Prólogo.

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Finn es un observador innato o, bueno, al menos a él le gusta considerarse así. Él observa a las personas y sus comportamientos casi a diario y se ha dado cuenta de un patrón que se repite en la mayoría de los que observa.

En la biblioteca ha observado por días como algunas personas están tan entusiasmadas por comenzar un libro, sin embargo, cuando ya han pasado unos días y de pronto notan que quedan pocas páginas ese entusiasmo se va tan rápido como llegó. Les aterra un final. No saben cómo se sentirá terminar algo que los ha acompañado durante días, ni siquiera se lo imaginan, pero ¿Alguna vez se habrán puesto a pensar detenidamente cómo de difícil es comenzar algo?

Claro, el final es un suceso que te marca mucho si te has encariñado con algo, pero Finn cree que deberíamos darnos cuenta que un inicio es más importante que un final.

Y él lo puede demostrar así: Si comenzamos de una manera errada puede que el final sea más rápido de lo que nuestro cerebro pueda procesar y que, a final de cuentas, eso termine dañándonos. Si comenzamos de una manera adecuada aún podemos tener el miedo de que todo acabe rápido, es por eso que alargamos las cosas como si fueran el inicio ¿Por qué? Si algo siempre inicia, nunca acaba ¿Cierto? Es una buena lógica si lo miramos desde un punto de vista positivo.

Finn a veces cree que piensa demasiado, es algo que ya lo habrán podido notar, pero en justificación suya, él puede decir que es fascinante hacerlo, tiene un cerebro ¿Por qué no usarlo cuando puede? Claro que es malo cuando lo que pensamos son cosas que intentan destruirnos... porque sí, aunque la mente pueda ser lo más maravilloso que un humano posee, puede que su belleza llegue a destruirte si no sabes usarla de manera correcta.

Acaba de terminar este libro ¿Saben? uno que debió leer gracias a la carrera que estudia—Psicología—, el cuál habla sobre el sexo y bueno, sobre básicamente todo lo que hay que saber sobre tener una relación sexual, todo lo que se libera, como influye en tu cuerpo y él cree que es absolutamente increíble como nos parecemos a los animales cuando nuestra mente está nublada por las hormonas del sexo. Algo genial, en serio, magnífico.

Supongo que se estarán preguntando muchas cosas mientras leen esto ¿verdad? Si no es así, solo finge que es cierto y te salvarás de una muerte lenta y dolorosa. Mentira, bromeo. (No lo hago).

En fin, él ahora está preguntándose cómo comenzar esto. (¿Lo ven? El inicio siempre es lo que más cuesta procesar)

Bueno pues, decide empezar con lo básico: Mi nombre es Finn Theodore Glanzend Richello y, antes de que lo busquen en Google: Sí, mi primer apellido es de origen alemán y sí, significa brillante, reluciente, como ustedes decidan llamarlo. Así que eso es lo que me creía cuando era niño, lo cual terminó siendo una completa farsa, por supuesto.

Supongo que si un día me ves por la calle me ignorarías porque soy sorprendentemente ordinario: Alto, desgarbado, con algunos mechones ondulados adornando mi rostro y pálido a más no poder. ¿Lo ven? Ni siquiera el sol desea prestarme la suficiente atención para dejar de tener este fantasmal tono de piel. Como sea, me estoy desviando del tema principal.

Es un poco borroso para mí el inicio de todo lo que sucedió, podría decir que no estaba en mis cabales la primera vez que pasó.

Era un viernes por la noche, creo que yo me encontraba al borde del colapso, tenía apenas 18 años, una edad en la que la gente supone que debería estar divirtiéndome ¿Saben? Sin embargo, yo estaba acumulado de jodidas tareas y proyectos, intentando calcular el tiempo que me quedaba para presentar todo lo que tenía pendiente y, al mismo tiempo, evitando que me de un ataque de ansiedad que, lamentablemente, por culpa de la universidad se había vuelto algo habitual en mí. Supe que había perdido la batalla cuando la presión en mi pecho comenzó a acumularse y asfixiarme lentamente, comencé a intentar respirar, pero mis pulmones parecían negarle el acceso al oxígeno. Entonces, ahí estaba yo, intentando sobrellevar un ataque de ansiedad, haciendo los ejercicios 4-7-8 para no morir asfixiado, cuando empezaron a llegarme numerosas notificaciones a mi celular. Como pude caminé hacia el maldito—o bendito—aparato que me había distraído de mi cotidiano ataque, yo juraba que había desactivado el wi-fi pues habían pasado ya varias semanas desde que había decidido alejarme de todo y de todos. Créanme chicas y chicos que me leen, eso es posible.

Initium: Los líos de Finn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora