Para romper un corazón

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Se despidieron uno a uno de él, bajando del auto y corriendo a la escuela, con el tiempo preciso para entrar antes de cerrar la puerta. Aunque Tanjiro llevaba bastante tiempo prefiriendo llegar solo a la escuela, seguramente para encontrarse en el camino con su novio, aquella mañana le pidió a su padre que también lo llevara. Y el muchacho seguía allí, pegado al asiento de copiloto, con la vista hacia el frente, ilegible. Tanjuro lo miró curioso, preguntándose si acaso la puerta no podía abrirse o si había olvidado una tarea.

— ¿Pasa algo, cariño? 

—Nunca te he faltado al respeto, papá. Respeto la manera en la que fui criado y todo lo que has hecho por mí, no tengo nada qué reprocharte. Pero necesito saber  si acaso tú y Yuichiro están involucrándose.

—Oh.

Tanjuro suspiró, recargándose contra el asiento, pasándose la mano por la boca y la barba, cubriéndose los ojos. Su hijo lo interpretó, abrazando su mochila, apretándola contra su pecho.

— Tiene la edad de Nezuko, papá ¿Qué estás haciendo? Le vas a romper el alma a mamá.

—Creo que ella ya lo sabe. Siempre ha sido una mujer muy inteligente. Creo que eso le da cierta tranquilidad, como que ya estamos a mano— tragó saliva, mirando hacia el techo del auto, sin saber cómo sobrellevar la mirada de Tanjiro—. No te voy a involucrar en nuestros problemas, no sería justo. Pero tampoco voy a engañarte creo que al menos mereces saberlo, hijo. Las cosas entre nosotros llevan mucho tiempo estando mal y quizá sólo necesitaba que algo así pasara para convencerme que ya no hay nada por hacer.

— Entiendo esa parte no soy tonto, vivo en esa casa y sé lo que pasó con mamá. Los vecinos hablan, era imposible que no supiera, lo menos que pude hacer fue evitar que mis hermanos también se enteraran. Pero ¿En qué parte piensas que es una excusa para estarte involucrando con un menor de edad? 

— Si incluso mi hijo necesita llamarme la atención es claro que no tengo idea de lo que estoy haciendo— resopló intentando sonreír—. Voy a ponerle un fin a lo que está pasando, Tanjiro. También creo que es necesario que tu madre y yo hablemos, pero es muy probable que...

—Lo sé. Yo me haré cargo de los pequeños en cualquier caso— inhaló, exhaló, mirando la puerta ya cerrada de la escuela. Tanjuro suspiró también mirando a su hijo soltar la mochila, recargando su cabeza contra su hombro, comenzando a llorar muy bajo. Apenas alcanzó a abrazarlo, sintiendo la culpa morderle cada parte del cuerpo cuando toda la madurez se le desgajó a Tanjiro entre sollozos, reconociendo aquél suéter con una Y grabada cuyo dueño olvidó en medio de la noche anterior.

—Es el hermano de mi novio ¿Cómo pudiste?— sollozó, apretando los puños en su ropa, buscando un consuelo en medio de un claro reclamo que le dejó mudo, culpable—. Me va a odiar por lo que estás haciendo, no es justo. 

—Lo siento mucho.

— Claro que no lo sientes, si lo hicieras no lo hubieras llevado a casa ¿Qué clase de persona eres? ¡En nuestra propia casa!

— De verdad lo siento, Tanjiro.

—Cuando se divorcien nos iremos con mamá y nunca volveremos a verte, no quiero volver a verte.

—Es lo justo.

—¿Por qué lo hiciste?— se colgó de su cuello, llenándolo de lágrimas, sin notar que él mismo llevaba un par de minutos llorando también, con más vergüenza que tristeza—. No quiero que Mui me odie.

— Si quieres que hable con él lo haré pero por favor tú no me odies a mí, Tanjiro. De verdad estoy muy avergonzado.

— Promete que le dirás a Mui y que te alejarás de Yui, por favor.

Tanjuro suspiró, asintiendo, dejando que Tanjiro siguiera llorando, golpeándolo de tanto en tanto en el brazo, con tanta rabia contenida que le estaba doliendo más que cualquier insulto que pudo haber recibido. Esperó hasta que el muchacho pareciera más calmado para ofrecerle ir a algún lugar de su preferencia, queriendo matar el tiempo al no poder ninguno volver a casa en ese momento. Tanjiro se encogió de hombros, sin dejar de abrazar su mochila, con las lágrimas ya silenciosas pero todavía cayéndole por las mejillas. Encendió el auto conduciendo sin ninguna dirección, sin atreverse a mirarlo. 

A poco de la hora del final de clases Tanjuro dejó en un punto cercano a casa a su hijo, juntando el valor para dejar el auto y caminar hasta la escuela, sintiendo el cuerpo entumecido por haber estado tantas horas conduciendo. Veía a los niños pasar a su lado, sonriendo, haciéndole avivar el miedo de realmente no volver a ver a sus hijos si lo odiaban. No quería pensar en eso, sólo podía lidiar con un problema a la vez y el que vendría no sería el más fácil de lidiar. Era difícil reconocerlos, ambos muchachos eran idénticos y había tratado tan poco con Muichiro que difícilmente podía saber qué tan diferente era su carácter de Yuichiro. Rogaba que el muchacho solitario que estaba mirando su celular, parado en la puerta de la escuela como esperando a alguien fuera él.

— Hola.

Los ojos menta lo miraron con sobresalto al principio sin reconocerlo. Miró a su lado levemente decepcionado, irguiéndose.

— Buenas tardes, Señor Kamado. 

— Ehm ¿Mui? ¿Crees que puedas acompañarme un par de horas? Necesito hablar contigo sobre algo muy importante.

— ¿Es sobre Tanjiro? No vino hoy a clases y no me responde el celular.

— En parte es sobre él. Pero mucho más sobre mí y tu hermano.

Muichiro pestañeó, confundido, alarmado después. Asintió con la espalda mucho más rígida, dejando que el hombre lo guiara.









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