En tinieblas
A las tres de la mañana, el jefe de policía de Sussex, respondiendo a la urgente llamada del sargento Wilson, llegó desde la jefatura en un coche ligero, tirado por un caballo jadeante. Envió su mensaje a Scotland Yard en el tren de las 5,40 de la mañana, y a las doce en punto estaba en la estación de Birlstone para recibirnos. El señor White Masón era una persona tranquila, de aspecto amable, que vestía un traje holgado de lana y tenía un rostro sonrosado y bien afeitado, una figura más bien corpulenta y unas piernas gruesas y arqueadas, adornadas con polainas. Parecía un modesto granjero, un guardabosques retirado, o cualquier otra cosa que se les ocurra, excepto un perfecto ejemplo de funcionario de policía de provincias.
—Una auténtica bomba, señor MacDonald —repetía sin cesar—. Los periodistas van a acudir como moscas en cuanto se enteren. Ojalá hayamos terminado nuestra tarea antes de que empiecen a meter las narices por todas partes y a liar todas las pistas. Yo no recuerdo nada parecido. O mucho me equivoco, o hay detalles que le van a encantar, señor Holmes. Y también a usted, doctor Watson, porque los médicos van a tener que pronunciarse para poder resolver esto. Tienen reservada habitación en el Westville Arms. No hay otro sitio, pero me han dicho que es limpio y está bien. Este hombre llevará su equipaje. Por aquí, caballeros, hagan el favor.
Era una persona muy amable y diligente aquel policía de Sussex. En diez minutos, todos teníamos ya habitación. En diez más, nos encontrábamos sentados en el salón de la posada, y se nos ofrecía un rápido resumen de los hechos descritos en el capítulo anterior. MacDonald tomaba alguna nota de vez en cuando, mientras que Holmes permanecía absorto, con esa expresión de admiración, sorpresa y reverencia con que un botánico examina una flor rara y espléndida.
—¡Interesante! —exclamó al terminar las explicaciones—. ¡Muy interesante! Creo que no recuerdo ningún caso con características tan peculiares.
—Ya supuse que diría eso, señor Holmes —dijo White Masón, muy satisfecho—. Aquí en Sussex nos mantenemos al día. Les he contado cómo se desarrollaron las cosas hasta el momento en que me hice cargo, relevando al sargento Wilson, entre las tres y las cuatro de esta madrugada. ¡Cómo hice correr a esa pobre yegua! Aunque luego resultó que no eran necesarias tantas prisas, ya que no había nada que yo pudiera hacer en aquel momento. El sargento Wilson ya había reunido todos los datos. Yo los verifiqué, los consideré, y puede que haya añadido algunos por mi cuenta.
—¿Cuáles? —preguntó Holmes, muy interesado.
—Bueno, en primer lugar, examiné el martillo con ayuda del doctor Wood. No encontramos en él señales de violencia. Yo tenía ciertas esperanzas de que, si el señor Douglas se había defendido con el martillo, hubiera dejado marcado al asesino antes de dejarlo caer sobre la alfombra. Pero no había ninguna mancha.
—Eso, desde luego, no demuestra nada —comentó el inspector MacDonald—. Se han cometido muchos homicidios a martillazos sin que quedase ninguna marca en el martillo.
—En efecto, no demuestra que no se haya utilizado. Pero podrían haber quedado manchas, y eso nos habría ayudado. En fin, lo cierto es que no había ninguna. A continuación, examiné la escopeta. Los cartuchos eran de perdigones y, tal como ha indicado el sargento Wilson, los gatillos estaban unidos con un alambre, de manera que tirando del de atrás se disparan los dos cañones. El que la preparó así había decidido no correr ningún riesgo de fallar. La escopeta recortada no mide más de sesenta centímetros: se puede llevar sin problemas debajo de la chaqueta. No lleva el nombre completo del fabricante, pero en el canal entre los dos cañones están impresas las letras «PEN». El resto del nombre quedó cortado al serrar los cañones.
—¿Una P grande, con fioritura encima, y la E y la N más pequeñas? —preguntó Holmes.
—Exacto.
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El valle del terror
Mystery / Thriller"El valle del terror" es una novela protagonizada por Sherlock Holmes y escrita por Sir Arthur Conan Doyle. Esta novela fue publicada por primera vez en el Strand Magazine entre septiembre de 1914 y mayo de 1915. La historia tiene lugar en 1888, co...