Capítulo 10: Transición

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El tren estaba casi vacío así que pudo sentarse. Estaba junto a un hombre todo vestido de negro, con su cara tapada por una galera y las manos en los bolsillos. Era la única otra persona en el tren. Todo por dentro era extraño, no parecía de la época, era de un color amarillento, las ventanas tenían bordes plateados que llamaban particularmente la atención a ellas, pero no al paisaje que se veía a través sino eso como una cosa en sí, tenía algo grabado en una simbología que no podía entender.
La primera parada. A ella le habían dicho que aquel tren no solía tener paradas. Se asustó un poco, pero no fue nada comparado a la sorpresa de ver tres seres de no más de cincuenta centímetros que eran exactamente iguales. Se sentaron frente a ella y notaba cómo la miraban y hablaban los tres entre susurros a la vez.
El señor que estaba a su lado no levantaba ni un segundo la vista. Hicieron otra parada y subió un “hombre” de dos metros que no tenía nariz y tenía más ojos de los que pudo llegar a contar, no llevaba ropa ya que su cuerpo parecía una masa uniforme de un color grisáceo con forma humana. Estaba aterrada, se hizo bolita abrazando sus piernas. Sólo quería largarse a llorar.
Tercera parada, subieron aproximadamente diez seres uno más escalofriante que el otro. Unos de piel verdosa y ojos amarillentos como enfermos se acercaron a los hombrecillos y al hombre de muchos ojos. Soltó un grito mudo al ver que esos tipos eran sólo uno con dos torsos pero la cabeza pegada cual siameses. Todos hablaban entre ellos en un idioma muy raro que no parecía nada que ella conocía. No podía moverse de esa posición en la que estaba, su cuerpo estaba helado. Toda esa actitud soberbia que le gustaba aparentar se había desvanecido en unos segundos.
El señor de galera volteó la cabeza.
— ¿Está bien, señorita?- preguntó con voz gruesa. Al levantar la mirada vio sólo un traje, no había nadie usándolo- soy Mr. Shadow.
No podía ella comprender ese viaje, quería creer que era sólo una pesadilla. El señor seguía ahí, esperando una respuesta pero ella no tenía aire para responder.
“¿Has visto que esto abre el portal?”, “la señora Kilhe quiere destruirlo, ¿Sabes?”, “dicen que una forastera se metió en el lugar equivocado”, “es hora de tomar ese otro pueblo, jamás había llegado al final del recorrido del tren”, “la señora tiene un plan para no pueda volver”. Esas eran frases que podía oír al azar, no sabía cómo podía entenderlo. Aún hablaban en ese lenguaje raro del que nunca había oído.
Comenzó a preocuparse aún más, ¿por qué lo entendía? Tal vez era sólo sugestión. “Parece que este será el último viaje”, “Haro y la hermana ya no van a verse”, “este portal será una nueva oportunidad”, “creo que van a destruir la vía”, creía entender eso. No quería entender de qué hablaban, sólo quería no saber lo que decían. La ponía paranoica y la aterraba
Cada minuto que pasaba se ponía más nerviosa. Empezaban a caerle lágrimas y se quedaba sin aire. Quería que el viaje llegara a su fin. Se intentó levantar, todos la miraban mal, extraño. Iba agarrándose para no caerse, hacia alguien para preguntarle cuánto faltaba. Pero no podía preguntarle a nadie, no sabía si la entenderían y tampoco creía que ser capaz de hablarles. Volvió a sentarse y decidió preguntar al único que se veía amable, el invisible.
—Se… señor-tartamudeaba- ¿Podría… sabe a cuánto estamos del fin del recorrido?
—A unos minutos nada más, ¿Está usted bien, señorita?
Ella asintió, intranquila. Cerró los ojos para imaginarse sólo un tren normal, lleno de gente.
Última parada y fin del recorrido. Apenas pudo pararse, salió caminando lento y agarrándose para no caerse. Seguía sin poder respirar bien. No miraba atrás, no quería saber si alguno de ellos bajaba. Le aterraba la idea de cruzarse con unos de esos seres en su pueblo.
Fue a su casa, ya era la tarde. Quería pretender que nada de eso había pasado.

Tren de idaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora