Capítulo 8: Regreso a casa

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Se despertó algo temprano para el horario en el que se había acostado, vio a Simón durmiendo a su lado. Él se estiró y buscó su pijama. Se levantó y le dijo que prepararía el desayuno.
— ¿Necesitarás ayuda?— le preguntó.
—Sólo quédate aquí- besó su mano- deja que te mime un poco.
En unos minutos él volvió a la habitación con una torre de hotcakes con miel y dos vasos de jugo de naranja. Todo estaba delicioso, no recordaba haber comido un desayuno tan delicioso desde que era pequeña.
— ¿Tu lo hiciste?— dijo con la boca llena.
—Sí, me gusta cocinar.
—A mí no, soy más de comer. Pero parece que tendré que aprender, es más rico así.
Luego del desayuno ella dijo que ya debía regresar a su casa. Salieron y, para su sorpresa, todo lo viva y hermosa que se había visto la ciudad ya no estaba así. No veía a nadie en la calle y los puestos y atracciones estaban cerrados.
La acompañó hasta la estación de tren, el viejito arrugado y con bastón estaba sentado y tenía la cara tapada con un sombrero. Simón se acercó a él y le quitó el sombrero de la cara.
—Vamos, Haro, ya es hora de levantarse.
— ¿Qué quieres ahora?-dijo el señor muy molesto- no ves que hace apenas tres horas que la noche terminó.
—No me importa, necesito…-empezó a susurrar de manera que ella no pudiera escucharlo- … y que el viaje sea lo más placentero posible para la señorita.
El viejo puso cara de enojado, ella pensó que tal vez no le agradaba. Esperaban ahí a que avisen que el tren estaba listo para abordar. Ellos estaban agarrados del brazo, Haro gritó que era hora de entrar al tren.
Simón tomó su cara entre sus manos y miró sus ojos cubiertos por el vidrio de los lentes. Sacó algo de su bolsillo y lo dejó en su mano. Eran tres boletos de color amarillento, tenían números pequeños en la esquina derecha; 0034, 0035 y 0036. En el centro decían “tren de ida”.
— ¿Para qué son estos, Simón?
—Para que vengas a visitarme, podrás venir cuando quieras-le explicó- sólo tienes que tomar el tren paralelo a este.
— ¿No debería tomar este?
—No niña, este es el tren de regreso.
—Pero, los trenes… tienen máquinas para ir y volver— dijo confundida.
—No, sweetie, no aquí, vuelven con el centro de control de aquí, pero es muy rápido como para llevar pasajeros. Ahora, bonita, sólo sube al tren o te dejará, espero verte pronto.
Ella subió, le sonrió y lo saludó con la mano desde arriba.
—Y recuerda- gritó corriendo al tren- dile a  Haru todo lo que necesitas para cuando vuelvas a visitarme.
Antes que el tren se alejara vio una mujer acercándose a él. La mujer la miró y parecía que estaba gritándole, o enojada.

Tren de idaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora