Fruta bajo el sol

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Entreabrió los ojos pero antes de despertar por completo el llanto ya había cesado. Aquello lejos de tranquilizarla la alertó más, mirando a su marido seguir durmiendo. Pero ella sabía que era imposible que no se hubiera percatado, mucho más atento a esa clase de cosas que ella misma. Se colocó la bata, buscando caminar entre las sombras.

— Yui está con Rokuta, no te preocupes, ya se debe estar haciendo cargo.

— ¿Yui? ¿Yuichiro?— el hombre suspiró, amenazando con seguir durmiendo— ¿Por qué está Yuichiro a estas horas aquí?

— Peleó con su hermano o algo así y estaba muy triste, no podía dejarlo así, le ofrecí dormir hoy aquí.

— Creo que ese niño está pasando mucho tiempo aquí, Tanjuro. 

— Sí, lo sé. Y sin pedir nada a cambio se encarga de los niños y del aseo ¿No crees que es fabuloso? Me siento un poco abusivo pero al menos me tranquiliza poder ayudarlo a veces.

— Sé que no es la clase de cosas a las que le tomas atención pero no creo que la manera en la que se porta contigo sea muy normal, cariño.

— Es un niño, Kie. Déjalo, vamos a dormir. 

La mujer se quedó de pie mirando hacia al pasillo, a las sombras que alcanzaba a distinguir y al suave sonido de una nana. Sintió un escalofrío en la espalda pero decidió que se estaba sugestionando. Cerró la puerta, volviendo a la cama. Pero no pudo pegar un ojo en las horas siguientes, sólo mirando la entrada del sol marcada contra la pared, con el corazón agitado mientras se volvía a anudar la bata, sujetándose el cabello mientras caminaba por el pasillo, sabiendo por el olor dulce de la cocina y las risas que sus hijos ya debían estar despiertos. Desde ahí la escena debía ser adorable. Sus dos hijos mayores alistando la mesa mientras los más pequeños acomodaban los vasos con leche para cada uno, Rokuta dormitando en su silla mientras el invitado terminaba de servir los panqueques esponjosos que los niños siempre le pedían pero nunca tuvo tiempo de hacerles. Los escuchaba hablar, reírse, a Tanjiro sonrojarse ante un comentario que ese muchacho le hizo al oído, la risa y de pronto los ojos volteando hacia ella, haciendo silencio como si estuviera interrumpiendo. 

— Es raro verlos a todos tan temprano— comenzó, queriendo no sentirse incómoda por la forma en que Rokuta estiraba sus  brazos hacia Yui y no a ella.

— Lo siento, como mi papá y mamá salen muy temprano al trabajo Mui y yo acostumbramos despertarnos a estas horas, pero como estaba durmiendo con el bebé se despertó conmigo y Hanako me encontró en el baño y me pidió que les hiciera el desayuno, espero no te moleste que haya usado tu cocina.

— ¡Mira, mamá! ¡Hizo los míos con forma de osito!

—Se ven muy tiernos y deliciosos. No debiste molestarte, Yuichiro.

—No es ninguna molestia— sonrió, mirando discretamente sobre el hombro de Kie— ¿Tanjuro no se ha despertado? Ayer no pude agradecerle por recogerme. Esa fiesta terminó muy tarde y mis papás seguían en casa de mis tíos, si no hubiera ido por mí no sé qué hubiera hecho. Tu esposo es mi héroe.

— ¿Fiesta?— algo en su estómago se revolvió con violencia, haciéndola sentir mareada—. Oh, bueno, volvieron un poco tarde y él no acostumbra dormirse tan tarde, debe estar muy cansado.

— Tanjuro es un hombre tan bueno— sonrió, besando la frente de Rokuta, dejándolo en los brazos de Tanjiro mientras caminaba hacia al pasillo, deteniéndose junto a Kie, sin dejar de sonreír—. Supongo que querrás desayunar con tus hijos, será mejor que despierte a nuestro buen hombre para que los acompañe. Yo debo volver a casa, ya estoy esperando un castigo terrible.

Sabía que tenía los ojos de Kie pegados a su espalda mientras caminaba, lento, con las manos tras la espalda, inocente, dándole tiempo a ignorar sus inquietudes, acercándose a la mesa con sus hijos, intentando ignorar aquello en su estómago que le seguía gritando que debía seguir al niño. Que aquello que escuchó entre las voces de sus hijos había sido la puerta de su habitación cerrándose con llave.

Porque Yui estaba ahí, lamiéndose los labios, disfrutando la vista de Tanjuro todavía durmiendo apenas cubierto por las sábanas y su pulso comenzaba a acelerarse, reptando en la cama, sobre su cuerpo, el cabello tras las orejas, la sábana puesta a un lado, tentar sobre su pijama, bajarla hasta sus rodillas con todo el cuidado que requería. Lamer desde la base a la punta, masturbarlo un poco, todo dentro de su boca, mirándolo siempre al rostro, escucharlo gruñir entre sueños, comenzar a ponerse duro contra su lengua, abrir más la boca, lamer, succionar, esperar hasta verlo por fin comenzar a abrir los ojos, levantarse con los codos, escandalizado para mirar a los lados.

— Tu esposa y los niños están desayunando así que pensé que era buen momento para agradecerte por rescatarme anoche— sujetó sus caderas, lamiendo, metiéndolo en su boca sin dejar de verlo. Tanjuro volteó a la puerta, viéndola cerrada, incapaz de concentrarse en ese estado de letargo y placer. 

Se dejó caer de vuelta a la cama, cubriéndose la boca con la mano y con la otra jalando al muchacho del cabello, clavándose contra su garganta, ondulando las caderas, morderse los dedos, escuchar sus arcadas, sentir su saliva y la presión de su paladar contra su glande al retroceder, la presión de su garganta al entrar otra vez, las manos de Yui en sus caderas, sus uñas clavándose, sus lágrimas. Jadeó hondo cuando comenzó a sentir el calor en su abdomen bajar, expandirse , jalando más brusco su cabello, haciéndole tragar cuando eyaculó. Yuichiro levantó la cabeza, sonriéndole mientras se lamía los restos de semen. Tanjuro le devolvió la sonrisa, jalándolo del cuello para besarlo.

— Gracias por el desayuno— Yuichiro se rió contra su boca, un poco más cuando el hombre le lamió los labios, jugando—. Será mejor que me vaya, no quiero que me regañen por también faltar a clases.

— ¿Quieres que te lleve?

— Eres un caballero ¿No es cierto?— volvió a besarlo, suspirando mientras se incorporaba—. No, está bien, no te preocupes.

Le dio una última mirada a Tanjuro, un beso volado mientras abría la puerta. De pie, a medio pasillo estaba Tanjiro, estático con su hermano menor entre brazos, mirándolo tan pálido como el yeso. Yuichirou se rió bajito pasándose la manga de la chamarra por las mejillas, encontrando unas cuantas gotas de semen todavía, deteniéndose unos segundos a su lado.

— Espero que haya valido la pena haberte tirado a mi hermano anoche, Tanjiro. Porque créeme que yo me estoy divirtiendo mucho con tu papi.





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