Mi padre tuvo que trabajar los días siguientes, ya no podía pasar más tiempo lejos de su trabajo, por lo que, yo me quedé con mi madre. Papá había hablado con él director del colegio y le había explicado la situación, él estuvo de acuerdo con que faltara unos cuantos días.
Maddy y su madre también estuvieron pendientes de mamá, la llamaron y le mandaron sus mejores deseos y bendiciones.
Mamá me estaba enseñando a jugar ajedrez, yo nunca había visto el ajedrez como algo poco interesante, no podía mantenerme concentrada ni tomando mi medicina, pero mamá y papá adoraban el ajedrez, curiosamente, ambos estaban en el mismo equipo de ajedrez cuando ellos estaban en el colegio, fue así como se conocieron y ahora, yo también quería aprender, por más aburrido que me pareciera.
Mamá y papá solían hablar por las noches, cuando pensaban que yo estaba profundamente dormida y podía escuchar a mamá hablando, preocupada y a mi padre con la misma preocupación en su tono de voz.
-Tenemos que estar preparados para lo peor -escuché decir a mamá una noche, cuando yo estaba acostada sobre unas sábanas acolchonadas en el suelo. Dándoles la espalda.
-¿Para lo peor? ¡¿Cómo que para lo peor, Allison?! -le reclamó él.
-¡Baja la voz! Mary está dormida.
-Allison ¿de qué estás hablando?
-Escuchaste al doctor, Arnold... Es una cirugía peligrosa, no sabemos qué ocurrirá y tal vez yo no...
-No, no termines esa oración, por favor Allison. Todo saldrá bien, créeme, todo saldrá bien.
-Pero y si no, debemos prometerme que estarás para Mary.
De repente, las lágrimas me comenzaron a brotar.
-Allison, yo...
-Arnold... No puedes desmoronarte si algo ocurre. Debes prometérmelo.
-Allison, no puedes esperar que yo... Continúe con mi vida tan fácilmente si algo te ocurre en esa cirugía.
Se quedan en silencio unos segundos, y entonces, escucho sollozos de parte de papá.
-Ella solo te tendrá a ti... Por favor Arnold, tengo que saber que podrás hacerte cargo de Mary, que no te desmoronarás, que no dejarás que Mary se rinda. Prometemelo, Arnold, por favor.
Sigo escuchando llorar y sollozar a papá, y yo lloro también, sin que ellos puedan notarlo, lloro por lo que mamá le pedía a papá, porque parecía que... Qué ella no pensaba que fuera a sobrevivir, y eso me destrozaba.
-Te lo prometo, Allison.
Y entonces, sellada esa promesa, escucho también llorar a mamá. Estaba asustada, horrorizada y siempre intentaba parecer tan tranquila y calmada ante nosotros... Pero hasta las personas más fuertes tienen un límite y eso era algo que yo aprendería muy bien.•••
A solo un día de la cirugía de mamá, ella comenzaba a aburrirse de estar encerrada en el hospital, mi madre era del tipo de persona que tenía un alma libre... Le gustaba caminar descalza por las praderas, le gustaba bailar sin límites en medio de la noche, oler las rosas y admirar a los girasoles mientras estos se volteaban al son de sol, observaba los atardeceres y me enseñaba a apreciar la belleza de la naturaleza; los árboles bailando con el viento, el sonido de la lluvia y su olor en la acera cuando se detenía. Mi madre era el alma más hermosa y dulce que yo no conocería jamás.
Ese día, justo un día antes, le propuse a mamá que escapáramos ella y yo durante una hora y fuimos al campo de rosas al que habíamos ido cuando era niña. Fue como... Volver a nuestro lugar feliz una vez más. Estábamos recostada en una sabana, en el césped, mientras yo le explicaba por qué aquella nube parecía un patito y ella se reía a carcajadas.
-¡Te juro que tenía forma de pato!
Se rio.
-¿Ah, sí? Yo le vi forma de... Algodón de azúcar.
-Mamá, el algodón de azúcar es prácticamente una nube que se come.
Se ríe de nuevo.
-No tengo tan buena imaginación como tú, cariño.
-Eres mejor que yo en muchas cosas, mamá.
-Y tú eres mejor en un millón de cosas más, Mary -me mira y me sonríe, mientras toma mi mano y la acaricia suavemente- ¿Sabes lo que más amo de este prado, cariño?
Lo pienso.
-¿El olor de las rosas?
-El olor de las rosas... Los pájaros cantando y sobretodo, las mariposas azules.Le sonreí, recordando aquel día cuando tenía cuatro años.
-Las mariposas azules -repito en un susurro.
-El color de la felicidad, Mary.
La miro.
-El color de la felicidad, mamá.
Ella se da media vuelta para verme mejor y yo hago lo mismo.
-Hija... Hay algo de lo que quiero hablar.
-Puedes decirme lo que quieras, mamá.
-Sé que esto no es fácil de escuchar... Mary, quiero hablar sobre lo que podía pasar en la cirugía.
Ya sabía por dónde iba esto, y no estaba dispuesta a oírlo. Me di media vuelta otra vez, quedando boca arriba, observando el cielo azul.
-Mary, sé que es difícil, pero debemos hablarlo.
-No quiero, mamá ¿por qué no puedes entender?
Suspira.
-Lo quieras o no, necesito que lo hablemos.
Me incorporo y me siento, ella se sienta también.
-Escucha Mary... Ya sabemos que tal vez, la cirugía no salga como lo planeamos.
El corazón se me empieza a acelerar.
-¿Qué estás insinuando?
-Mary... Si no sale como lo planeamos, quiero que me hagas una promesa.
-¡No digas cosas sin sentido, mamá! Yo sé que todo saldrá bien ¡yo lo sé!
Pone su mano en mi mejilla.
-Cariño, si no es así... Prométeme que seguirás con tu vida.
Niego con la cabeza.
-No...
-Mary, hay algo que debes comprender. Toda tu vida, intenté protegerte del dolor, pero a veces, no hay nada que hacer y solo puedes seguir adelante, sin mirar atrás.
Entonces, las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas.
-¿Qué estás diciéndome? -le pregunto entre lágrimas.
-Si muero mañana, prométeme, cariño, que tú enfrentarás la lucha y luego, vas a continuar.
-Mamá... No puedo, nunca podría hacerlo sin ti.
-Oh, cariño, eres más capaz de lo que te imaginas y si me voy de este mundo, quiero irme sabiendo que tú y tu padre podrán superar esto juntos.
Niego con la cabeza de nuevo, mientras las lágrimas corren rápidamente.
-No puedo... Nunca podría, nunca podría.
Ella me abraza fuertemente y me acaricia el cabello.
-Llevas una parte de mi alma en ti... Mi corazón siempre estará contigo, y mientras tú no me olvides, entonces yo siempre viviré.
Lloro con aún más fuerza sobre su hombro, la simple idea de perder a mi madre, me destrozaba.
-¿Puedes prometérmelo, cariño?
Tardé varios minutos en responder, mientras ella me acariciaba y yo lloraba.
-Lo prometo, mamá -respondí finalmente, solo por ella.
-No sabes cuan feliz me haces, Mary.
Tú eres lo mejor de mi vida, que eso nunca se te olvide. Nunca lo olvides, Mary.•••
El día de la cirugía finalmente llegó. Mamá besó a papá y él a ella, y entre lágrimas, me abrazó y besó en la frente como lo hacía siempre, finalmente, la enfermera se la llevó. Mi padre y yo nos quedamos en la sala de espera, tomando cafés, pero sin comer, si algo teníamos en común mi padre y yo era que, cuando estábamos nerviosos o teníamos miedo, no nos daba ni una pizca de hambre, aunque el sueño, igual se apoderaba de mí y después de tres horas y media de espera, me quedé profundamente dormida.
•••
Una hora después, lo único que logró despertarme, fueron los gritos desesperados de mi padre. Abrí los ojos de a poco y vi como mi padre caía al piso, con el rostro entre las palmas de la mano y al doctor, abrazándolo. Entonces mis ojos se abrieron por completo y yo supe lo que ocurría, yo entendí muy bien lo que pasaba.
Mi madre nació el 26 de septiembre del año mil novecientos setenta y ocho, ella solía usar el cabello largo, hasta más abajo de los pechos, le gustaba cantar y cuando era niña, soñaba con ser cantante de ópera. Estudió toda su vida en el mismo colegio y ahí conoció al amor de su vida; Arnold Cooper, ella se enamoró de sus ojos azules, y él, se enamoró de su voz, se enamoró de la manera en la que ella bailaba con la música a todo volumen, de la manera en la que el viento hacia volar su cabello. Él la amaba más que a nadie en el mundo y ella a él.
Se casaron seis años después de haberse conocido en una gran boda con cien invitados, porque mi madre conocía a tanta gente que la amaba y admiraba. Un año luego de esa gran boda, nací yo y ella me crió rodeada de amor y de comprensión. Ella me enseñó que ser diferente no era malo, que ser diferente me hacía especial, ella me hacía sentir especial. Limpiaba mis lágrimas cuando entristecía, me enseñaba lo que era el amor cuando yo sentía que no tenía a nadie, porque mi madre lo era todo.
Mi madre tuvo una vida larga para algunos, pero extremadamente corta para mí, mi madre falleció el nueve de octubre, durante el otoño, mientras las hojas de los árboles caían de un color café claro con tonos rojizos. Murió mientras los pájaros azules cantaban afuera del hospital, mientras las mariposas estaban revoloteando en nuestro campo favorito. Mientras el cielo azul estaba en su máximo esplendor, ella murió, su luz se apagó y con ella, la mía.
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Ver volar la cometa (Rosas Negras #1)
Ficção AdolescenteAdam creció en una familia problemática, con tres hermanos menores y un hermano mayor, él y su hermano Matt tuvieron que hacerse cargo de su familia desde niños. Comiendo de la basura y viviendo con dificultad. Luego de pensar que estaban por tener...