Sombras

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Volvía a pisar el suelo de aquella casa una vez más. Habían pasado al menos 4, no, 5 años desde aquel día. "Eres la sombra de lo que fuiste alguna vez" fueron las últimas palabras de uno de mis compañeros de colegio. Que irónico que me llamen una sombra, siendo que lo que mas quiero es ser una de ellas. Reía siempre que podía, siempre veía el lado positivo de las cosas, pero desde que ocurrió aquello ya no podía hacerlo, para ser más correcto, no me nacía. Di unos pasos dentro de la casa, al menos, iba a sacar un poco el polvo antes de mostrarla a las personas que quieren comprarla. A medida que avanzaba por las distintas habitaciones de la casa me daba cuenta que los bordes de los muebles aún estaban dibujados en el piso y demostraban cómo estaban distribuidos por el edificio. Mi mente comenzó a verlos nuevamente y podía verlos oscuros, sin colores y aunque suene irónico, sin vida alguna. Llegué al dormitorio y la silueta de la cama yacía ahí, en el centro del cuarto. En ella estaba la sombra de aquella persona que había llenado mi ser. Que terrible es acercarme a tocar una vez más su rostro y que mi mano no pueda alcanzarla, que mis labios no puedan besarla. Que horrible es sentir que una vez más te escapas de mi. Está anocheciendo, los visitantes dijeron que les tomó más del tiempo que había presupuestado en ver otras propiedades y si podían venir a verla mañana. Respondí que sí. Aun queda algo de sol y mi sombra se extiende a lo largo de la habitación, espero que ella sea más afortunada que yo y pueda tocarla una vez más. Cerré los ojos y me resigne a dormir. Se hizo de día, pase la noche en casa y no en el trabajo, era mi día libre. Tomé las llaves del auto y salí conduciendo muy feliz, la radio y la conversación hicieron que no sintiera el pesado viaje. Cuando llegábamos al destino, en una curva y en un abrir y cerrar de ojos, choqué. El auto estaba hecho trizas y lo único que atine a hacer fue a decir su nombre. La sangre corría por el concreto, los vidrios se encontraban por todo su cuerpo, apenas podía mantenerme consciente, pero hasta que la viera abrir los ojos yo no planeaba cerrar los míos. La sangre no paraba de huir de mi cuerpo y el frío se apodero de toda mi piel, inevitablemente, cerré los ojos. En el instante que volví a abrirlos la casa seguía igual de callada, igual de sucia. Las sombras de los muebles y de su figura se hacían más reales a medida que iba recordando detalles. Cada vez se hacían mas dolorosos y me hacían sentir mas solo. En aquel día perdí mis ganas de seguir adelante y me volví sombrío. 

Historias cortas vol. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora