Un mundo dentro de otro

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Podía sentir el sonido del lápiz escribiendo sobre el papel y seguido a ello, el comienzo de un nuevo día, de una nueva aventura que está por venir. Me levanto de la cama y rápidamente me visto, al parecer, hoy tendré prisa en el camino al trabajo. Cojo los trozos de pizza sobrantes de la noche anterior y los caliento en el microondas, mientras eso ocurre, pongo la cafetera a funcionar, va a ser un largo día, solo me hace beber café cuando de verdad lo necesitaré. Me siento en la mesa y me dispongo a tomar desayuno, casi no mastico la comida ¿realmente es tan tarde? Miro el reloj. Efectivamente es tarde, no alcanzare a tomar el autobús. Llegue a la estación justo a tiempo, ahí venia mi transporte. Busque un asiento y estaban la mayoría ocupados pero, tuve la suerte de encontrarme con una de mis compañeras de trabajo, la cual hizo más ameno el camino. Llegamos y cada uno fue a su sala. El lápiz ha dejado de rozar con la hoja de papel, supongo que aquí quedaré por hoy. Terminé de revisar los últimos detalles del informe junto a mis compañeros y lo fui a entregar al profesor, fue un buen día. Bueno, verla siempre hace mejor mis días, supongo que hoy me iré caminando. Caminé a un paso rápido como siempre y al llegar me despoje de mis zapatos y me puse mis pantuflas, aquellas suaves pantuflas para descansar mis pies. Me senté nuevamente. El tiempo vuelve a correr para mi y retomo mis labores tal y como me había quedado, el sonido del lápiz vuelve a sentirse dentro de mi cabeza pero, lo siento mas rápido y con mas ganas de lo normal. Mi tiempo en el trabajo paso más rápido de lo que esperaba e incluso me demore en salir, me quedé un poco más de tiempo afinando algunos engranajes. Me dirigí a tomar el autobús pero, ya era demasiado tarde para hacerlo. No vivía tan lejos del trabajo pero, igualmente caminar 40 minutos era un poco agotador. La idea de todos modos me pareció fantástica, me gusta como sentimientos afloran tan repentinamente en mi. Avance unos metros y la vi a ella, a mi compañera de trabajo. La vi a los ojos, los tenia rojos. La vi a la cara, tenía una mejilla morada. Le vi sus manos, las tenía blancas por el frío viento de invierno. Platicamos todo el camino e incluso la fui a dejar a su casa, un sentimiento de preocupación nació en mi. Nos despedimos y fui a mi casa. Me saqué los zapatos y me acosté. El sonido del lápiz en la hoja dejo de sonar nuevamente y el tiempo se detuvo. Bese sus labios por primera vez y debo decir que hacía mucho tiempo en donde no me sentía tan feliz. La acompañé varios días de vuelta a su casa y el brillo de sus ojos comenzaba a nacer de nuevo, aquel brillo que vi esa mañana en el autobús. Tome sus manos y tiernamente bese sus labios. Pasaron los días y se hacían más lindos, día a día me sentía mas en las nubes. Las noches a su lado eran cada vez más luminosas, los sentimientos que nacían cada vez que el lápiz se movía no podían agradarme más. Salí de la universidad y nuevamente decidí caminar, camine a un paso rápido como siempre. Llegue a la casa y me despoje de los zapatos y me puse las pantuflas, me senté y prendí la luz, como siempre. El lápiz vuelve a sonar dentro de mi cabeza, esta vez, mas lento, mas cauteloso. Me dirigí al trabajo y un sentimiento de tristeza me inundó esa mañana. Llegué al autobús pero esta vez, muy temprano.

Llegué al trabajo, termine antes el trabajo y tome el autobús a mi hogar. El lápiz seguía sonando, nunca había estado tanto tiempo sonando en mi cabeza. Comenzó a llover y pude ver como poco a poco se iban llenando las calles y tapando las canaletas, como los vidrios se empañaban y como los árboles se movían por el violento viento de invierno. Me recosté y mire al cielo, el sonido de las gotas cayendo y chocando contra el techo llenaban la pieza, al igual que el sonido del lápiz rayando la hoja de papel. Esta vez, los sentimientos ya no eran tan gratos. "Supuse que llegaría a un final, prefiero irme a mi casa" pensé mientras veía su figura alejarse. Me levanté, el sonido del mundo era mucho más calmado y tranquilo, casi sereno. Encendí la cafetera y unte la mantequilla en la caliente tostada. Salí a la estación y tomé el autobús. Vi a mi compañera de trabajo, simplemente era eso, mi compañera de trabajo. El lápiz dejó de escribir, mi tiempo se había detenido. Cerré la tapa del cuaderno y me fui a dormir. A la mañana siguiente fui nuevamente a la universidad, si bien, había terminado todo debía seguir asistiendo. Me pesa un poco el corazón, me pesan un poco los ojos. Dormí bastante mal anoche. El viaje en el autobús fue bastante incomodo, estaba ella sentada muy cerca mio y no podía evitar apartar mi mirada, no sé en qué momento pasamos de compartir pedazos de nuestras vidas, de nuestros corazones, a ser simplemente unos extraños. No podía sacarme ese sentimiento de angustia de la cabeza, lo peor es que el lápiz sigue sonando contra la hoja de papel, el maldito lápiz no deja de darle más y más detalles a todo este momento, me siento fatal. Otro día terminado en la universidad y vuelvo a casa, vuelvo a sacarme los zapatos y a ponerme las pantuflas. Hoy no tengo ánimos de nada. 

Historias cortas vol. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora