2. Destino

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Capítulo 2

M A T I S S E.

Salgo de mi habitación con la esperanza de tranquilizar mis nervios. Desde que Allen se fue de mi puerta, mi cuerpo me pide verlo.

Es extraño, lo sé.

Pero honestamente no sé qué es lo que me pasa, es tan extraño. Nunca me había pasado algo igual.

La verdad es que nunca, nunca me había atraído un chico. Siempre pensé que eran una pérdida de tiempo, que no traían nada bueno.

Pero al ver a Allen, me sentí más que atraída por él, es tan extraño. Sentí una química inigualable.

No quiero sentir nada por nadie.

El sentir algo por alguien te hace débil.

Y yo no soy débil, nunca lo fui, y nunca lo seré.

Llego al patio una hora antes acordada con el mentado extraño, pero al llegar... ahí me paro en seco.

Allen ya está ahí.

Mierda, tengo que darme la vuelta. ¡Pero rápido!

Cuando estoy a punto de hacerlo, su voz me detiene.

—¿Por qué te vas, Matisse? —pregunta, y trago saliva.

Su voz hace que todos lo vellos de mi cuerpo se erizen. ¡Maldito chico atractivo de voz sensual!

—Acordamos alas 6:00 —es lo único que digo sin darme la vuelta.

—¿Y? —Replica.

Me giro furiosa.

—¿Qué eres, eh? —pregunto mientras me acerco a él—. ¡¿Por qué me siento así cerca de ti?!

Él me da una sonrisa de lado.

—Sé que lo sabes, Matisse, piénsalo un poco —dice mientras toma mis manos.

Y ese gesto hace que me tranquilice, ¡mierda! ¿Cómo logra eso?

Rápidamente quito mis manos de su suave tacto.

—No lo sé, no sé nada de que lo hago o lo que esté pasando. —digo frustrada.

Él toma mi mano y me dirige a unas bancas. Cuando nos sentamos en ésta, él suelta mi mano. Siento una ansiedad por sentir de nuevo su suave tacto.

—Desde un principio yo no quise venir —dice con un suspiro—. No quería verte, te odiaba desde antes conocerte.

¿Me odia?

¿Y por qué me importa? ¿Por qué siento esta extraña sensación de disgusto?

—Entonces, ¿por qué viniste?— pregunto clavado mi mirada en la de él.

Éste me analiza y veo pasar un destello por sus ojos.

Mierda. Otra vez. ¿Qué está sucediendo?

—Mi hermano me hizo recapacitar. — responde con una sonrisa.

Oh, vale, si el hermano le dice que se arroje de un acantilado, lo hará... perfecto, debería conocerlo.

—¿Qué soy?—pregunto evadiendo el otro tema.

Él suspira.

—Eres una bruja.

Joder, ¿una bruja?

—Imposible. —digo sorprendida.

Él niega.

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