Capítulo 9: agresiva

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Me vestí rápido y fui hasta la casa de Arlene, se veía más bella de lo que jamás la había visto. Llevaba puesto un vestido corto color negro que hacía juego con sus ojos y resaltaba su figura, tenía los labios pintados de rojo y zapatos altos.
Había llegado tarde, me lo hizo notar con su actitud de molestia pero pronto se le pasó y volvió a ser la chica amable que siempre era. Me tomó la mano y me llevó hasta una casa, otra casa antigua pero muy mal cuidada, no como la de Magnolia. Tenía algo pintado en el frente, pero muy descascarado así que no pude leer qué decía, ni siquiera el color estaba en toda la pared, el color de abajo era un verde agua y el de arriba era un rojo bastante feo. Entramos. Por dentro era otra cosa, había una barra para tragos muy linda con muchas lámparas de lava que eran populares la década pasada, era todo un ambiente cálido con muebles de madera brillantes, había muchas mesas y todas tenían, además del centro de mesa, una planta de albahaca y una de romero.
Me llevó a una mesa para dos, una chica nos trajo el menú. Ella también era joven, pero parecía mayor que nosotros, como de unos treinta.
— ¿Quieres que pidamos lo mismo?- preguntó ella. Fue cuestión de poner cara para que note que me desagradaba la idea- está bien, no.
—Yo quiero papas con pescado, se ve rico.
—Está bien, yo pediré unos ñoquis con salsa rosa. ¡Ira, ya decidimos que vamos a comer!
— ¿Ira?
—La chica que nos atendió, se llama así.
Unos cuantos minutos después nos trajeron la comida, era verdad que sabía dónde hacían buena comida, se notaba que todo era muy casero y familiar en ese pueblo. Estuvimos un rato ahí, conversando un poco.
Nos quedamos poco tiempo ahí, no hubo tiempo de pedir el postre, ella quiso ir al lugar de la otra vez, donde estaba la laguna. Me pareció una linda idea, habíamos pasado un lindo rato el otro día.
Tardamos en llegar unas horas, no me gustó caminar tanto pero a ella la hacía feliz. Nos sentamos a la orilla y la luna se reflejaba en la quietud del agua, ella la contemplaba y, por un momento, parecía mimetizarse en el paisaje.
Se quedó callada, se sacó los zapatos y metió los pies en el agua. Me sorprendía que no estuviera muerta de frío, era una noche particularmente cálida para ser invierno, pero aun así el agua debía estar helada.
Se quedó mirándome un rato, yo no estaba tan cerca del agua, era muy friolento. Me estiró la mano en señal de que me acerque. Me abrazó, se sentía incómodo. Debo admitir que no era exactamente una persona de abrazos, pero tampoco la conocía tanto como para no sentirme incómodo, no era mi amiga… o no lo sé, no éramos muy cercanos. A pesar de eso no la saqué y estuvo así por un rato.
Después de unas horas de charlas vacías pero algo divertidas y silencios incómodos ella se durmió. Tan pronto como se despertó empezamos a caminar de regreso. Esa noche fue una decepción pero no como algo que es terrible, fue divertida pero no lo que esperaba. Tal vez eso es porque no sabía qué esperaba. Creo que quería que nos gustemos, como una mágica obra del destino, o que seamos buenos amigos. Aún creía que ella era una persona agradable pero tal vez no estábamos hechos para ser amigos. Igual quería seguir pasando tiempo juntos de vez en cuando.
Llegué y Magnolia seguía durmiendo, Analía tenía un rasguño en la cara. Se la notaba cansada. Decidí preguntarle.
—Analía, ¿Está bien?
—No pasó nada, tuve un problema.
—Adivino, ¿Mi abuela?
—No voy a mentirle, hijo, ella se volvió agresiva porque te fuiste.-dijo muy entristecida- Se enojó y cuando fui a llevarle el té me revoleó un adorno.
Debía ir a hablar con ella, nunca pensé que sólo salir podría generar algo tan malo. Subí y golpeé la puerta. Ella abrió, molesta.
—Abuela, ¿Por qué estás tan enojada?
—Ya cállate, vete de aquí. No quiero verte.
—Pero, por favor, escúchame…
—No voy a escucharte nada- me interrumpió- ¡sólo quiero que te vayas!— gritó y me tiró una cajita de música que tenía ahí. Salí rápido, parecía otra persona, la desconocía. Yendo para mi cuarto me crucé con Harold, me miró, también él estaba algo lastimado en la mano.
—Julián-me dijo- no vas a aguantar el tiempo que te queda aquí. Magnolia ya mostró su verdadera cara y es hora de que te vayas. Conozco  un pueblo que está a unas horas de aquí. Tu abuela tiene dos boletos de tren para ir.
— ¿Es ese el lugar al que ella quería ir a vivir?
—No lo sé, puede ser. Es importante que mañana cuando ella se levante vayas a buscarlos. No tendrás muchas oportunidades. Están en uno de los cajones. Puedes preguntarle a Analía, ella sabe mejor.
Ya lo tenía decidido, no podía quedarme ahí. Iba a ir a buscarla para que me explique mejor sobre eso. Al día siguiente iba a guardar ropa o algo para poder irme tranquilo. Me sentía mal por mi abuela, pero no iba a quedarme para salir lastimado.

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