Me siento inclinado a pensar... —dije. —Yo que usted lo haría —comentó Holmes, en tono impaciente. Me tengo por uno de los mortales con más aguante que existen, pero reconozco que me molestó aquella interrupción sarcástica.
—De verdad, Holmes —dije muy serio—, a veces se pone usted un poco cargante.
Él estaba demasiado absorto en sus propios pensamientos para dar una respuesta inmediata a mi protesta. Tenía la cabeza apoyada en una mano, el desayuno sin tocar delante, y la mirada clavada en la hoja de papel que acababa de sacar de un sobre. A continuación, cogió el sobre, lo acercó a la luz y examinó con mucha atención tanto el exterior como la solapa.
—La letra es de Porlock —dijo, pensativo—. No me cabe duda de que es la letra de Porlock, aunque solo la había visto dos veces antes de ahora. Esta «e» de estilo griego, con un floreo en lo alto, es característica. Pero, si es de Porlock, tiene que tratarse de algo de primerísima importancia.
Hablaba consigo mismo, más que conmigo, pero el interés que despertaron sus palabras disipó mi enfado.
—¿Quién es ese Porlock? —pregunté.
—Porlock, Watson, es un nom de plume, un simple seudónimo, pero tras él se oculta una personalidad astuta y evasiva. En una carta anterior ya me decía con franqueza que este no era su verdadero nombre, e incluso me desafiaba a dar con él entre los millones de personas que hormiguean en esta gran ciudad. Porlock es importante no por sí mismo, sino por el gran personaje con el que está en contacto. Piense en el pez piloto que acompaña al tiburón, en el chacal que sigue al león..., en cualquier ser insignificante que va en compañía de otro formidable. No solo formidable, Watson, sino siniestro..., siniestro en el más alto grado. Eso es lo que le hace caer dentro de mi jurisdicción. ¿Me ha oído hablar del profesor Moriarty?
—El famoso científico criminal, tan conocido entre los delincuentes como...
—Me hace ruborizar, Watson —murmuró Holmes en tono de reproche.
—Iba a decir «como desconocido por el público».
—¡Un golpe con estilo! —exclamó Holmes—. Watson, está usted desarrollando una inesperada vena de humor socarrón contra la que voy a tener que protegerme. Pero, a los ojos de la ley, al llamar criminal a Moriarty está usted cometiendo difamación, y esto es precisamente lo grandioso y asombroso del asunto. El mayor intrigante de todos los tiempos, el organizador de toda clase de fechorías, el cerebro que controla el hampa..., un cerebro capaz de forjar o destruir el destino de naciones enteras. Ese es Moriarty. Pero se encuentra tan a cubierto de las sospechas del público, tan inmune a las críticas, tan admirablemente organizado y enmascarado, que por esas palabras que acaba usted de pronunciar podría llevarle a los tribunales y quedarse con su pensión de un año como indemnización por su honor dañado. ¿Acaso no es el ilustre autor de La dinámica de un asteroide, un libro que asciende a tan vertiginosas alturas de pura matemática, que se dice que no había nadie en la prensa científica capaz de criticarlo? ¿Se puede calumniar a un hombre así? El médico deslenguado y el profesor difamado: esos serían sus respectivos papeles. Eso es genio, Watson. Pero si no me lo impiden hombres de menos talla, estoy seguro de que ya llegará nuestro día.
—¡Y ojalá esté yo allí para verlo! —exclamé con entusiasmo—. Pero me estaba hablando de ese Porlock.
—Ah, sí. El llamado Porlock es un eslabón de la cadena, situado a poca distancia del gran punto de fijación. Aquí entre nosotros, Porlock no es un eslabón muy fuerte. Es el único punto débil de la cadena, al menos hasta donde yo he podido tantearla.
—Y la fuerza de una cadena se mide por su eslabón más débil.
—Exacto, querido Watson. De ahí la extrema importancia de Porlock. Empujado por alguna rudimentaria tendencia al bien, y estimulado por el juicioso incentivo de algún que otro billete de diez libras que se le envía por caminos tortuosos, me ha proporcionado en una o dos ocasiones información anticipada que ha resultado muy útil: de esa clase de utilidad que es la más elevada que existe, porque anticipa y evita el crimen en lugar de castigarlo. No me cabe duda de que, si dispusiéramos de la clave, comprobaríamos que este comunicado pertenece a esa categoría que le digo.
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El valle del terror
Mystery / Thriller"El valle del terror" es una novela protagonizada por Sherlock Holmes y escrita por Sir Arthur Conan Doyle. Esta novela fue publicada por primera vez en el Strand Magazine entre septiembre de 1914 y mayo de 1915. La historia tiene lugar en 1888, co...