¿No es extraña la manera en la que las personas morimos? Como llegamos a existir un día y al otro, simplemente, ya no estamos. Como la sonrisa de alguien se apaga en un segundo. Es extraño pensar que, a algunas personas las recuerdan por haber sido artistas, a otros por haber sido asesinos, a otros por haber ganado el premio nobel de la paz, a otros por haber sido buenas personas y luego están aquellos a los que solo su familia recuerda, está este pequeño grupo de seres humanos a los que solo su familia llora cuando mueren. No asistí al funeral de mi madre. No vi como su ataúd se ponía bajo tierra con su cuerpo inerte en el interior. No quise ver como todos la lloraban y decían palabras en su honor, palabras de personas que la habían conocido a lo largo de su vida y ahora que ya no estaban, iban a darle una última memoria a lo que fue su existencia. Me quedé en mi casa, sobre mi cama, con los ojos cerrados como si estuviera dormida, cuando no lo estaba, estaba perfectamente despierta y sabía muy bien lo que ocurría, pero no podía creerlo, estaba en una especie de shock... O como muchos lo llaman "la etapa de la negación". No podía asistir a su funeral porque el hecho de ver el ataúd significaría que ella ya no estaba, y eso no podía aceptarlo. ¿Quién puede aceptar que su madre murió de un día para el otro? Que un día estaba celebrando el cumpleaños de su hija y una semana después, esa misma hija la estaría poniendo bajo tierra.
Me acurruqué en mi cama, con el último vestido blanco que ella se había colocado, ese vestido con el que fuimos al prado lleno de rosas. Ese vestido olía como ella, y me acurruqué con el como si el fuera, y lloré sobre el como si fuera su hombro y lo besé tal y como lo haría si fuera su mejilla, y le susurré:
—Te amo tanto, mamá -como si lo estuviera susurrando en su oído.
Porque mi madre ya no estaba, y la muerte no perdona a nadie, la muerte no mira edades, no mira corazones, la muerte sólo ataca y una vez que lo hace, es irreversible.
Mi padre llegó a la casa después de estar varias horas por fuera. Escuchaba los murmullos abajo, en el primer piso, de tantas personas que querían honrar la memoria de mamá. Todos estaban abajo acompañándolo luego del funeral. Escuché que algunos tocaban a mi puerta, llamándome.
—Mary -tocó Maddy- Mary ¿Estás ahí?
Pero ella sólo logró escuchar mi silencio, que sonaba fuertemente en la habitación.
—Mary... -habló de nuevo- Sólo quería decirte que... Que siempre estaré para ti, eres mi amiga y te quiero, y... -la escuché suspirar- Lo lamento tanto, Mary.
—Mary -escuché a Josselin, su madre- Cariño ¿puedo pasar? Me gustaría hablar contigo.
Tal vez debí haber dejado pasar a Josselin ese día, debí haber permitido que alguien me reconfortara o me abrazara fuertemente como el vestido de mi madre lo hacía, pero no, no me lo podía permitir.
—Mary... Búscanos cuando nos necesites, siempre estaremos para ti, cariño -y dicho esto, las escuché bajando por las escaleras.
Todos querían consolar a papá, consolarme a mí. "La pobre niña cuya madre murió" escuché decir a algunos en el patio trasero, pero nadie podía entender mi dolor. Yo no tenía familia, no tenía primos, no tenía todos, yo solo tenía a mis padres y ahora... Uno se había ido para nunca más regresar, y eso era algo que yo no podía soportar. Mi luto duraría eternamente.•••
—Mary -me habló papá una noche, para ser más precisa, la novena noche sin mamá, cuando estábamos sentados al comedor durante la cena, una pizza que papá había comprado porque no sabía cocinar, y eso habíamos estado cenando las últimas noches. Él había insistido días atrás que quería que volviéramos a comer en el comedor como lo hacíamos siempre, pero yo no estaba muy de acuerdo.
—¡¿Es un chiste?! -le grité ese día.
—¡No me hables en ese tono, Mary Cooper! -se enojó él.
—¡¿Cómo piensas que vamos a comer otra vez ahí, sabiendo que mamá ya no está?!
—¡Ella lo habría querido así, Mary!
—¡Estás demente! -le grité- ¡ella está muerta y tú ya quieres que continuemos como si nada!
—¡Eso era lo que ella quería! -discutía él.
—¡Han pasado solo siete días, una maldita semana y ya quieres seguir como si nada!
—¡Basta de discusiones! ¡Cenaremos en el comedor y punto, te guste o no!
Yo siempre había sido una hija ejemplar, o al menos eso me decían. Nunca levantaba la voz ante mis padres, agachaba la cabeza cuando debía hacerlo y jamás les hablaba mal, porque eran mis padres y yo les respetaba como debía hacerlo, pero el dolor y la desesperación me comenzaban a cambiar.
—Mary -me habló de nuevo.
Sacudí la cabeza para concentrarme.
—¿Sí? -le respondí.
—Te estaba diciendo que quiero que regreses al colegio.
Pongo los ojos en blanco y me llevo la mano a la cien.
—¿Es una broma?
—No, Mary, y tampoco es una sugerencia, es una orden.
—¿Una orden? Tengo dieciséis ¿no te parece que puedo decidir qué hacer y qué no?
—Mientras vivas bajo este techo, mientras yo te dé todo lo que necesitas, entonces harás lo que yo diga, y lo que yo digo es que volverás al colegio. Hablé con el director y volverás el lunes. Todavía estás a tiempo de cursar lo que queda del año.
Suspiré y bajé la mirada hacia la pizza que estaba en mi plato. No había comido ni un bocado.
—Ya me cansé de comer pizza.
—Lo siento, mañana traeré otra cosa.
Levanto la mirada hacia él, pero mi padre la desvía bruscamente. Yo frunzo el ceño, confundida.
Últimamente, cada vez que lo miraba, él desviaba la mirada como si no fuera capaz de mirarme a los ojos y yo no entendía por qué. Pero mi padre estaba lidiando su propia batalla.
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Ver volar la cometa (Rosas Negras #1)
Teen FictionAdam creció en una familia problemática, con tres hermanos menores y un hermano mayor, él y su hermano Matt tuvieron que hacerse cargo de su familia desde niños. Comiendo de la basura y viviendo con dificultad. Luego de pensar que estaban por tener...