Al entrar al auto, Marcus me dirigió una mirada divertida a través del retrovisor. A pesar de mi mal humor, me sentí animada y casi se me sale una sonrisa, pero me esforcé para contenerla muy bien.
- Así que peleas - sonrió abiertamente sin despegar la mirada del camino.
- Claro que no, soy un angelito - sonreí de vuelta, recordando aquel momento.
Estos últimos meses Marcus y yo habíamos aprendido a pelear menos y a llevarnos mejor. De hecho, las últimas semanas habíamos estado yendo juntos a tomar batidos cuando venía por mí al instituto. Aunque había intentado alejarme de él lo más que pude debido a nuestros comportamientos extraños al estar juntos, era casi imposible ya que es mi chófer. Sin embargo, ya no habían sucedido más de esos sucesos que terminaban en besos o situaciones similares, por suerte... Supongo.
Cada día me sentía más a gusto con la compañía de mi chofer, pero de igual forma nos insultabamos de vez en cuando. Como para no perder la costumbre. Me asustaba la idea de ser amiga de Marcus. No entiendo el porqué, pero de igual forma era algo que me aterraba.
El camino a casa fue silencioso, pero nada incómodo. Marcus de vez en cuando me lanzaba miradas través del retrovisor, pero yo no me atrevía devolvérselas. Ya había pasado al rededor de un mes desde nuestro último beso, pero aún me sentía tímida. De vez en cuando volvía a surgir esa vibra extraña entre nosotros al quedarnos solos, pero siempre huíamos al notarlo.
Al llegar a casa, en mi habitación, me cambié el uniforme y luego me lancé a la cama a pensar sobre todo lo que había sucedido. Siempre he desconocido el pasado de mis padres con los Sanders y también la razón por la cual mi madre no quiere que sea unida a Marcus. Yo necesitaba descubrir los secretos de mi padres. Me incorporé en la cama y entonces recordé las cajas en el ático. Ahí almacenaban todos los recuerdos de su adolescencia y fotos de ellos cuando estaban en la secundaria y la universidad.
Nunca había entrado a ese lugar. Siempre lo había tenido prohibido con la excusa de que podrían haber insectos y otros animalitos. Siempre les he tenido miedo, por lo que nunca quise romper la regla y visitar el sitio.
El polvoriento ático lucía lúgubre. Apenas una pequeña ventana dejaba pasar algunos cuantos rayos de luz. Alcancé el interruptor de la lampara y luego de algunas titiladas y de tanto esfuerzo, la bombilla logró expulsar una tenue luz amarillenta que apenas iluminaba el sitio. Miles de cajas se apilaban una encima de otra, apoyadas en las vigas de madera polvorientas. Empecé a buscar dentro de cada una, hasta que dí con los albumes de mi madre. Habían varios y el primero que alcancé a ver traía de nombre 《ÚLTIMO AÑO SECUNDARIA.》
Abrí el libro y miles de imágenes llegaron a mis ojos. Mis padres tomando café, en el comedor, mi padre jugando fútbol con Ernest, Ernest con Emilia, la madre de Marcus, chocando sus puños, papá con una chaqueta del equipo de futbol, mamá con miles de libros, al parecer estudiando. Había muchos recuerdos lindos, pero una foto en específico me llamó la atención. Estaba doblada, casi como ocultando a alguien. Se podía ver a mi padre en un costado, quien a su vez abrazaba a mi madre. Del otro lado de la foto pude ver a Emliana, un brazo rodeaba su cintura, pero ahí la fotografía estaba rota, ocultándo la identidad de la otra persona. Seguramente era Ernest, pero... ¿Por qué lo habían sacado de la imagen?
- ¿Madeleine? - salté con sorpresa y como pude oculté la foto dentro de mi bolsillo trasero. Al voltear visualicé a Marcus con una expresión de confusión. Traté de sonreír casualmente, pero más bien esbocé una extraña mueca que probablemente lo asustó. - ¿Qué haces aquí? - preguntó señalando el lugar. Luego miró la caja y el piso repleto de imágenes y continuó su pregunta - Viendo fotos de...
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MI CHOFER.
Teen FictionMadeleine Berrycloth es una chica millonaria y mimada. Tiene una vida llena de lujos y comodidades, pero todo cambia un día, cuando su chofer de toda la vida se enferma y es reemplazado por su odioso e irritable hijo; Marcus Hoffman. Ambos se lleva...