Capítulo 1

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-¿Y dice qué no has visto nada? -Repite la pregunta uno de los policías.
La chica mira hacia otro lado ausente y el hombre suspira.

-Yo sé que para usted esto debe de ser muy difícil pero, necesitamos su colaboración.

El rostro inexpresivo no cambia y el hombre da un leve golpe en la mesa.
Hugo siente a la chica estremecerse y decide intervenir.

-Alec. Es obvio que esto no está funcionando. Ella no va a hablar.
El policía me mira antes de asentir y alejarse.

Sus ojos se posan en ella, que está mirando hacia el suelo y acurrucada sobre el asiento.

-Oye... -Susurra agachándose frente a ella. -Voy a necesitar que me digas dónde vives. Para llevarte a casa, ya sabes.

Los ojos de ella se abren ligeramente y le observa con un gesto de terror.

-¿Estás bien?
Hugo trata de obtener una respuesta y se sorprende cuando repentinamente la chica se tira sobre él y le engancha de la camiseta agarrando parte de la tela entre sus puños cerrados.

Él solo hace pequeños círculos en su espalda para tratar de calmarla y suspira pesadamente.

-Yo me voy ya, ¿vale?
Hugo sonríe levemente a la chica de ojos azules y se pone de pie.

-Ellos van a cuidar de ti hasta que averiguemos donde vives. -No recibe ninguna respuesta por su parte y resopla un poco frustrado con ello. -Me voy, hasta luego.

Y cuando ya está a punto de salir de la comisaría unos brazos se cierran al rededor de su cintura, evitando que siga caminando.
Hugo rápidamente se da la vuelta con el ceño fruncido, notando a la chica temblando y agarrándose a él con fuerza.

-¿Qué pasa?
Observa como ella no deja de temblar y lágrimas se deslizan por sus ojos.

-Bueno, está bien. -Hugo sonríe suavemente. -Te llevaré a mi casa de momento.

La castaña parece relajarse un poco y Hugo la guía hasta su coche aparcado en frente de la comisaría.

-Espero que te gusten los animales. -Comenta Hugo. -Tengo dos perros en casa. Son muy agradables y cariñosos. Seguramente te den una muy buena bienvenida.
Hugo aparca el coche en el garaje de su casa y le guía hasta esta.

-Son un poco brutos. -Avisa abriendo la puerta lentamente y recibiendo a dos pitbulls que corren directamente hasta ellos.
Ambos en vez de ir hacia Hugo cómo de costumbre, se dirigen hacia ella y acaban por tirarla al suelo.

En un principio se asusta pero por primera vez desde que la ha conocido, puede apreciar como una amplia sonrisa está plasmada en el rostro de ella.


-¿Tienes hambre? -pregunta Hugo esperando que por lo menos la chica le de alguna respuesta aunque sea no verbal, pero la castaña solo se limita a mirar la televisión con atención.
-Yo voy a ponerme un cacho de pizza.

Y ahí es cuando por fin su atención es llamada, puesto que la castaña se gira repentinamente hacia él.

-¿Pizza? -Hugo vuelve a preguntar y ella asiente rápidamente. -Esta bien.

El rubio le dedica una pequeña sonrisa y camina hacia la cocina y deja dos trozos en su plato y otros dos en el plato de ella.

Al rato camina de vuelta al salón y los deja en la mesa de delante.

Hugo le observa hasta que coge un trozo y dirige su mirada hasta su propio plato.

-¿Está buena eh?
El rubio sonríe observando como la chica engulle la comida y le dedica una sonrisa tímida.

-Oye... -Hugo recoge los platos y los aparta a un lado. -Se que toda esta situación es de lo más complicada, sobre todo para ti... Y de verdad que yo odio incomodarte con mis preguntas... Pero me encantaría saber de ti para así hacer que puedas volver a tu vida...
La castaña solo le mira fijamente y acaba por sacudir la cabeza.

Hugo suspira y se levanta para llevar los platos a la cocina, observando las acciones de ella desde allí. Que solo se limita a mirar la televisión.

-Me voy a dormir ya... -Hugo le hace un gesto y señala las escaleras. -¿Quieres que te preparé el sofá? Solo tengo una habitación arriba y una sola cama, pero el sofá se puede convertir en una y es muy cómodo. El único inconveniente esque mis perros son muy pesados y seguramente querrán subirse contigo, pero puedes echarles si quieres.
Su sonrisa demuestra que no le importa en lo absoluto y en diez minutos el sofá cama está ya dispuesto.

-Buenas noches... Si necesitas algo estoy arriba, mi habitación es la única que hay así que... Eso...
El rubio sube las escaleras algo frustrado por no haber ni siquiera sacado su nombre, él suele ser bueno en estas cosas y en nada consigue que todo esté en orden.

-Imagino que esto me va a llevar más tiempo... -Piensa. -Por no hablar del responsable de la bomba...
Suspira y se echa en la cama sabiendo que esa noche no va a poder dormir.


A la mañana siguiente Hugo abre los ojos sintiendo el cansancio pesarle, pero aún así se levanta, siendo ese su día libre.
Baja rápidamente las escaleras y lo primero que hace es observar el sofá cama, que está completamente vacío.
Piensa en llamarla pero recuerda que no sabe ni su nombre y bufa.

Busca por toda la casa, pero no está por ninguna parte y entonces se da cuenta de que también faltan sus perros y sale al pequeño jardín trasero en el que suelen estar tumbados disfrutando de las mañanas heladas.

-Aquí estáis.

Casi suspira de alivio al ver a sus pitbulls y a la castaña echados sobre la hierba.
Ella eleva la mirada y le observa avergonzada.

-Voy a preparar el desayuno. Os aviso.
Hugo sonríe y vuelve de nuevo a la casa, siendo seguido rápidamente por la chica, que en seguida ocupa un lugar en el sofá y agarra el mando de la televisión.
-En el desayuno hay una regla. -Hugo llama la atención de la castaña. -No se puede ver la televisión, ni usar el teléfono... Es una regla que llevo teniendo desde pequeño y la he mantenido.

Vuelve a dejar el mando sobre la mesa y camina hasta la cocina, sentándose en un taburete.

-Por lo menos no te has enfadado. Mi sobrina vino de visita la semana pasada y se pilló un buen mosqueo. -Hugo suelta una carcajada y niega con la cabeza recordándolo. -Por cierto, hoy es mi único día libre de trabajo, por si te apetece que te lleve a dar una vuelta y eso... -Cambia de tema volviendo a intentar que diga algo. -O puedes empezar por decirme tu nombre.

El rubio decide parar de intentar sacarle algo, cuando siente su mirada nerviosa y suspira dejando un par de platos con gofres en la mesa de la cocina.

-Por cierto, como habrás notado, no soy nada sano. -Bromea Hugo tratando de aligerar el ambiente y lo consigue sacando una pequeña sonrisa de la boca de ella. -Pero tranquila, no engordo ni un gramo.

La chica mantiene su sonrisa y se lleva un cacho de gofre a la boca haciendo un pulgar hacia arriba, dándole a entender que está muy bueno.
Y ese simple gesto da esperanza a Hugo. ¿Algo es algo no?

Eva y Hugo - Carpe diemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora