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Hwang Hyunjin estaba agotado.

La rutina lo había envuelto como un manto sofocante, asfixiando cualquier rastro de entusiasmo. Félix seguía ahí, claro, pero todo se sentía diferente, vacío, como un reloj que marca el tiempo sin propósito. Decía que lo quería, que lo amaba, pero Hyunjin lo sabía. Sabía que lo que Félix sentía no era amor. No podía serlo.

Era obsesión.

Un apego malsano disfrazado de cariño, un vínculo que apretaba y tiraba de él como si fuera un simple títere. Y Hyunjin... Hyunjin siempre cedía. Cada vez que Félix lo miraba con esos ojos calculadores, él se dejaba llevar, incapaz de decir que no. ¿Era amor lo que lo mantenía ahí? ¿O era miedo?

La monotonía lo carcomía. Los días eran eternos, cada conversación una repetición insípida de la anterior. Hyunjin se preguntaba cuánto tiempo más podría aguantar. ¿Cuánto más hasta que algo finalmente se rompiera? ¿Hasta que él mismo se rompiera?

Y entonces, una tarde de verano, algo cambió.

Había vuelto tarde de su entrenamiento de baloncesto, con el cuerpo agotado y la mente adormecida. La casa estaba vacía, como de costumbre. Su madre no estaba, pero eso no era ninguna sorpresa. Subió a su habitación, cerró la puerta y se dejó caer en la cama.

El aire caliente del verano se filtraba por la ventana abierta, y desde el balcón, una brisa suave trajo algo más: un destello de movimiento. Hyunjin se incorporó, curioso. No esperaba encontrar a nadie, pero ahí estaba él.

Un chico.

Llevaban meses siendo vecinos, pero nunca lo había visto. Era extraño, como si ese momento estuviera destinado a ocurrir justo ahora. El chico estaba sentado en su propio balcón, absorto en sus pensamientos, con la mirada perdida. Había algo en él que atrapó a Hyunjin al instante. Tal vez fue la forma en que la luz del atardecer acariciaba su piel pálida, o cómo el castaño de su cabello parecía arder bajo el sol.

Sin pensar demasiado, Hyunjin se levantó y caminó hacia el balcón.

—Hola.

La voz de Hyunjin rompió el silencio, y el chico dio un pequeño salto, sobresaltado. Sus ojos, grandes y llenos de algo que Hyunjin no supo descifrar de inmediato, se clavaron en los suyos.

—Lo siento, no quería asustarte —dijo Hyunjin rápidamente, con una pequeña sonrisa.

El chico parpadeó, aún desconcertado, pero luego murmuró con timidez:

—Seungmin. Kim Seungmin.

El nombre se quedó flotando en el aire, como una nota musical que no terminaba de desvanecerse. Hyunjin lo repitió mentalmente, saboreando cada sílaba. Seungmin era fascinante. Su timidez, el leve sonrojo en sus mejillas, la forma en que sus labios parecían a punto de revelar un secreto... todo en él parecía delicado y a la vez profundamente enigmático.

—Hwang Hyunjin —respondió, con una confianza casi automática—. Nunca te había visto por aquí. ¿Recién te mudaste? ¿O estás de visita? ¿Cuántos años tienes? ¿Vives solo?

Eran demasiadas preguntas, lo sabía, pero no pudo evitarlo. Algo en Seungmin lo intrigaba.

El castaño rió suavemente, como si la avalancha de palabras de Hyunjin fuera algo encantador.

—Vivo con mi madre y mi hermano —dijo, pero su voz se detuvo un instante, como si hubiera algo más que no quería decir—. Solo... estaba con mi abuelita en verano.

¿Mentía? Hyunjin no estaba seguro, pero decidió no presionarlo.

—Yo también acabo de mudarme. Hace unos meses. No tengo muchos amigos.

Seungmin lo miró, sorprendido. Esa confesión fue un destello de vulnerabilidad que no esperaba.

—Parece que tenemos algo en común —respondió Seungmin, cruzando los brazos mientras una pequeña mueca de disgusto se formaba en su rostro—. No soy muy sociable. Nunca me adapté a este lugar. Parece que todos me detestan.

Hyunjin frunció el ceño. Detestaba la forma en que Seungmin hablaba de sí mismo, como si ya hubiera aceptado su destino de ser rechazado.

—No digas eso. Desde hoy puedes contar conmigo —dijo Hyunjin con una sonrisa cálida, pero firme—. A veces no seré de mucha ayuda, pero estaré para ti.

Seungmin lo miró fijamente, con algo parecido al escepticismo, pero también al asombro. Era un extraño, alguien a quien acababa de conocer, y sin embargo... las palabras de Hyunjin eran cálidas. Sinceras. Algo que no había sentido en mucho tiempo, si es que alguna vez lo había sentido.

Por un momento, ambos quedaron en silencio. El sol se hundía lentamente en el horizonte, bañándolos con tonos anaranjados y dorados.

Hyunjin sintió algo en su pecho, algo que no había sentido antes.

Seungmin era diferente.

Y aunque ninguno de los dos lo sabía aún, esa tarde cambiaría sus vidas para siempre. Porque Hyunjin tenía algo que Seungmin necesitaba desesperadamente: alguien que lo ayudara a sanar. Y Seungmin... Seungmin tenía algo que Hyunjin no sabía que buscaba.

Le enseñaría a ama

Le enseñaría a ama

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𝗕𝗿𝗼𝗸𝗲𝗻 ❲ ✻ ❳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora