Día 2: KuniKen

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Día 2: KuniKen

Celebridad AU

Capucha puesta, manos en los bolsillos, cabeza gacha, siempre dando la espalda al espejo. No era buena idea verse reflejado, aunque tal vez debería darse un vistazo, porque ya prácticamente había olvidado cómo lucía su rostro.

Sentía unos cuantos mechones pajosos caer sobre su frente. Ladeó su cabeza para apartárselos sin necesidad de liberar sus manos; no quería sacar a relucir su piel opaca ni comprobar qué tan largas tenía las uñas.

El ascensor se detuvo en el piso 5 y dos mujeres ingresaron. Kenma apenas les dio una mirada y enseguida cortó el contacto visual. Ojos fijos en sus zapatillas que había utilizado sin descanso por los últimos días.

Dichas mujeres se apoyaron en el lateral opuesto del ascensor. Su fragancia de coco invadió el lugar. Traían tacones, cabellos sedosos; atractivas como para tratarse de un contexto coloquial y no una sesión de fotografías. Sus voces chillonas asesinaron al silencio.

Kenma se encogió en su intento por pasar lo más inadvertido posible. Traía ropa holgada y oscura; esperaba que eso lo hiciera camuflarse en el color grisáceo de los laterales del ascensor.

Piso 4. Piso 3. Ya casi sería libre.

—¿Será él? —cuchicheó una de las mujeres.

—No, qué horror —respondió la otra.

Palabras que invocaban al desastre. Kenma decidió no prestar atención a lo que hablaban, aunque quizá denominarse como el foco de atención de ese dúo sería atribuirse demasiada importancia.

¿Quién querría reconocerlo?

Una de ellas de pronto le tocó el hombro con su dedo índice. Kenma ladeó la cabeza. Se vio en esos hermosos ojos verdes y no le gustó lo que se reflejó.

—Disculpa... —le dijo la mujer con voz entrecortada por una risa chillona—, ¿eres... eres Kozume Kenma? —inclinó su rostro hacia el de Kenma, con ojos fisgones.

No había mucho para ver. La única zona que Kenma traía descubierta era su rostro. Ojeras, piel pálida, labios secos; fin del recorrido. No había forma que relacionaran aquello con las fotografías de ese personaje tan perfecto que salía en las páginas de varias revistas.

—No —pronunció Kenma, sorprendiéndose de lo ronca que sonó su voz. No se había escuchado hablar desde hace muchas semanas. Vivir en soledad no lo ameritaba.

La mujer se cubrió la boca, frenando la risa que casi fue escupida en el rostro de Kenma y volteó en torno a su amiga.

—Sí, definitivamente es él —dijo la mujer.

—¡Qué asco! —dijo su amiga.

Risas estruendosas. Risas altivas. Risas que no perdonaban la cruda realidad.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Primer piso, por fin. Kenma no lo dudó y salió de esa jaula de leonas hambrientas. Un «ya entiendo por qué lo sacaron de la revista» fue lo último que alcanzó escuchar.

Ya había escuchado mucho de eso. Aún así, su boca se curveó por unos segundos hasta que fue interrumpido por una propia mordida de labios. Saboreó sangre. Bien; de vuelta a la realidad.

Salió del edificio donde se alojaba y emprendió el paso sin destino fijo; solo se dejaba guiar por los gruñidos de su estómago. Vio restaurantes ostentosos a lo lejos y decidió caminar hacia la dirección contraria.

Kenma Ship Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora