Parte 14

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Sentía como alguien acariciaba mi cabello, podía sentir su amor y su compasión hacia mí. Cuando abrí los ojos, lo primero que sentí fue un fuerte rayo de luz golpeándome la cara, el suave viento despeinando mi cabello y el sonido de las aves cantando.
Era un día soleado y las nubes se veían tan blancas como nunca antes. Entonces me vi a mí misma acostada en las piernas de una mujer, las dos estábamos sobre una sabana blanca en el césped, bajo un enorme árbol. Cuando me acerqué para ver mejor, esa mujer era mi madre y yo estaba acostada en su regazo mientras ella me acariciaba el cabello.
—¿En qué piensas, cariño? —me preguntó con su cálida voz.Cuánto extrañaba su voz.
—Tuve un sueño, mamá —le respondí.
—¿Era un sueño lindo?
—No, era más como... Como una pesadilla. Soñé que morías.
Ella se rio.
—¿Que yo moría? Que sueño más loco, cariño.
Me reí también.
—Lo sé...
—¿Qué más ocurría en tu sueño?
—Bueno, papá y yo nos dejábamos de hablar, y... Él conocía a alguien más y te reemplazaba.
Ella se sonrió.
—Oh, cariño, estoy segura de que tu padre jamás haría eso.
Y por arte de magia, papá llegó y se sentó junto a mamá, y entonces, desde lejos, los observé, nos observé, en un perfecto cuadro de amor, tan perfecto, que cualquiera soñaría con tener una familia como esa, como la que yo solía tener, pero esa no era mi realidad.

•••

Abrí los ojos de a poco, lo primero que sentí fue un fuerte dolor en la nuca, como si me hubiesen golpeado con un bate de béisbol. Miré a mi alrededor, estaba en una habitación blanca, similar a la habitación en la que estuvo mi madre en sus últimos días, y lo primero que se me vino a la mente fue ese último error que cometí.
Me había tomado tres botes de pastillas.
—Miren quién despertó —me habló una mujer que estaba junto a mí, era una mujer mayor, de piel morena y cabello rizado, me sonreía calidamente como si me conociera. Supuse que era enfermera por como estaba vestida— ¿Cómo te encuentras, corazón?
Tragué saliva.
—Bi... Bien —tartamudeé, y entonces intenté sentarme.
—No te sientes, corazón, podrías reventar las suturas.
Fruncí el ceño.
—¿Suturas? ¿Qué suturas?
Ella se me acercó y me levantó suavemente la bata de hospital que traía puesta, y entonces vi que tenía una cicatriz que antes no estaba ahí, ni siquiera era una cicatriz todavía, parecía más bien una herida que habían acabado de coser.—¿Qué...? ¿Qué es eso? ¿Por qué...? No entiendo —dije confusa.
—Mary, linda ¿Sabes qué fue lo que ocurrió?
—Sí... Me tomé tres botes de pastillas.
—Tomaste más de cien pastillas, tienes suerte de seguir viva.
Sí, que suerte...
—Pero ¿por qué tengo esta herida?
—Tu padre te encontró tirada en tu habitación, uno de tus riñones colapsó.
Sacudí la cabeza, confundida.
—¿Mi riñón? Entonces... ¿Me lo sacaron o algo así?
—Algo así... —se sentó en mi camilla, frente a mí— Tuviste un trasplante.
Abrí los ojos como si me estuvieran contando la peor historia de terror.
—¿Trasplante? Espere... ¿Cómo? ¿Cuándo?
—Fue hace... Como tres días.
—¿Llevo tres días aquí?
—De hecho, hoy son cuatro.
—¿Dónde está mi padre?
—Corazón, tu padre te donó uno de sus riñones.
Intentaba asimilar lo que estaba escuchando. Llevaba tres días inconsciente y ahora resultaba que mi padre me había dado uno de sus riñones.
—Pero ¿Dónde está él?
—Le dieron el alta ayer, se fue con una mujer.
—¿Una mujer? ¿Qué mujer?
—Una alta, morena. Creo que era su novia.
—Su novia... —repetí desviando la mirada.
Y entonces, un doctor entró a la habitación.
—Veo que despertaste —me dijo— ¿Cómo te sientes?
—Eh... Bien, supongo.
Se me acercó, examinó mis pupilas y seguido a esto examinó las suturas.
—Todo parece estar bien —dijo.
—Necesito hablar con mi papá —les dije.
—Tu padre te dejó a nuestro cuidado, él tiene que descansar.
—¿Al menos lo puedo llamar?
El doctor y la enfermera se miraron entre ellos y luego me miraron a mí.
—Ya tendrás tiempo de hablar con él, ahora, descansa ¿bien? Tal vez te demos de alta mañana.
—De acuerdo...

Ver volar la cometa (Rosas Negras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora