Capítulo 37

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SHAWN


Abro los ojos, sigo en la calle de rodillas. La voz calló.

Sigo sin ver nada, pero al menos esa persona ya no habla, no me grita, ya no me culpa por su muerte. No sé de qué hablaba, porque yo no lo maté, yo no lo hice... yo... no lo sé.

Veo una luz a lo lejos, ¡hay una luz! Corro lo más rápido que puedo a ella, corro sin parar, sin tropezarme, sin lastimarme, sin pensar... y por fin llego.

Puedo ver, ya no todo es negro. Estoy en una carretera, no hay autos, aunque... no, sí hay un auto a mi derecha, pero le sale humo y algo de fuego por algunas partes, como en el capó que está estampado contra un poste de luz.

Miro de lejos el auto, pero de repente escucho un grito provenir de él.

—¡NATE!

¿Nate? Nate es mi hermano, ¡¿Qué hace Nate ahí?!

Corro hacia al auto y al llegar el humo negro me hace toser.

Me acerco a la puerta del conductor y los ojos se me llenan de lágrimas cuando veo a Nate detrás del volante, con los ojos cerrados, sangre en el rostro debido a varias cortadas, y está... ¿muerto? ¡No! Intento abrir la puerta, pero no se abre. Golpeo con fuerza el cristal, pero con mis brazos delgados y sin fuerzas no logro romperlo.

—¡¡NATE!! —grito con toda potencia con la voz desgarrada.

Nate no reacciona, y el cristal no se rompe.

—¿Shawn? —dice alguien, pero no es Nate.

Miro a mí alrededor, pero no veo a nadie, hasta que en la parte de atrás del auto está sentado un chico castaño, delgado, de piel clara que tambien tiene algunas cortadas como Nate, y parece algo aturdido. Es Alex.

—¡Alex! ¡Te sacaré de ahí! —de repente mi voz cambia, y no suena a la de un niño, sino a la de un adolescente.

—Shawn... ayúdame. —lo dice tan bajo que casi no puedo escucharle.

—Resiste, te sacaré.

Golpeo el cristal de las puertas de atrás, pero aunque ahora tengo brazos musculosos mis golpes no le hacen ni el mínimo daño al cristal. Me desespero y empiezo a golpear todos los cristales hasta que mis nudillos están amoratados y no paran de sangrar. Tengo las mejillas llenas de lágrimas y Nate sigue sin despertar.

—Lo siento, Alex, no... no puedo, por favor perdónenme... —mi voz se parte.

Y el poste cae encima del auto y, de la nada, me doy cuenta que veo a mi hermano y el chico al que amo... morir.

Abro los ojos y miro frenéticamente la habitación a mí alrededor. Nada ha sido real.

 Nada ha sido real

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El Chico De Los Zapatos Azules [COMPLETA☑️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora