Esta es una historia de amor que se lee escuchando la tonada de un piano, Tomando un vaso de agua, una taza de café o, si lo desea, una copa de vino. El frío invierno se torna como siempre imparable, incesante y, obviamente, crudo como es. Me levanto por la noche, me duele un poco la cabeza. Abro la nevera y saco una botella con agua, saco el pedazo de tarta que me sobró de anoche y la como. Dejo el plato y la botella sobre la mesa y trato de seguir durmiendo. Desperté por la mañana y el solo hecho de haber sacado mi cuerpo de las tapas de la cama me dejó congelado y sin ganas de querer salir de ella, aun así, sabia que tenia que levantarme y salir a la calle. Me abrigué inmediatamente la espalda y mi cuello. Me puse un polerón y una bufanda. No me gusta usar mucho la bufanda, cuando respiro se me empañan los lentes y me carga esa sensación de no ver nada por el vapor que sale expulsado hacia arriba. Tomé una taza y la llené de agua, puse una bolsita de té y le añadí azúcar, té sin azúcar para mi no puede ser, odio el amargor de las hierbas. Trabajo en un pequeño restaurante, no gano mucho pero, lo que me interesa es aprender del gran chef que está a cargo. Me gusta mucho cocinar y trato de hacerlo siempre lo mejor posible pero, aun así, siento que hay un mundo que tengo por conocer. Mi trabajo es solo seguir las recetas y órdenes dentro de la cocina pero, yo no nací para seguirlas sino que crear mis propios caminos. El chef a cargo me deja quedarme después de la hora de cierre y ocupar los elementos que sobraron de la jornada para que practique, me ha tomado bastante cariño al ver lo determinado que estoy de avanzar en la cocina. Tomo los pedazos de pollo que sobraron, los sazono bien con un poco de sal y pimienta y lo arrojo a la sartén bien caliente con el aceite de oliva y unos trozos de mantequilla. Preparó al lado la guarnición, hoy quiero hacer algo distinto y preparo unos pequeños mousses de palta y de berenjenas y unos aceites de cilantro y perejil. Estaba por terminar mi plato y escucho la puerta del restaurante "¿Aló? ¿Hay alguien ahí dentro?" Qué clase de persona pregunta si hay alguien si claramente están todas las luces apagadas, la cocina no se ve desde aquí y el olor es casi imposible que sea percibido desde ahí afuera, solo un animal con un sentido del olfato muy desarrollado podría olerlo. "puedo oler desde aquí lo que está cocinando, ¿es el chef del local?" Acaso lee mi mente? Es imposible que huela lo que estoy cocinando, seguiré en silencio sin darle mucha importancia a lo que está diciendo. "es bastante impresionante que use la palta y la berenjena en una preparación de pollo, veo que lo ha cocinado vertiendo los aceites sobre el pollo una y otra vez." Terminé de cocinar y en vez de sentirme contento por mi preparación, no pude evitar sentir curiosidad por lo que esa chica dijo, acertó a los ingredientes a la distancia a la que estábamos. No quiero abrir la puerta porque el restaurante está cerrado y tengo órdenes de no abrir la puerta principal, solo puedo salir por la puerta trasera que es la puerta de servicio. Salí y me dí la vuelta por el callejón que está a un lado del local y le vi espiando por la rendija que queda entre la puerta y el marco de ella. Me quedé un rato viéndola y me dio un poco de risa al ver como movía su nariz para oler de mejor forma. "¿Quién anda ahí?" preguntó mirando hacia donde estaba, supongo que mi risa no pasó desapercibida. "soy el que estaba cocinando ahí dentro" le respondí "¿Quién es usted?" Se me quedó mirando unos momentos como si estuviese analizando si en verdad era yo o no el
que estaba cocinando "soy una cocinera, tengo un pequeño restaurante unas cuadras más abajo. ¿De verdad tu eras el que estaba cocinando?" "si, acaso no parezco un cocinero?" le respondí de vuelta "si te soy sincera, no. Pero, me llamó la atención lo que estabas cocinando, ¿puedo acompañarte hasta la cocina?" "lo siento, no puedo dejar pasar a ningún extraño a nuestra cocina, menos a una persona que es competencia de nuestro local" Le respondí de forma seria. "lo entiendo, pero te aviso desde ya que no será la última vez que pasaré por aquí y tarde o temprano tendrás que abrir esa puerta. Me llamo Antonia, por si en algún momento quieres llamarme por mi nombre" Solo la miré con una sonrisa en la cara y volví a mi cocina. Al día siguiente, con el típico ambiente frío del invierno, me dirigí al restaurante a continuar con mis labores de cocinero. Una vez terminada la jornada volví a quedarme en la noche, volví a cocinar algo con un ingrediente distinto para practicar mi cocina, ella volvió a aparecer y decir los ingredientes que usé y así, durante varios días, siguió ocurriendo. Una noche de las tantas que se quedó Antonia, estaba lloviendo muy fuerte. Por el clima tan frío y húmedo, decidí hacer un postre. Me encanta el chocolate que no es ni tan amargo, ni tan dulce. Amo los frutos rojos y amo la naranja al igual que la menta. Decidí hacer una pequeña torta de naranja con chocolate y adornada con una delicada salsa de frutos rojos y menta. Preparé los bizcochos y comencé con los preparativos para los rellenos de mi torta. En lo que avanzaba llegó ella a la puerta y la oí de lejos decir "que delicia". Comenzó a llover más y más fuerte, luego de unos treinta minutos comenzó a nevar. "Antonia, será mejor que te vayas a tu casa. El frío se puede sentir desde la cocina y yo estoy al lado de los hornos y cocinas, te puedes enfermar ahí afuera" le dije. "No moveré un solo dedo de aquí hasta oler esa torta terminada." Me dijo con su voz tiritante, el frío era tan notorio como corría por su cuerpo que no podía mentirme y le pregunté: "¿Tienes frío?" "Ni un poco" me contestó una vez más con su voz temblorosa. Puse a hacer un poco de café en la máquina, traje la chaqueta con la que me vengo en las frías mañanas y prendí uno de los hornos más potentes que tiene la cocina, abrí la puerta principal y la hice pasar. "Si no te hago pasar te hubieses congelado ahí afuera ¿Qué tan lejos tienes que llegar para hacer cambiar a alguien de parecer?" le pregunté muy molesto, solo sonrió. Le serví el café y le pase mi chaqueta, estaba completamente fría. La puse al lado del horno y la deje para que entrara en calor, seguí cocinando. "te mueves bastante bien en la cocina como para ser un simple ayudante ¿Estás seguro de que no eres el chef de este restaurante? No me mentiste ¿Cierto?" me preguntó mientras seguía tomando del humeante café. "Guarda silencio y toma tu café" le respondí. "vaya, que carácter que tienes. Eres totalmente distinto cuando cocinas" me dijo. "Debo escuchar hasta el más mínimo detalle de la cocina, necesito escuchar las llamas y como se cocinan los alimentos" "tu tienes el oído y yo el olfato, esperemos que mi gusto también esté de acuerdo según lo que he olido" "¿Crees que te dejaré comer de la torta que estoy preparando?" le respondí con un tono irónico. "No me iré de acá hasta que me des un bocado y eso significa que el chef principal sabrá que alguien desconocido y que más aún, es parte de un restaurante aledaño, estuvo aquí"
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Historias cortas vol. 3
Short StoryEs el tercer volumen de las historias que escribo, que las disfrutes