Arcoiris de miel

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Tanjuro era un hombre de familia. Por encima de cualquier cosa que pudiera decirse de él, esa era la que mejor lo definía. Se casó con su primera y única novia tras un noviazgo más bien breve atizado por la necesidad personal de ser padre. Amó a Tanjiro desde el primer segundo, su mundo se redujo únicamente a su hijo, muerto de orgullo por lo parecido que era a él. Su alegría no se detuvo sino que se multiplicó cuando vino Nezuko y su compromiso con su familia se intensificó, esforzándose hasta los límites por proveerles no sólo lo económico sino también de cariño, sintiendo que estaba en una especie de sueño cuando su tercer hijo venía en camino y él logró hacerse de aquél local para poner su propia panadería. Vivía por y para su familia, enamorado de Kie como el primer día, amando a sus hijos como si fuera su único deber en la vida. Tenía una vida envidiable, nadie podía decir lo contrario.

Así como él mismo no podía decir que aquél paraíso no había sido gratis y muchas veces debió soportar más de lo que creyó para mantener a flote su vida perfecta. Muchas piedras pequeñas, pero sin duda la más grande fue haber descubierto que su esposa le estaba siendo infiel. Fue un accidente, un día que dijo iría al cine con una de sus amigas que por una extraña casualidad se encontró a los pocos minutos en la esquina, saludándolo y le hizo un agujero de duda en el pecho. No lo mencionó, ni siquiera cuando a la noche volvió ella, disculpándose por su tardanza alegando que había ido a cenar con las chicas. Tanjuro no era posesivo ni celoso, no estaba en su naturaleza y teniendo en común cinco hijos con ella, jamás pensó ni un segundo algo así, pero la duda se iba abriendo y esperando a que se durmiera tomó su celular, sólo para encontrar en los mensajes la prueba de lo que estaba ocurriendo. Nunca la encaró, nunca lo dijo y fingió que no lo sabía sin embargo fue bastante obvio que su manera de verla había cambiado. Se volvió distante, algunas veces frío, refugiándose en el trabajo y el cuidado de sus hijos para excusarse por su falta de deseo. Kie debió intuirlo, entonces, o quizá la culpa la venció porque supo que terminó su aventura. Tuvieron un breve momento de tregua del cual nació Rokuta y parecía más una ofrenda de paz que un hijo planeado pero que Tanjuro aceptó tácitamente como disculpa.

 Lo cierto era que  realmente nunca pudo perdonarla.

Lo había lastimado profundamente al arrebatarle su vida perfecta, al tenerlo noches y días cuestiónandose ¿Qué podía necesitar que él no le diera? ¿Acaso no era feliz? Pudo haberlo dicho, él hubiera cambiado hasta la última parte de su ser por ella, la amaba demasiado. Incluso si se hubiera enamorado de ese otro hombre, Tanjuro hubiera cedido sin peleas, dándole su bendición porque su felicidad era primordial para él, pero leyendo en los mensajes, descubrió que la única razón por la cual no le había pedido el divorcio, era porque estaba segura que ella se quedaría con la custodia de sus hijos y no se sentía preparada para cuidarlos sola. Si fue posible, se sintió más traicionado e incapaz de mirarla a los ojos. Quería entenderla, en verdad que sí. Pero la rabia le hacía imposible cualquier pensamiento y simplemente lo dejó guardado en su corazón, sin notar que se iba marinando para volverse más intensa, más dañina. 

Fue cuando Yuichiro entró a su vida que se obligó a volver a abrir aquél capítulo para esta vez intentar entenderse él mismo, queriendo explicarse por qué no lo mandó al diablo cuando comprendió lo que aquél chiquillo estaba haciendo. Pudo decir al principio que no quería ser descortés con el hermano del novio de su hijo. Era su primera relación y Tanjiro estaba cada día más enamorado, tan perdido por Mui que era de lo único que hablaba últimamente y no quería ser él quien pusiera un conflicto entre ellos. Después podía ser que simplemente estuviera demasiado cómodo porque Yui no sólo cuidaba de los niños mientras él y su esposa estaban trabajando, sino que incluso se ocupaba de la limpieza y la comida sin pedirles absolutamente nada a cambio. Eso era una mentira que Tanjuro descubrió desde el principio, porque no importaba cuán afectuoso pudiera ser por naturaleza, o cuán mimado y sobreprotegido hubiera sido criado. Yui sabía exactamente lo que estaba haciendo y sabía que Tanjuro ya se había dado cuenta. Estaba en un juego de resistencia, sólo esperando a ver cuál de los dos se rendía más rápidamente, si él con sus insinuaciones o Tanjuro con su decisión de fingir que no estaba pasando nada o que no deseaba que algo pasara. Había tenido tiempo de pensarlo muchas noches, de analizarlo, de escandalizarse, pero esa rabia marinando en su corazón se asomó ante la posibilidad, tardía y perversa, de tener una venganza. Se asustaba de sí mismo y vacilaba a cada paso, retrocediendo dos antes de dar uno pero sin apartarse. Sin saber tampoco si realmente iba a poder soportar la culpa. 

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