— Vive por la casa de Tanjiro, por eso me gusta pasar tanto tiempo allí.
Muichiro veía a su hermano recargado contra la cama, ambos sentados en el suelo. Las llamadas a medianoche y las salidas aparentemente a escondidas pronto fueron una clara señal de que Yui estaba o viéndose con alguien o en una situación ilegal. Que tratándose de él, sinceramente no le hubiera sorprendido pero de alguna manera le calmó escucharlo decir que estaba saliendo con alguien.
— Es mayor y por eso no había dicho nada al respecto, pero sinceramente me tiene loco— se rió con el pulgar entre los dientes—. Sobre todo en la cama, no pensé que me fuera a gustar tanto que alguien me dominara de esa manera.
— Tú siempre sueles ser tan mandón, no te imagino siendo obediente, pero si eres feliz yo también lo soy.
— ¿Tanjiro y tú van bien?
— Mejor de lo que pensé. Lo quiero mucho y de verdad espero que duremos mucho tiempo.
Yuichiro se giró sobre su costado, viéndolo con detenimiento. A cambio obtuvo una sonrisa y una caricia en la mano. Lenta, quizá demasiado hasta volver a la rodilla de Mui. Intentó no pensar demasiado, apartando los ojos de él. Esa calma había costado demasiado, pero realmente la podía atesorar. Aunque pensaba que pasar de Mui a un hombre casado no era exactamente la definición de algo sano al menos le hacía sentir menos extraño. No era tan distraído como para no notar que la relación entre Tanjuro y Kie llevaba años enfriada y sólo bastaría una pequeña sacudida para derribarlos sin que ninguno hiciera el mínimo esfuerzo por evitarlo. Y él quería ser ese temblor ya no desde una rabia ciega por dañar a otros, sino desde el egoísmo más primario. Odiaría tener qué confesarlo aunque fuera lo más lógico del mundo. Negó con la cabeza, sintiendo el rubor en las mejillas al estar pensando en el hombre, recordando el último beso que se dieron en su auto cuando se ofreció a llevarlo a casa. Era la famosa amabilidad de los Kamado.
— Papá y mamá vendrán después de la medianoche, fueron con nuestro tío ¿Quieres que pida algo de cenar?
Fue la candela en la hierba. Un breve destello antes del derrumbe. Los labios de Muichiro lo sorprendieron sobre los suyos, su cuerpo sobre el suyo sin dejarle pensar nada que lo cálida que se sentía su mano en su mejilla o la comezón que le daba su cabello. Porque no quería pensar en nada que no fueran esos labios sobre los suyos, esa lengua abriendo su boca, recorriéndole, mordiendo mientras sus manos se alejaban de sus mejillas hacia su entrepierna. Jadeó en su boca, tomándolo de la nuca y de la cintura, ojos cerrados pero sabiendo que Mui los tenía abiertos, dedos colándose entre su ropa interior, la saliva le caía en monedas de la fortuna hasta el estómago mientras su hermano le bajaba el pantalón del pijama, soltándolo para bajarse el suyo también, buscando con la mirada hacia el cajón de calcetines, tentando hasta encontrar un único y olvidado condón. Yuichiro no quería abrir los ojos porque sabía qué mirada le estaba dando Mui y le iba a romper porque él estaba pensando exactamente lo mismo. Escuchó el envoltorio rasgarse, sintió el látex ceñirse en su carne y pronto el peso de Mui en sus caderas, las paredes de Mui en su pene. Lo sujetó de la cintura dejando que le clavara las uñas en los hombros, siendo él quien marcaba el ritmo. Escuchaba sus gemidos, sentía los propios, el calor borrando cualquier otra cosa menos las lágrimas.
Lo había extrañado tanto.
Había tenido tanto miedo.
Lo amaba tanto, tanto.
Sintió el espasmo de Muichiro apretarle antes de su semen mancharle el vientre, dejándose hacer hasta que él mismo terminó, con un último jadeo. Se obligó a mirarlo.
No estaba una mueca resignada, menos satisfecha. Era puro horror en sus facciones, acomodándose la ropa mientras se levantaba de un salto, acomodándose la ropa y saliendo sin decir nada más. Yuichiro no se molestó ni siquiera en quitarse el condón, corriendo por el pasillo, golpeando la puerta.
— Mui, por favor, ábreme. Mui...
— ¿Tanjiro? — los ojos menta de su hermano lucían apagados, desconectados por completos mientras sostenía el teléfono, mirando fijamente a Yui de rodillas en el suelo tras abrirle la puerta—. Espero no molestarte, amor, mis padres no están y volverán muy noche ¿No te gustaría venir a visitarme?
No había necesidad de nada, comprendía esa sutil amenaza de lo que vendría. Juntó sus fuerzas para levantarse, caminando a su habitación para deshacerse del látex que colgaba, lleno de semen, arrojarlo al suelo, acomodarse la ropa. Recargarse contra la cama, sorberse la nariz. No quería estar ahí cuando llegara. No quería escucharlos. No iba a soportarlo. Buscó el celular, marcando el único número que tenía registrado en llamadas.
— Te he dicho que no me llames a estas horas.
—Lo sé, lo siento. Pero me siento muy mal, Tanjuro— debió tomar una bocanada de aire para regresar las lágrimas que le impedían seguir hablando sintiendo que todo en él estaba temblando—. Puedo ir a donde me indiques pero por favor ¿Podemos vernos?
— Te veo en unos veinte minutos en la avenida de tu casa. Voy a dejar a Tanjiro a tu casa ahora.
—Claro.
Colgó el celular, limpiándose los últimos rastros del llanto del rostro, acomodándose un poco mejor la pijama, buscando una chamarra antes de tomar las llaves y salir de la casa. Debía rodear si no quería que lo vieran. Debía sentir el frío de la noche ocultando las cosas que no quería decirse ni a sí mismo, soportando el palpitar del peso de Mui todavía en sus caderas, su olor y sabor en los labios. Se sentía tan poca cosa que por un segundo mientras miraba los parpadeantes faros de los automóviles se preguntó si no sería mejor simplemente dejarse borrar por alguno. Se recargó contra un poste, dejándose llorar otra vez, un poco más mientras las luces de los autos lo cegaban. Debía seguir caminando, se sentó en la banca de espera del autobús, mirando hacia la nada, perdido en los minutos hasta que escuchó el cláxon que lo volvió a la realidad. A la lacerante e incorrecta realidad que llevaba toda su vida soportando. No dijo nada al abrir la puerta de copiloto, con los puños apretados.
— ¿Estás bien, pequeño?
—¿Pequeño? — su risa se perdió en un balbuceo, obligándose a limpiarse la nariz con la manga de la chamarra—. ¿Tienes algún lugar a donde podamos ir? No puedes quedarte estacionado aquí.
— Podemos ir a cenar. Hay un restaurante de hamburguesas no muy lejos de aquí, a mis hijos les encantan. Bañan todo lo que quieras con queso por un pequeño extra.
Yui lo miró. Incluso con los ojos hinchados y la nariz roja por el llanto, Tanjuro podía jurar que era demoledoramente adorable. Intentó sonreírle, estirando sus brazos para tomarlo por la cintura y sentarlo en sus piernas. Sin decir una palabra, acariciando su espalda, besando su cabello, dejándolo rodear su cuello y mojar su suéter con su llanto.
—¿Podemos?— tartamudeaba, entrecortado— ¿Podemos pedir malteadas también?
—Lo que quieras, pequeño. Esta noche tú mandas.
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Géminis
FanfictionTodos murmuraban que había algo muy macabro respecto a ellos... MuixYui MuiTan YuiTan KnY Modern AU. Incesto.