Capítulo 3: La chica del local

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Se me acercó. Me ponía nervioso. Me puse a buscar con la mirada el jarrón que mi abuela quería. La cola era bastante larga para ser sólo una tienda de antigüedades. Aquella chica me miraba fijo.
— ¿Qué estás buscando?— me preguntó.
—Un jarroncito verde, ¿Vos vendes acá?
—No, pero hace rato están haciendo cola y el que atiende se fue a almorzar. Sé que no eres de por acá, nunca te había visto, ¿Quieres venir a conocer conmigo?— dijo de manera simpática. Parecía una buena idea, pasear por unos minutos y volver por el pedido de mi abuela. No iba a negarme, le asentí.
—Por lo que vi no hay mucha gente joven, tampoco demasiado para hacer. Por ende… no hay demasiado que mostrar, ¿O sí?
— ¿Cuándo llegaste? Sólo sígueme, hay muchas cosas.
Le hice caso, salimos de ahí y me llevó a una plaza. No parecía una plaza especial, lo único inusual era que no había niños jugando. Había árboles, juegos y nada más. Después de ello me llevó a una galería, tampoco había nada único, no había adolescentes paseando por y deteniéndose en cada local, y no había muchos locales abiertos. No estaba acostumbrado a la vida de campo, yo era chico de ciudad, estaba rodeado de todo.
Como nada lograba impresionarme sólo me llevó a un vivero. Más aburrido que el resto pensé, pero no. Me dijo que era el lugar donde ella trabajaba, que era una tradición familiar, su madre trabajaba allí junto con ella y antes había pertenecido a su abuelo. Me preguntó por mi familia.
—Veras…no es un tema del que me guste hablar, es complicado.
—Tranquilo, no estás obligado a contarme nada, ¿Te llevas mal con ellos?— preguntó, contradiciendo lo primero que dijo.
—Algo así. Mi padre es algo estricto, sé que no hago mucho así que en parte es mi culpa. Después no tengo a nadie más, mis abuelos paternos murieron cuando era chico, y a mi abuela aquí, pero hace años no la veía. Estoy pasando un buen tiempo con ella ahora— No había mucho más que contar, pero tuvo que preguntar:
— ¿Qué hay de tu madre?
—Gadea, no suelo referirme a ella como madre. No la conocí. Ella murió antes de que yo naciera— no quería hablar del tema, quería a evitarlo.
— ¿Cómo es eso? Eso es imposible.
—No, no lo es. No quería adentrarme mucho en el tema, porque se suponía que íbamos a divertirnos. Pero como sea, hay diferentes teorías sobre qué pasó ese día, el veredicto oficial dice que fue un simple choque: estaba borracha o algo así y perdió el control. También pudo ser un paro cardíaco dice otra hipótesis. Mi abuela paterna creía que fue un suicidio, mi padre dice que es imposible, que ella era feliz. Yo aún estaba en la panza, ocho meses llevaba allí. Viví sólo porque estuve en la incubadora unas cuantas semanas. En realidad nadie está seguro de qué sucedió, así que nadie habla del tema en mi casa.
Ella estaba lagrimeando, me abrazó. Me puse incómodo y la alejé sutilmente. Ella sintió mi incomodidad supongo. Hizo como que nada pasó y dijo que era hora de almorzar. Me invitó a su casa a comer algo y acepté.
Su casa estaba tras el vivero. Preparó unos sándwiches de jamón y queso, tenía mucha mayonesa para mi gusto pero estaba bien. Nos quedamos sin hablar por un rato. Ella estaba incómoda y yo aún más. Miró al piso. Le pregunté si ya debería irme. Insistió en que no, que tenía más para mostrarme.
Fuimos a un parquecito, estaba lejos de la mayoría de las casas por lo que tardamos unas dos horas en llegar, había algunas mesas y bancos hechos con troncos de árboles, una laguna chica, ella se sentó en la orilla.
—Traté de mostrarte cosas de las que no hay muchas aquí…  pero por lo que parece eres de cuidad. Y, todo el tiempo debí mostrarte las cosas únicas de aquí, como este lugar. Tiene la laguna, y los sauces que se reflejan… no hay lugar en el que se vea tan bello el atardecer.
Miré el cielo, las nubes rosas, el cielo anaranjado, un poco rojizo y violeta. Se reflejaba el hermoso cielo en la laguna. No recordaba haber estado en un lugar tan bonito. En ese momento realmente pensé en dejar a mi padre e irme a vivir ahí. Sentí que no me quería ir jamás.
Empecé a pensar que fui algo malagradecido con aquella chica, ella fue amable al llevarme a conocer todo.
—Perdón por sacarte cuando me abrazabas. Fuiste muy amable hoy.
—No te hagas problema. Recién nos conocemos y no tenemos mucha confianza, ni siquiera sé tu nombre.
—Julián. Tampoco sé el tuyo.
—Arlene.
—Hermoso nombre.
Me di cuenta que no había comprado el jarrón de mi abuela y que ya estaba anocheciendo.  Me angustié, ella debía estar preocupada por mí.
—Arlene, ya debo irme. Magnolia debe estar mal por mí ahora.

Tren de idaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora