjuro giró la cabeza, viendo a Rokuta moverse en la cama, estirando los brazos y apartó sus manos de Yui, sintiendo el corazón agitarse en su pecho de una manera vergonzosa. 

—Será mejor que vaya a ver a los demás, cuando están tan callados es sospechoso— se rió con suavidad, acomodando al niño en su pecho, inclinándose a besar rápidamente a Tanjuro en los labios—. Gracias por el masaje. Tienes unas manos increíbles.

Se perdió de vuelta en la cocina, fingiendo no escuchar la puerta del baño cerrarse, o la llave de la ducha abrirse.





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