17 - Una Roja Obsesión

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—Aún me duele, como odio las agujas— se quejó Kaede Swiling sobándose la parte media del brazo izquierdo.

—Te entiendo, pero no existe hasta ahora forma de realizar un examen de sangre sin utilizarlas— dijo Gary Lawrence acariciándole el cabello.

—Aquí tienen, gracias por recurrir a nuestros servicios— añadió la encargada del laboratorio clínico, entregándoles una hoja doblada con los resultados.

— ¿Es idea mía o tengo la hemoglobina baja? —cuestionó la rubia mientras los tres jóvenes salían del laboratorio hacia la calle, rumbo a casa.

—Déjame ver—su novio le quitó la hoja y al instante declaró: —Si, te hace falta comer más. Pero para saber eso no era necesario hacerte un examen de sangre; solo mírate, te hace falta carne. Deberías aprender de Magi—tomó los resultados de la pelirroja y se los mostró—Mira, ella salió excelente.

— ¡Pero Magi puede comer todo lo que ella quiera y nunca engorda!, yo en cambio si no hago dieta me salen cauchos.

—Hablando de Magi, la noto muy callada últimamente.

—Es cierto, ¿Qué le pasa a mi pelirroja que no dice nada de sus resultados? —La abrazó desde atrás.

  Magi tardó algunos segundos en responder, y cuando lo hizo, desvió la mirada hacia el cielo.

—No pasa nada, es solo que ya me los esperaba.

—Bueno, es cierto que tú siempre has gozado de una salud envidiable. ¿Por qué no le enseñas a tu mejor amiga, casi hermana, tu secreto? —le sujetó levemente la mejilla, jugando con ella como si fuese una bebe.

  Magi optó por no prestar atención a la pregunta y seguir caminando. En su mente llegó a murmurar: “Si pudieras recordar el día en que mama y papa murieron, tal vez no lo preguntases en plan de broma… ¿Cómo es que yo sí puedo recordarlo todo, de forma tan nítida?” —Sin embargo, pronto dejó la cuestión para centrarse en lo que desde hace rato le tenía pensativa: En la mañana de ese día, justo en el momento en que se extrajo la sangre de ambas, experimentó una extraña sensación, pero fue más que nada mientras la encargada llenaba la inyectadora con el fluido de una dolorida Kaede. Era como si le resultase placentero observar como la sangre de la rubia se acumulaba en el pequeño recipiente tras la aguja. No pasó lo mismo con la suya, en ningún momento. Ahora la vivencia hacía que le viniese a la mente aquel cuadro que hace poco pintó, y las palabras de cierta extraña que se encontrase por internet y por la cual llevase ya varios días sin conectarse ni subir ninguna de sus obras de arte.

  Durante esa tarde, intentó distraerse del asunto dibujando algo, valiéndose de diversos creyones, y ejecutando una técnica que, de haber sido explotada por sus difuntos padres, quizás la hubiera vuelto famosa: Hacer malabares con los lápices de colores al tanto que los empleaba para pintar sobre un lienzo. Pero antes de que se diese cuenta, casi todos los colores habían sido relegados por unos pocos tonos de rojo y negro. En un punto determinado se interrumpió al escuchar el grito de Kaede desde la cocina. Corrió para ver que le sucedía y se encontró a la misma sujetándose una mano con la otra, mientras un hilillo de sangre goteaba ligeramente.

—Es una cortada algo profunda. Lávate bien la mano mientras voy por el botiquín de primeros auxilios. — declaró Gary luego de ver herida.

— ¿Qué ha sucedido? —Preguntó Magi.

—Mientras preparaba la cena me he cortado por accidente con el cuchillo. ¡Aarg!, ¡El dolor es horrible!

  Fue a lavarse la herida en el lavaplatos, pero la pelirroja se lo impidió, cortándole el paso y tomándole la mano, pudiendo ver un corte en la base del dedo pulgar, de lado hacia el índice. La sangre fluía buscando la libertad del exterior, visión que a Magi le dejó como hechizada. Era como si los millones de glóbulos rojos, demasiado pequeños para ser captados, le llamasen en una rara atracción.

¿Las Máquinas van al Cielo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora