Capitulo 6

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Balanceé mis pies desde el taburete, ya que quedaban colgando. Tenía un vaso de licuado en mis manos que ayudaba a refrescarme, ya que hacía muchísimo calor.

- ¿Y quién era la chica del otro día? La que vino - indagó Rosa. Le gustaba mucho saber de mi vida.

- Vino para hacer un retrato de mi cara - le conté.

- ¿Retrato de qué? - preguntó Marcus, entrando a la cocina. Lo miré fijamente, sin responder su pregunta.

Su pelo castaño estaba desordenado y caía sobre su frente. A veces pareciera que nunca se peina.

- ¿Qué me miras? ¿Te gusto? - preguntó con arrogancia. Giré mis ojos y le di la espalda.

- Tonto arrogante - susurré.

- Allí está la leche, Marqui - Rosa señaló una caja de cartón encima de la encimera.

- Lo haré aquí, la licuadora de la cabaña se dañó.

- ¿Y tu padre?

- Está bien, dice que tiene mucha hambre.

- Bien - asintió Rosa -. Maddy, cariño ¿Podrías llevarle esto a Ernest? Por favor - me tendió un tupper con lo que parecía lasagna.

- Claro - bajé del taburete de un brinco sin soltar mi licuado de fresa.

Caminé lentamente hacia la cabaña y al entrar un delicioso aroma me llegó. Parecía ambientador olor a frutas. La pequeña cocina estaba frente a la entrada; apenas y tenía una pequeña encimera al lado de la puerta. Más adelante estaba la pequeña salita con un mueble amplio y un televisor en la pared. En la esquina estaban las escaleras.

- ¿Don Ernest? - pregunté, subiendo al segundo piso.

- Aquí - respondió una voz ronca desde arriba.

Subí cautelosamente y en cuanto llegue a la habitación lo vi, recostado en la cama. Parecía cansado y se veía un poco pálido. Lo miré fijamente y me senté en la cama de al lado, la que supuse era de Rosa.

- Rosa me mandó a traerle comida - sonreí, aunque sabía que no podía verme.

Ernest estiró sus manos al aire, un poco más al lado de donde yo estaba, pero aún así le puse el tupper en las manos.

- ¿Maddy? - preguntó.

- ¿Sí?

- Oh, Maddy - sonrió, mirando a una esquina de la habitación cercana a mi posición. Se formó un nudo en mi garganta, no me acostumbraba a verlo así -. Debes estar tan linda, cariño. Ven y dame un abrazo.

Lo abracé y aguanté un sollozo. Ernest era como un tío para mí, siempre había estado conmigo, llevándome a todos lados desde que era una simple niña.

Empecé a ayudarlo a comer mientras me contaba lo difícil que se le había hecho ser ciego. Lágrimas salían de sus ojos, lamentádose de su destino.

Ernest era pintor, le había afectado muchísimo el hecho de perder la vista ya que no podría volver a hacer lo que tanto amaba. Me estuvo contando las maravillosas personas que había conocido en el hospital y cómo lo trataron tan bien. También me comentó que Marcus había cambiado a clases online en la universidad para poder venir a trabajar aquí y así ayudarlo y cuidar de él.

- Me siento tan culpable, Maddy - admitió con tristeza -. Siento que en vez de la víctima soy la carga. Arruiné los planes de mi hijo de ir a estudiar a otro país. Yo había insistido en que contrataran a alguien para cuidarme, pero él se negó rotundamente y decidió venir aquí. Estaba decidido en cuidarme él mismo y en ayudar a su abuela - sonrió nostalgicamente, mirando a la nada -. Él es un buen chico, ¿Qué tal le va de chofer?

MI CHOFER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora