Capitulo 4

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Pasé mi antebrazo sobre mi frente para limpiar gotas de sudor imaginarias. Había lavado muchas ollas y ya mis manos se sentías cansadas. Además, me había mojado toda mi camiseta y un poco mis pantalones. Marcus, que se encargaba de secar los platos, cada tanto lanzaba risitas de burla.

Rosa se había mareado tan fuerte que tuvo que sentarse a tomar un vaso de agua y Marcus la mandó a descansar mientras nosotros nos encargábamos de la cena y la limpieza de la cocina. Ella se negó a irse y se quedó sentada, hablando con nosotros de vez en cuando.

Mi mamá cuando está aquí suele ayudarle, ya que, por su edad, Rosa suele cansarse rápidamente, pero ahora que viajó a Londres debemos ayudarla nosotros.

- Estás dejando los platos grasosos - se quejó Marcus.

Lo miré con ira.

- Deja de buscar excusas para quejarte de mi magnífico trabajo y cierra la boca.

- No entiendo por qué pelean tanto - suspiró Rosa.

- Es culpa de Madeleine - defendió rápidamente Marcus.

- Eres un infantil.

- Y tú una perezosa.

Acune mis manos y cuando se llenaron de agua las extendí a toda velocidad en dirección a Marcus, llenándole toda su franela de agua. Él abrió los ojos lo más que pudo y me miró tal y como un asesino lo haría. Tragué saliva.

Una esponja llena de jabón recorrió todo mi cabello, hasta pasar por mi rostro y detenerse en mi cuello. Intenté abrir los ojos para mirar a Marcus, pero, en cuanto los entre abrí entró jabón, provocando que empezara a lloriquear y saltar como una bebé, echándome agua en los ojos. Marcus reía a carcajadas.

- Las pagarás - chillé.

- Ya basta.

Ambos miramos a Rosa. Yo con los ojos entrecerrados, ya que aún me ardían.

- Dejen de pelear y hagan las cosas civilizadamente. Parecen unos niños, peleando y peleando por todo - se detuvo abruptamente y cerró los ojos con fuerza. Se había vuelto a marear.

Marcus y yo caminamos rápidamente hacía ella y la ayudamos a levantarse. La obligaríamos a que se fuera a la cabaña a descansar. Se veía pálida y ojerosa, definitivamente necesitaba dormir un poco. Marcus se ofreció a acompañarla a la cabaña, mientras yo me encargaba de terminar de lavar los platos.

En cuanto salieron de la sala mire mis uñas rápidamente, aprovechado que Marcus no estaba cerca. Hasta ahora seguían intactas y no se había estropeado mi manicure. Suspiré con alivio y seguí lavando los platos; ya no quedaban muchos.

En cuanto Marcus volvió, me contó que rosa se sentía hambrienta y, mientras yo termina con los trastes, él empezó a hacer comida.

Los platos estuvieron limpios más rápido de lo que esperaba. Cuando termine miré disimuladamente mis manos y al ver que seguían intactas suspiré de alivio. Marcus, al ver que ya estaba libre, me miró.

- Haz una tortilla de huevo - pidió Marcus, mientras batía una mezcla para hacer panqueques -. Rosa quiere comer eso.

Tragué con fuerza.

- Hazla tú y yo me encargo de batir tu mezcla - sonreí falsamente.

- No.

- Vamos, no seas...

- No, haz tú el huevo. No vas a perder un dedo por cocinar, Madeleine.

MI CHOFER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora