Capítulo 7: No está loca.

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Al parecer ella recordaba la mayoría de las cosas, tal vez no estaba tan enferma como decían, tal vez sólo olvidaba lo que quería olvidar, pero eso no es considerado una enfermedad. Había algo muy raro en ella.


Quería preguntarle a ella, pero no quería ofenderla de ninguna manera.


-Abuela... ¿Hace cuánto estás, ya sabes, enferma?- Cabe aclarar que la sutileza no era lo mío.


-Yo no estoy enferma, Julián, ¿De qué hablas?


-Si lo estás, vine por eso, dicen que tienes alzhéimer.


-Bah, también crees eso. Nunca tuve eso, si lo tuviera no recordaría detalles como tus galletas preferidas. Hace años que me dicen que estoy enferma. No tengo nada.


-Es verdad que recuerdas eso, pero olvidas cosas importantes, como por qué no viajaste a ese otro lugar o la gente que vive contigo.


-No sé, creo que ya te lo dije. No hay nadie en esta casa.


- ¿Qué hay de Celestina, Analía y Harold?


-Y después la loca era yo. Estás viendo gente que no existe- se enojó y se fue. No sé bien a dónde.


Salí de la casa, no era un buen momento para quedarme ahí. También pensé en ir a buscar a Magnolia para que no esté mal, pero no lo hice. Al llegar a la esquina vi a Arlene, me saludó con la mano, estaba hablando con una señora. Caminé hasta ella. Tenía unas bolsas en las manos y me ofrecí a llevárselas.


Llegamos a su casa, dejé todo sobre la mesada. Ella me agradeció y me dijo si quería ir a pasear de nuevo.


-Tengo una duda, ¿Conoces a mi abuela?- le pregunté.


-Claro, vive a la vuelta. Es una señora dulce.


-Pero, yo sé de sus problemas pero creo que de alguna forma me está sugestionando, ¿No eres una mujer de 57 años, verdad?-me sentía estúpido preguntando eso.


-Ja, ja, ja. Esa es mi madre, me llamo como ella.


Eso me hizo sentir mejor, al menos no estaba enloqueciendo. Ahora sólo tenía que hablar con mi abuela, pedirle disculpas, es normal que la gente no se dé cuenta de las enfermedades que tiene.


Antes de irme, Arlene me pidió vernos de nuevo. Acordamos vernos al anochecer para ir a cenar, me aseguró que sabía de un lugar donde sí hacían una buena comida.


Volví a la casa, Magnolia estaba aún en su cuarto. Los tres sirvientes de la casa estaban sentados en el comedor formal. Mi abuela nunca comía allí. Tenía ese peculiar olor a viejo, muchos cuadros supuestamente pintados por la abuela de Magnolia, una repisa llena de libros, nada para destacar en realidad.


Analía me invitó a pasar. Decían que tenían cosas importantes de lo que hablar. Me senté junto a Celestina. El mayordomo se aclaró la garganta.


-Buenas tardes, Julián. Hace un tiempo venimos pensando en hablarte sobre esto... verás, tu abuela no tiene una enfermedad normal, ella delira. Y puede llegar a ser algo agresiva- dijo muy serio.


- ¿Quiere decir que está loca?


-Algo así, ella se enoja cuando uno quiere decírselo y no perdona eso, se ha enojado conmigo por tratar de llevarla a internarse porque puede ser peligroso, a veces se olvida de comer o cosas así. Ahora finge que no existimos, no acepta la comida que le damos, ni siquiera el agua.


-Mi padre dijo que era una persona muy buena...- no tenía manera de no creerles, debía hacer algo para arreglar mi relación con ella.


-Cuando era joven era una rebelde, no le agradaba a todo el mundo. Se embarazó de un chico que nadie conoció, su familia la despreció por eso, aparte que a los 25 seguía soltera. Era una chica insolente podría decirse, pero ayudaba y se hacía cargo de todo lo que estuviera a su alcance. Empezó a decaer con la muerte de su hija, se encerró en la pieza durante días. Por suerte le llegó la noticia de que sobreviviste, eso la salvó y de hecho, fue a vivir allá durante unos meses.


- ¿Y qué pasó? ¿Por qué volvió?


-Su madre se enfermó. Volvió para cuidarla pero antes que llegara se murió. Luego comenzó a salir sólo para tus cumpleaños hasta que cumpliste once- me contó Celestina. Era la primera vez que la oía hablar.


Mi padre, que era como mi única familia, jamás me había contado la historia de mi abuela. Yo nunca la conocí realmente, es algo triste en realidad. La verdad yo era feliz de estando ahí, pero no sabía nada de ella, sólo conocía su personalidad de vieja normal.


Salí de ahí y me fui a hablar con ella, era importante que no se enoje conmigo, aún me quedaban como dos semanas ahí y quería seguir llevándome bien. Golpeé la puerta de su habitación y me abrió. Estaba en camisón, siempre que la había visto tenía ropa bonita, se me hizo raro. Sólo la abracé, ella me abrazó también. "Lo siento" le susurré. Ella lagrimeó un poco y me dijo que estaba bien, que no quería pelearse conmigo porque era lo único que tenía. Debo admitir que también se me escapó una lágrima ahí.


Unos cuantos minutos después me preguntó qué quería de cenar. Ya eran cerca de las 9:30 p.m., me había olvidado de Arlene.



Tren de idaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora