Capítulo 12: Distracción

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Se fue directo a la cama y durmió unas doce horas, el cansancio y horror de aquel viaje no se podía superar en unos minutos. Al despertarse fue a darse una ducha y luego desayunó. Recibió un llamado de su madre, quien no la quería demasiado.
—“¡¿Qué pasó ayer que no llegaste a lo de tus tíos?!”— gritó enojada. Se había olvidado completamente, debería haber llegado a la tarde a visitar a sus tíos. Se sentía culpable.
—Mi auto se desvío, llegué a una ciudad y volví en tren. Olvidé avisarles…
—“No me importan tus razones. No sirves para tener hijos, no tienes marido y no cumples con lo que prometes.  Más te vale que les des una buena explicación”
—Lo haré, deben estar preocupados por mí.
Pronto cortó, no le gustaba hablar con ella ya que siempre tenía algo para criticar su forma de vivir. Las presiones de la realidad hacían que los miedos del tren pasaran a un segundo plano. Se sentía muy mal al respecto, aquella noche con Simón hizo que se olvidara de todas las cosas que debía hacer. Su auto había quedado varado en medio del pastizal, pensó que podría ser una buena excusa para ir a verlo, pero dudaba el por qué quería volver a verlo. Él era sólo un extraño con el había pasado una linda noche, no había razón para verlo de nuevo, menos aún luego del viaje en tren. No pensaba volver a ese tren.
Salió a caminar, a comprar unas cosas necesarias para cocinar luego, se encontró con una vecina unos años mayor. Pidió que la acompañe a charlar. Se sentaron en un banco cerca de la esquina.
—Tenía que contarte algo, eres la única que tengo para contarle… sabes que hace tiempo nos separamos con mi marido, que nadie se enteró y que no pueden saberlo. Mi hijo, Mariano, no está bien con eso. Yo tengo pareja nueva, él quiere mucho a Mariano, es muy linda la relación que tenemos.
—Entonces, ¿Qué es lo que está mal?
—No lo entiendes, nunca has sentido que haces todo lo que está mal, si la gente se entera no sé qué pensarán. Lo peor de todo esto es que… hace unas semanas me enteré que espero un hijo de él, estoy tan emocionada y a la vez preocupada.
—Pero Emilia, eso es maravilloso. Yo voy a apoyarte en lo que necesites. Mereces ser feliz con este hombre que sí te quiere.
—También…-dijo un poco avergonzada- quería pedirte si pudieras cuidar de mi hijo por tan solo unas horas hoy, es que de verdad no tengo a nadie. Sólo hasta que su abuela llegue.
—Está bien, ¿Cuándo debo ir?
—Ahora, si es posible.
La acompañó hasta su casa, el chico estaba sentado en la sala jugando con unos soldaditos. Emilia se fue y ella se quedó ahí, sin saber qué hacer. Estaba incomoda, no era la persona más indicada para cuidar niños, solía ser algo antipática y sin ese instinto maternal que se consideraba natural. No tenía idea de cómo amigarse con él, le sonrió y lo saludó con la mano. Avanzó unos pasos y se arrodilló en el piso. Mariano se le acercó y le dijo que tenía hambre.
—Tu madre no me dijo si debía cocinarte, ¿Sabes dónde está la comida?— le preguntó.
—Claro que sé, mamá guarda todo aquí-señaló la alacena que estaba sobre la cocina, muy alta para que él pudiera alcanzarla- ¿Me alcanzas las galletitas?
—Está bien,-le alcanzó el frasco- pero no comas demasiadas o te hará mal.
— ¿Quieres una?— le ofreció el niño.
—Eres todo un caballerito.
Después de eso fueron a un sillón, él empezó a mostrarle sus soldaditos y contar las historias que le había inventado a cada uno, era  muy creativo e inteligente para tener sólo seis años. Después de un rato le pidió que le lea un libro sobre guerras, dijo que era de su padre, y en el medio se durmió. Se había empezado a llevar bien con él, era muy adorable.
Pasaron unos minutos y la abuela tocó la puerta, por alguna razón no quería irse, pero se fue y volvió a su casa. Se quedó pensando, sentía la necesidad de tener algo cuya idea siempre había rechazado: hijos. Y no sólo hijos en sí, ya no quería estar sola. La charla con Emilia había cambiado un poco su manera de pensar, aunque no del todo. Aún creía que eso no era para todos y que su vida como mujer trabajadora era difícil pero valía la pena. Aunque en ese momento la idea más presente en su cabeza era volver a ver a Simón.

Tren de idaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora