Capítulo 1

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Un poco, solo un poco más. Se arrastraba por los pasillos cargando su golpeado y ensangrentado cuerpo. No podía sentir sus piernas pero sabía que estaban ahí porque avanzaba. Tomó el picaporte de la puerta de acero y lo giró, sin esperanza alguna de que se abriera. Se abrió. ¡Dios! ¿Dios estaba de su lado? Pronto, o después, sabría que no. Se dejó caer en la banca de una parada de autobús y esperó a que el morbo le permitiera obtener ayuda.

Cerró los ojos, no sabía si estaba alucinando y, por consiguiente, aún estaba en ese infierno de azulejos blancos; o si, en verdad había escapado y sobrevivido, un beneficio que no habían tenido sus compañeros. Era injusto para él, para todos. Unos frenos de aire, pasos, sustos, gritos, llamados, bocinas y más gritos, inundaron el aire. Estaba rodeado y no tenía idea de lo que los otros veían. Por alguna extraña razon se sentía morir, quería morir, sentía que era necesario. ¡Ahora! ¡Matenme ahora! Gritaba internamente, como anticipando un terrible final. ¡No estoy vivo! ¡No estoy vivo! ¡Soy la maldita carnada!

Pero era inútil, lo habían "salvado". No te esfuerces... escuchaba que le decían y esa frase lo inundó de terror. Los movimientos a su alrededor y afuera, le indicaban que estaba en una ambulancia. Otra vez era el centro, aunque, esta vez lo sabía. ¿Pedir perdón? ¿Para qué? Los hombres como él solo conocían la muerte y eso no tiene perdón.

Lo habían preparado... quería que sintieran lastima de él y así, atraer al resto, como sucede en los funerales. Él intentó usar la lógica... pero lo atraparon, no, los atraparon utilizando la hipocresía social. Iba camino a un hospital, su último lugar en el mundo.

¡Alguien haga algo!

¡Él! ¡Él nos vigila!

¡No vengan! ¡Maldita sea! ¡No vengan!

La cama de hospital...

Las luces apagadas...

La noche...

La bomba estaba puesta y activada.

¿Quién va a caer primero?

Ensalzado en lástima y dolor.

Listo para atraer al hombre social.

Porque el hombre real, conociendo su posible final, jamás hubiera puesto un pié en aquel lugar.

El horrible sonido de las máquinas.

Uno de sus brazos, quizás, roto.

Las quejas de las seviciales enfermeras.

¿Esa era su última morada?

El terror del médico, contado por sus asistentes con lujo de detalles.

La curiosidad por los hombres que habían llegado a la mañana temprano y se habían llevado todos los archivos.

Las impacientes y desconocidas voces... no los culpaba, siempre se busca la palabra de un testigo, aún peor si está muriendo. No está seguro de si ese era su caso, aunque... antes de llegar estaba muerto.

¿Justicia?

No...

Nadie había hecho justicia por las personas a las que él mató.

Un silencio terrorífico se hizo presente.

¿Estaba solo? ¿Se cansaron de esperar?

En cuestión de minutos se sintió más vivo. Abrió los ojos y lo primero que vio fue... negro.

Proyectil (Chanhun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora