Capítulo 5: La sombra en el césped

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De pronto, Jayden aminoró la marcha y se detuvo. En su rostro se observaba cierto aire de estupor y aturdimiento. El estado general del grupo no era mucho mejor: estaban hambrientos, agotados y con el cuerpo dolorido, como consecuencia del extremo desgaste físico al que se habían sometido después de abandonar el campamento en la cima del cerro.

—¿Qué sucede, Jayden? —preguntó Tiziano, apenas con un hilito tembloroso de voz—. ¿Por qué te detuviste?

La muchacha lo miró con un gesto duro y amargo.

—¡¿Me preguntás por qué?! —dijo sonriendo cínicamente, mientras hacía un movimiento desarticulado con los brazos—. ¡Oh, no lo sé, Tiziano! ¡Tal vez, porque estoy hambrienta! ¡Tal vez, porque estoy cansada y me duele hasta el último de mis huesos! ¡O, tal vez (y esto es sólo una idea loca que no deja de venirme a la mente), porque estamos caminando hace más de dos días por este desierto helado donde, en kilómetros a la redonda, no se ven más que arbustos y matorrales! ¡Y todo para qué...! ¡Para ir tras los pasos de un traidor! ¡De alguien que, tarde o temprano, acabará con todos nosotros, como si fuésemos cucarachas!

—¡Será mejor que controles tu temperamento, Jayden! —exclamó Ísgalis, con el ceño fruncido y un áspero tono de voz—. ¡Tiziano no sufre menos que vos, ni que ninguno de nosotros, las inclemencias del clima de la estepa! ¡No tenés por qué hablarle de esa manera! ¡El lazo que mantiene unido a este grupo es el respeto! ¡Si perdemos eso, nos volveremos más débiles, porque desunidos somos vulnerables!

—¡Es que no entiendo por qué debemos ir detrás de él! —vociferó Jayden, orgullosamente, sin dar el brazo a torcer—. ¡Más bien deberíamos alejarnos e ir en la dirección opuesta! ¡¿Cómo podemos estar seguros de que no es una trampa?! Ninguno de nosotros sabe que hay al oeste... ¡Podría ser una emboscada y nos estamos dirigiendo justo a ella!

—¡Esto no se trata de Teo ni de nosotros! —replicó la Guardiana, inconmovible en su postura—. ¡Se trata de Árdoras! Teo lleva colgada al cuello la llave que abre las puertas del Monasterio de Thoros; allí se encuentra el Libro del Principio y la Destrucción. Si en verdad nos ha traicionado, ¡no podemos permitir que llegue a él! ¡El grimorio dotará de un poder absoluto a aquél que sea capaz de descifrar sus enigmas! En las manos equivocadas, puede significar el aniquilamiento definitivo del Continente... ¡Pero, si nosotros lo recuperamos a tiempo, seremos capaces de dominar a Teo y de derrotar a Raen! ¡El futuro de Árdoras depende de las decisiones que tomemos de ahora en adelante! Decime, Jayden, ¿estás dispuesta a asumir la responsabilidad de salvar de las tinieblas a este maravilloso mundo o, simplemente, huirás despavorida "en la dirección opuesta"?

La muchacha miró, entonces, largamente a la Guardiana y, luego de exhalar toda la angustia contenida en su pecho, rompió a llorar.

—Tenés razón, Ísgalis... —dijo sollozando, mientras enjugaba una lágrima que rodaba por su mejilla—. No se trata de nosotros, ¡sino de algo mucho más grande! Haré lo que sea necesario por Árdoras. ¡Es sólo que tengo mucho miedo...! ¡Supongo que soy débil y me avergüenzo por eso!

Compadecida por la jovencita, Ísgalis se aproximó a ella y la abrazó.

—No tenés por qué avergonzarte, Jayden —dijo, hablándole al oído—. No importa que sientas miedo... Todos lo sentimos en algún momento de nuestra vida. Lo único que importa es lo que decidas hacer con él.

La muchacha se abrazó aún más fuerte a Ísgalis y hundió su rostro en el hombro de la Guardiana.

Tania observaba la escena con indiferencia e incredulidad. Un poderoso sentimiento de irritación explotó dentro de ella y, compulsivamente, se giró sobre sus talones y se alejó del grupo, llevándose a Noel en sus brazos.

Árdoras: La Princesa Roja [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora