Parte 17

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Val una vez me contó que, sus padres habían tenido un accidente automovilístico cuando ella tenía seis años. Sus abuelos se hicieron cargo de ella, pero cuando su abuela falleció, ella no lo soportó, y su abuelo tampoco, poco tiempo después, su abuelo falleció también, de un paro cardíaco y Val se quedó sola.
Ese mismo día ella me dijo:
—El dolor hace que cometas locuras. El dolor te puede matar, el dolor puede hacer que mates a alguien más.
—Pero, yo nunca he matado a nadie -repuse.
Ella me miró.
—Estuviste a punto de matarte a ti misma.
Val tenía razón, el dolor te podía enloquecer.
El dolor que sientes cuando lloras sola por las noches con la almohada empapada como testigo.
Pero el dolor que sentíamos ahora, era un dolor que ya todos conocíamos, era el monstruo que vivía dentro nuestro y al que tuvimos que verle la cara otra vez; el dolor de perder a alguien a quien amas.
Yo solía decirle a Gus que sus ojos eran los más hermosos que había visto jamás, de esos ojos verdes que se ven tan profundos como el océano.
—Nunca pararé de decirte que amo tus ojos -le dije un día, cuando estábamos en la sala principal de mi piso, mientras Val almorzaba en el comedor y Adam tenía su cita semanal con el psicólogo.
Gus bajó la mirada y soltó una risa leve.
—Y tú eres preciosa, Mary, nunca lo olvides.
Le sonreí.
—Gus ¿por qué trabajas aquí?
—¿Por qué preguntas eso?
Me encojo de hombros.
—Bueno, mírate, tienes un título, tienes una familia, eres un buen tipo... ¿Por qué trabajas aquí, con un montón de locos como nosotros?
Gus se incorpora sobre el sillón y se inclina hacia mí.
—Ustedes no están locos, Mary, son chicos con problemas, igual que lo somos todos, pero como dice Val... A veces el dolor te incita a hacer cosas... Cosas que no pensabas que harías. Me gusta pensar que al menos puedo ayudarlos.
—Pero, te la pasas aquí todo el día con nosotros ¿no quisieras salir con tus amigos, con otras personas iguales a ti?
Me sonríe.
—Ustedes son iguales a mí, y son mejores personas que los tipos que he conocido afuera. Ustedes son mis mejores amigos, Mary.
Asiento y le dedico una sonrisa.
—¿Sabes, Gus? A veces olvido cómo es estar afuera... A veces olvido cómo es sentirse normal.
Gus pone su mano en mi rodilla.
—Tú eres normal, Mary, es más ¡tú eres mejor que normal! ¡Eres jodidamente fuera de lo normal!
Me reí.
—Eso decía mi mamá...
—Tu mamá tenía razón. Eres increíble.
Que extraña es la manera en la que conoces a las personas más increíbles. Conocí a Adam y a Val estando encerrada en un psiquiátrico y conocí a Gus, el chico de ojos verdes que trabaja como enfermero en aquel hospital en forma de castillo medieval, el chico que nos había enseñado a jugar al poker. Augustus, al que todos llamábamos Gus.
—Ojalá ustedes la hubieran conocido... -agaché la mirada, pensando en ella- si ella me viera ahora... Estaría tan decepcionada de mí.
—No, Mary, tu madre estaría orgullosa porque estás aquí, intentándolo, saliendo adelante, eso la pondría feliz.
Lo miré.
—¿En serio lo crees?
—No lo creo, estoy seguro. Además, estoy seguro de que ella se emocionaría al saber que, cuando salgas de aquí, nos iremos a vivir todos a la playa.
Me carcajeé.
—Cierto. A la playa...
—Siempre quise vivir cerca del mar. Me alegra poder hacerlo con ustedes, ustedes son como mis hermanos.
Lo tomé de la mano.
—Y tú eres el nuestro. Siempre lo serás.

Gus solía tener la sonrisa más dulce del mundo, era la segunda sonrisa más hermosa que había visto jamás, era la segunda sonrisa que veía apagarse.
Aquel día; 5 de enero del 2017, Gus había faltado al trabajo durante cuatro días, no había ido, ninguno de nosotros le había visto y Adam comenzaba a desesperarse, nadie quería decirnos la verdad, nadie nos decía qué ocurría, nos creían demasiado debiles en aquel entonces.
Fue ese día, 5 de enero, unos días después del cumpleaños de Adam, unos días después del primer aniversario de la muerte de Matt, cuando, el doctor Jimenez se sentó en el césped con nosotros tres y entonces la granada estalló, fuerte y sin aviso previo, explotó dentro de nosotros.
Adam se dejó caer sobre el césped y comenzó a llorar, como un pequeño recién nacido que clama por su madre. Val se quedó pasmada, no podía moverse, no sabía cómo actuar ante la noticia y yo; yo caí junto a Adam y él dejó caer su cabeza sobre mi hombro, llorando desconsoladamente y entonces otra vez lo sentí; ese dolor punzante en el pecho que te avisa; esa persona especial ha muerto. Gus ha muerto.
—¡No es cierto! -gritó Adam, entre lágrimas- ¡no les creo una mierda!
—Adam... Agustus falleció.
—¡Es una mierda de mentira, joder! ¡Quiero hablar con Gus ahora!
El doctor Jimenez lo miró.
—Adam... Gus ha muerto —repitió otra vez— lo siento.
Entonces Adam se levantó, con los puños cerrados, apretandolos como si estuviese por darle un puñetazo a alguien, el doctor Jimenez intentó poner su mano sobre el hombro de Adam, pero este la apartó con brusquedad.
—Adam...
—¡Gus no está muerto! -gritó fuertemente, intentando que la voz no se le entrecortara.
Yo me levanté y lo tomé de la mano, con las lágrimas corriendo por mis mejillas.
—Adam -le susurré-...
Él me miró, con los ojos rojos y el rostro empapado.
—Él no está muerto, Mary -me dice- yo lo sé... Él... Él no está muerto ¡lo vimos hace apenas unos días y estaba bien!
—Adam -el doctor Jimenez se le acercó- Gus tuvo un accidente en su auto.
El corazón se me aceleró, como si hubiese acabado de correr una maratón.
—¿Qué fue lo que pasó? -habló Val, conteniendo las lágrimas.
—Un conductor ebrio lo estrelló contra un poste de luz. El poste cayó sobre el auto... El auto estalló.
Nos quedamos en silencio, mientras lo único que se escuchaba eran nuestros sollozos y los gritos desgarradores de Adam.
Gus había muerto aplastado y seguido a eso, su cuerpo ya sin vida había sido incinerado con la explosión del auto.
—¡No es cierto! -gritó Adam de nuevo mientras apartaba su mano de la mía- él no está muerto ¡eres un mentiroso de mierda! -se lanzó sobre el doctor Jimenez y empezó a golpearlo repetidamente en el rostro. Val, dos enfermeros más y yo reaccionamos rápidamente.
—¡Adam! -grité intentando detenerlo.
Él le dio un último golpe cuando los enfermeros lo tomaron por los brazos, inmovilizandolo. El doctor Jimenez se levantó, tenía sangre saliendo por su nariz y un labio roto.
—¡Déjenme, joder! -gritaba y todos alrededor lo miraban.
—Llevenlo al sexto piso -ordenó Jimenez. El sexto piso estaba prohibido para nosotros los residentes del hospital.
Fruncí el ceño.
—¿Sexto piso? ¿Acaso no estaba prohibido ir ahí? -le pregunté mientras me secaba las lágrimas.
Jimenez no contestó, se dio media vuelta y comenzó a caminar, mientras los enfermos iban detrás de él, tomando a Adam por los brazos como si de basura se tratase.
—¡¿A dónde demonios se lo llevan?! —Val y yo fuimos detrás de ellos.
—¡Contesten, maldita sea!
Jimenez se detuvo y se giró hacia nosotras.
—Vuelvan a sus habitaciones -nos dijo en tono calmado y tranquilo- procesen la noticia de Gus —dicho esto, se dio la vuelta otra vez y entró al edificio, mientras Adam gritaba e intentaba liberarse.
—¡Déjenlo en paz! -les gritaba Val y se fue detrás de Jimenez, siguiéndolo por las escaleras, mientras los enfermeros llevaban a Adam por el ascensor, yo fui corriendo detrás de Val, ella tomó a Jimenez bruscamente del abrigo y lo volteó- ¡¿a dónde cojones lo llevan?! ¡Y no nos mientas, maldita sea!
Jimenez nos miró a ambas.
—Lo llevaremos al sexto piso. Le daremos unos choques, para tranquilizarlo.
Frunzo el entrecejo, confundida, sin entender de qué habla.
—¿Cómo que "choques"? ¿De qué hablas?
Miro a Val, ella trata saliva.
—Mary, en el sexto piso, anestesiamos a los pacientes cuando sufren ataques como el que acaba de sufrir Adam y les damos choques eléctricos.
Doy dos pasos hacia atrás. ¿Había escuchado bien? ¿Choques eléctricos?
—¿CO-cómo que choques eléctricos? —tartamudeé.
—Al entrar al hospital, sus padres o adulto que esté a cargo de ustedes, firma un permiso en donde autoriza estos choques en caso de ser necesarios.
—¿Para qué son? ¿Por qué los dan?
—Se utilizan más frecuentemente para tratar cuadros de depresión mayor que no han respondido a otros tratamientos, como en el caso de Adam.
—Usted dijo que él estaba mejor -repuso Val- dijo que lo dejarían irse en unas semanas y ahora dice que no responde a los tratamientos ¿Qué clase de mentira es esta?
Jimenez suspiró.
—Val, no estoy mintiendoles. Le íbamos a dar salida a Adam, pero viendo cómo reaccionó ante la muerte de Augustus, si le damos salida, quién sabe qué podría hacer. Es un peligro para sí mismo.
—Eso no es excusa para darle choques ¡no somos unas ratas de laboratorio!
—Mary, los choques se utilizan desde hace años en el área de psiquiatría, y muchos pacientes han visto mejoras en las sesiones, además, los pacientes están anestesiados y no sienten ningún tipo de dolor. No tienen de qué preocuparse —se da media vuelta y finalmente, se va.
Yo aún intento procesar todo lo que acaba de pasar en los últimos minutos. Gus ha fallecido y Adam se lo han llevado para darle... ¿Choques eléctricos?
Me dejo caer sobre el sillón y me llevo las manos a la cara, tengo el corazón acelerado y el rostro sudoroso. Me siento confundida, siento ira y sobretodo, me siento deprimida.
Val se sienta a mi lado.
—¿Qué está pasando? -le pregunto a Val, con la mirada perdida- Gus está... Está muerto y ahora Adam ha recaído -miro a Val- ¿Qué cojones vamos a hacer?
Val no responde, pero sé que piensa lo mismo que yo: todo se va a la mierda otra vez.
Se habían llevado a Adam al sexto piso, mientras nos dejaban a Val y a mí con la noticia de la muerte de Gus.
Entonces, el golpe de dolor me atacó, el rostro de Gus sonriendo se me vino a la cabeza y el rostro de Adam gritando también y de repente, sin aviso, las lágrimas comenzaron a brotar y siento que me empiezo a desesperar.
—Gus está muerto -repetía yo, sin poder creerlo, sin querer creerlo- Gus está muerto...
Y aunque no quería creerlo, era verdad, Gus había muerto hacía tres días, el dos de enero, un día después del cumpleaños de Adam y un día después del aniversario de Matt.
El corazón se me rompía, al igual que el de Val. Habíamos visto a Gus hacía unos días, él nos hablaba sobre lo emocionado que estaba por su auto y él y Adam planeaban vivir cerca de la playa, porque Jiménez le había dicho que le daría salida en unas semanas, los cuatro teníamos planes de vivir juntos cuando nos fuéramos de aquí... Pero la muerte de Gus lo cambiaba todo.
Mientras pasabamos por el luto una vez más, ni Val ni yo vimos a Adam durante esa semana, no sabíamos qué había ocurrido con él luego de que se lo habían llevado.

Ver volar la cometa (Rosas Negras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora