Capítulo 10: Ébano y jade

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La niña los condujo a través de una calleja atiborrada de talleres de orfebrería.

—¡Por aquí! —exclamó, doblando en una esquina, que conducía a un callejón sin salida.

—¿Y ahora qué? —preguntó Teo, receloso.

La niña señaló con el dedo una pequeña ventana en el suelo.

—¡Rápido! —dijo al colarse por la abertura—. Los ayudaré a entrar a la nóker herida. Pásenme primero su cabeza y sostengan con firmeza sus pies.

Teo miró a Iako con suspicacia y temor.

—No tenemos más alternativa —expresó el nóker—. Tenemos que confiar en ella. A estas alturas, nos debe de estar buscando toda la ciudad.

El niño accedió de mala gana.

Ingresaron a Taish con sumo cuidado, con la ayuda de Scribble.

—¡Baba! ¡Por aquí! —gritó la niña—. ¡Ven pronto!

—¡Lo sabía! —profirió el niño—. ¡Es una trampa!

—¿Querés calmarte un poco? —dijo parcamente la pequeña—. Si quisiera entregarlos, ¿por qué los habría ayudado en primer lugar? Noqueé a una escuadra entera ahí afuera, que iba tras de ustedes. Ahora también van a venir por mí.

—¡¿Qué sucede, cariño?! —profirió un anciano, que bajaba las escaleras a toda velocidad. Parecía que el corazón se le iba a salir del pecho.

—Baba, ¡está herida! —dijo la niña—. Tenemos que ayudarla, o pasará.

El anciano miró al grupo con desconfianza.

—¡Por favor, baba! No hay tiempo que perder. "Que las acciones de hoy, marquen el camino de mañana", ¿lo recuerdas?

—De acuerdo —dijo el anciano, distendiéndose—. Recuéstenla sobre ese cuchitril de allá y veré que puedo hacer.

—¡Gracias, baba! —El anciano volvió a subir corriendo las escaleras—. Ya lo oyeron a baba —dijo la niña—: recuéstenla allí.

Iako y Teo sin comprender lo que sucedía, lo hicieron de todos modos.

—¿Qué es este lugar? —preguntó el niño, cautelosamente.

—Es el sótano de mi casa —respondió la pequeña—. No podía arriesgarme a que me vieran entrar con ustedes por la puerta. Sabrían de inmediato quién soy, y el velo que me cubre el rostro habría sido inútil.

—Ya que lo mencionás, ¿podrías sacártelo? —inquirió Teo, con amabilidad—. Me gusta ver el rostro de las personas con las que hablo. Especialmente, si acaban de salvarme el pescuezo.

—Oh, por supuesto —exclamó la pequeña, descorriéndose el burka—. No me he presentado aún. Mi nombre es Anok y "baba" es mi abuelo —Era una hermosa niña negra con la piel como el ébano y ojos verdes como jades. Tenía el pelo frondoso y alborotado, como la melena de un león, y sus labios eran tan carnosos como ciruelas.

Al verla, Teo sintió que se le cortaba la respiración, pero intentó disimularlo afectando gravedad en sus palabras. Sin embargo, Iako y Scribble notaron de inmediato el suave rubor en sus mejillas.

—Es un gusto conocerte, Anok —dijo tartamudeando y extendiéndole la mano—. Fue muy noble y muy valiente lo que hiciste por nosotros.

La niña sonrió. Teo pensó que sus dientes parecían un fino collar de perlas.

En aquel momento, el anciano volvió a bajar equipado con instrumental médico.

—Cariño, ¿por qué no llevás a tus nuevos amigos arriba y les ofreces algo de comer? —dijo el hombre—. Yo necesito la mayor tranquilidad y concentración posible aquí.

Árdoras: La Princesa Roja [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora