𝗛𝘆𝘂𝗻✧𝗺𝗶𝗻
#♡Dos almas heridas en busca de una solución, buscan amarse sin importar las circunstancias de por medio.
¿Puedes abrazarme durante la noche?
Pon tu labios sobre mi
¿Puedes ser mi primera vez?
Cómeme como pie de manzana
Hacer que no...
Nunca supo lo que era realmente la felicidad, o quizá sí, durante ese breve y oscuro momento en el vientre de su madre. Allí, donde no había ruido ni dolor, donde no existía más que el latido seguro de otro corazón. Hasta que sintió el apretón, la presión que lo empujaba hacia la luz, hacia el mundo, hacia su primera derrota. La primera de muchas.
Creció en un hogar donde el amor era una palabra hueca, un concepto ajeno que nunca tomó forma. Su padre, esclavo del alcohol, y su madre, siempre ausente, construyeron un mundo frío y vacío en el que Hyunjin nunca supo cómo amar ni cómo ser amado. Al principio, intentaba comprenderlos, buscar las razones detrás de su indiferencia, pero con el tiempo abandonó incluso esa esperanza.
Las discusiones eran constantes, una rutina amarga que giraba siempre en torno al dinero que su padre despilfarraba en botellas. Hyunjin detestaba esas peleas, pero más aún, detestaba a los adictos.
De niño, su habitación era su único refugio. Cerraba la puerta, apagaba el mundo y enterraba su llanto en el sueño. Imaginaba un lugar distinto, un lugar donde no se sintiera tan fuera de lugar. Pero los años mataron su imaginación, y con ella, el poco consuelo que le quedaba.
A veces deseaba tener hermanos. Otros, se arrepentía inmediatamente. No quería que nadie más cargara con el peso del infierno que él vivía.
Cuando cumplió dieciocho, Hyunjin decidió escapar. Salió de casa una noche sin mirar atrás, buscando algo que ni siquiera sabía nombrar. En su huida, se coló en una fiesta ajena, atraído por la música y la risa que parecían pertenecer a otro mundo. Estaba confundido, inseguro de sí mismo, pero había algo en su interior que lo empujaba a probar, a descubrir. Esa noche besó a un chico, sin pensarlo, sin detenerse a imaginar las consecuencias. Fue un instante breve, pero cambió algo en él.
Regresó a casa casi de madrugada. Al entrar, la oscuridad lo envolvió, pero algo no estaba bien. Su madre dormía, como siempre, pero la ausencia de su padre le pareció extraña. Entró en la habitación de su progenitor, y allí estaba él, sentado, esperándolo. Sus miradas se encontraron, y Hyunjin supo al instante que su padre lo sabía todo.
—No quiero que mi hijo sea un enfermo —escupió con un odio que llenó la habitación.
Esa noche, supo que su vida nunca volvería a ser la misma.
Los golpes llegaron rápido, despiadados. Su madre lo llevó al hospital, aterrada de que no recuperara la conciencia. Las heridas eran graves, pero lo que dolía más eran las palabras que su padre había pronunciado antes de perder el control:
—Lo hago porque te quiero, porque quiero protegerte.
Esas palabras se quedaron con él, resonando como un eco hueco y falso. Nunca creyó en ellas. Nunca quiso creer.
Años después, el divorcio finalmente llegó. Su madre obtuvo la custodia completa, y ambos se mudaron a Busan, dejando atrás el infierno que había sido su hogar. Busan debía ser un nuevo comienzo.
El verano siguiente, Hyunjin conoció a Félix. Era carismático, encantador, y con pequeños gestos lograba iluminar los días grises de Hyunjin. Sin pensarlo mucho, aceptó salir con él. Al principio, Félix era todo lo que Hyunjin necesitaba: una sonrisa cálida, alguien que lo hacía sentir visto, querido.
Pero las cosas cambiaron.
Con el tiempo, la relación se quebró, como un espejo que acumula fisuras hasta que es imposible ver el reflejo original. Félix empezó a sacar lo peor de Hyunjin, a empujarlo hacia los mismos rincones oscuros de los que había intentado escapar. Y sin embargo, Hyunjin no podía dejarlo.
No era amor lo que lo mantenía atado. Era miedo.
Miedo a volver a estar solo.
Ese terror primitivo a regresar a las largas noches en su habitación, donde solo tenía el silencio y las sombras como compañía. Félix le ofrecía algo, aunque fuera caótico y doloroso, aunque terminara cada discusión sintiéndose menos él mismo. Félix llenaba un vacío que Hyunjin no sabía cómo llenar por sí solo.
Se había aferrado a esa relación como un náufrago a una tabla rota en mitad del océano. Félix era su tormento y su refugio, y esa contradicción lo desgarraba cada día un poco más. Hyunjin sabía que lo que tenían no era sano, que Félix lo consumía, pero era incapaz de soltarse.
Porque, para él, el dolor era preferible a la soledad.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.