13 - La Colonia

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  Desde el confortable sueño, el pitido que escuchaba solo lograba mezclarse con el hacer de Morfeo. No fue sino hasta que su acompañante le movió ligeramente, que le prestó la debida atención.

—Amor, esa cosa lleva sonando bastante rato y no logro apagarla.

  Greg Hund abrió sus ojos y contempló a Katherine Milers sentada a su lado. Volteó la mirada hacia el intercomunicador holográfico que yacía en la pequeña mesita. “¿Aeris?, ¿Por qué me buscas tan temprano?” —formuló en su mente mientras se levantaba y tomaba el aparato. Manipuló los menús para lograr que el sonido se detuviese y así poner la comunicación en espera. Observó la hora proyectada en una pequeña parte del paper computer que cubría toda la habitación. Eran las seis de la mañana. Dio un vistazo a su reloj y se percató de que tenía un nuevo mensaje.

“Se ha presentado un inconveniente de seguridad máxima.

Repórtate en mi oficina cuanto antes…

 

Mayor Andrew Tenberg.”

 

—Oh genial, tal parece que no habrá día libre…

—No me digas que te obligaran a trabajar— una expresión de disgusto se dibujó en el rostro de la mujer, justo antes de tumbarse nuevamente en la cama.

—No me queda de otra. Prometeré volver lo antes posible.

  No se dio muchas prisas a la hora de arreglarse. En el espejo del baño, la información del clima contrastaba de una forma peculiar con el reflejo de la crema de afeitar en su rostro. Tenía los pómulos marcados, lo que le dotaba de cierto aire de dureza, que se acentuaba al peinar sus largos cabellos hacia atrás, dejando libre su frente que presentaba ciertas marcas de edad. A sus treinta y cinco años, ya portaba las canas prematuras heredadas de su padre chispeando su cabello, pero sus ojos grises y misteriosos eran una constante prácticamente desde su nacimiento.

   Se vistió con su uniforme de la OMCIA: un traje grisáceo que en ambos hombros mostraba su rango como ingeniero en jefe, y tras ello salió del departamento. Mientras conducía su Mustang, reactivó el intercomunicador holográfico.

—Muy bien Aeris, aquí me tienes, pero no será por mucho tiempo… ¿A qué se debe que intentes hacer de despertador?

—Al fin respondes. Mira, hace unas horas un grupo de humanos ha realizado una emboscada desde la entrada del ala este —Contestó la robot cuya imagen proyectaba el dispositivo.

— ¿Y que hay con eso?, ya les he dicho que deben hacer ante esos casos.

—Lo sé, pero esta vez no ha sido como las emboscadas anteriores… Veras Greg, sé que te parecerá raro, pero los humanos en cuestión han sido masacrados…

— ¿Qué demonios?, explícate.

—Hubo un grupo de robots que no logró atravesar la compuerta de seguridad, y de entre ellos ha surgido uno que ha sido capaz de violar las tres leyes…

   Por un momento, Hund perdió el control del automóvil.

— ¿Cómo has dicho?, Aeris, sabes que no estoy para juegos…

—No es ningún juego. Parece que además de poder violarlas, es capaz de liberar a otros robots de ellas. Mira, tengo la grabación que lo demuestra.

  Greg acercó el auto hacia uno de los costados de la carretera y lo estacionó para poder contemplar detenidamente. Allí podía verlo, un robot de aspecto femenino, rehusándose a aceptar ordenes humanas, disparando con un rifle a los agresores y además haciendo que sus semejantes desmembrasen al líder. Tardó varios segundos en reaccionar luego de terminada la grabación.

¿Las Máquinas van al Cielo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora