Escapada

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Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en porqué estoy aquí son aquellas palabras que leí en el chat de celular. Una a una las palabras se me clavaban en lo más profundo de mi corazón y no pude hacer nada más que llorar encima de aquella brillante pantalla en medio de la noche. Al día siguiente, seguía sintiendo un enorme pesar en mi pecho y sabía que no podía seguir así por mucho tiempo, decidí salir de la ciudad y venir al lugar en el cual estoy. Tomé el autobús y fui a la estación de trenes en donde tomé el primer ferrocarril a algún lugar que me hiciera olvidar todo lo que me estaba pasando. Es un poco difícil huir del ajetreo capitalino, de cierta forma te toma y te enreda entre sus largas obligaciones y deseos de poder encajar en una vida tan rápida y llena de estímulos negativos para la cabeza. Le dije al vendedor de los pasajes que me vendiera uno a un lugar en donde pudiese olvidarme de todo lo que pasaba por mi mente, a lo que el solo asintió y me entregó el papel. El camino fue bastante largo y supongo que el sonido típico del tren logró hacer que me olvidara un poco de todo aquello que estaba viviendo en el momento. En un comienzo todo lo que pensaba era que no había traído mucho equipaje conmigo, tomé una de las mochilas que usaba para ir a la escuela que tenía en mi armario, metí un cambio de ropa más y un poco de dinero. A medida que pasaba el tiempo me perdía en los tantos árboles y hojas verdes que adornaban el pasar de las vías del tren. Cada una hora o quizás un poco más, pasaba la vendedora y ofrecía los múltiples productos que tenía, le compré el equivalente a una taza de café cada vez que pasó. Pasaron así unas cuantas horas y llegamos al destino, debo ser muy sincero, no sé cómo llegué hasta aquí ni en donde estoy específicamente. Pase un tiempo en la estación de trenes mirando los alrededores y viendo el mapa para saber en dónde estaba y así poder planificar algo. Un sentimiento dentro de mi me dijo que debía simplemente salir de aquí y caminar a donde me llevara el camino. Tomé mi mochila y así me adentré hasta aquí, hasta donde estoy recordando el intenso viaje que emprendí. El olor a humedad en la piso, la suave brisa que logra colarse por entre medio de los árboles, el sonar del agua escurriendo por las rocas, aquella sensación de que soy la única persona en el mundo, todas aquellas sensaciones que siento ahora no las cambiaría por nada en el mundo. Estoy acostado en medio de la nada, en un bosque del cual no tengo ninguna intención de salir, al menos por hoy. Estamos en pleno invierno, pero es como si las nubes cesaran su fuego contra la tierra mientras estoy aquí. Siento una innegable sensación de paz y puedo hundirme en mis pensamientos más profundos. El primer pensamiento que se me viene a la cabeza, eres tú. Tu innegable aroma y tu suave piel, tu radiante sonrisa y aquella forma de ser tan característica. Por un momento me pongo un poco triste y pienso en todo aquello que hicimos. ¿Cuánto tiempo tardé en pensar todo aquello que me gusta de ti? ¿diez segundos? ¿quizás menos? ¿En tan poco tiempo puedo pasar todo aquello que me hiciste sentir y que provocas aún en mí? Luego me puse a pensar sobre aquellas cosas que llevaron a que escribieras la carta, a que la aceptara y que me hicieran dar este viaje tan errante. Me puse a pensar sobre aquellas discusiones y sobre esas noches en donde ni siquiera el frío aire del invierno quiso pasar. En donde aquellas comidas terminaban en los platos ya que ninguno quiso siquiera darle un bocado. Recordé esos momentos en donde mi corazón quería salir de mi pecho, donde mi alma, de cierto modo, quería estar contigo y quería decirte que no te fueras, que no pensarás así de mí. ¿Cuánto llevo pensando sobre ello? ¿horas? ¿por qué aquellos sentimientos que catalogamos como negativos priman sobre aquellos que consideramos como positivos? ¿Por qué le damos tantas vueltas a un asunto que de por sí, no consideramos como primordial en lo que construimos? ¿Es parte del ser humano actuar y pensar así? Estuve un tiempo pensando sobre estas preguntas y no logré llegar a una conclusión.

Abro los ojos por unos momentos y me doy cuenta de que la noche yace sobre mí, el manto de estrellas cubre todas las copas de los árboles y siento como los brotes apuntan a la luz de la hermosa luna. Prendí una fogata para mantener el calor durante la noche, me tapo con el abrigo que llevaba puesto y con uso la mochila como cojín para poder acomodar mi cabeza. Cerré los ojos una vez más y volví a sumergirme en mis pensamientos. Durante la tarde pude ordenar mis sentimientos y logré llegar aquella conclusión que estuve evitando durante el día de ayer, estuve escapando de aquel desenlace que no quería creer y que no quería que se volviese real. Ahora en mi cabeza resuenan otras preguntas que hasta este momento no sé cómo voy a responder, no sé cómo voy a lograr encontrar las palabras para poder contestarlas a lo largo de las próximas horas. Aquel impacto de volver a ser un individuo, de ser un punto que no es acompañado por nada más, es algo que no todas las personas son capaces de entender y procesar. Siempre he pensado que hay personas que no pueden estar solas, siempre he pensado que, de cierto modo la mayoría de la gente tiene dependencias emocionales y que no sabe cómo lidiar con ellas. La base para poder salir adelante es comprenderse a uno mismo y en base a ello, comprender a otros. Ante esto me surgen algunas preguntas ¿Por qué algunas personas priorizan comprender a otros antes de comprenderse a ellos mismos? ¿Por qué cuestionan sus actos por los estándares que tienen otros de ellos mismos, por qué deben encajar en un lugar? ¿Por qué la gente tiene tanto miedo de volverse a encontrar con un mismo luego de un quiebre con las emociones? Pasé gran parte de la noche pensando y pensando en las respuestas a estas preguntas, cuando estuve en la puerta de las respuestas, caí en un profundo sueño. Durante mi profundo sueño soñé que tocaba el cielo por un momento, que volvía a tenerte entre mis brazos, pero luego recordé esta tarde y volví a aceptar que ya era parte del pasado. Luego, de lo poco que recuerdo, es haber soñado que las frías aguas del río que estaba cerca de donde me dormí me llevaban lentamente y el relajante sonido me envolvía por completo. Poco tiempo después, desperté. En la mañana puse un poco de agua del río en mi botella y tomé acompañada de un poco de un dulce que compré en la estación. Me puse a pensar sobre lo que había hecho ayer y en qué haría hoy, no pensé demasiado, no tenía nada que hacer. Caminé un poco más dentro el bosque y llegué a un lugar en donde había un claro. Los árboles rodeaban formando un circulo en el cual la luz del sol caía completamente de lleno, las flores crecían dibujando el contorno de la luz y con sus hermosos colores me invitaban a que me tendiera en el centro. Que agradable es el sol de invierno, que agradable es sentir aquel calor que no te quema pero que si quita un poco el frío del ambiente. Es un sol que no te sobrelleva y que, además, hace que las gotas de rocío de la mañana se vean más intensas y los vivos colores de la naturaleza se acentúen. Estuve en el claro durante unos minutos pensando un poco más. ¿Seré demasiado poco? ¿Seré yo el problema? ¿Acaso mi forma de ver la vida es incorrecta? Estas tres preguntas estuvieron rondando sobre mi cabeza y tampoco obtuve respuesta. Al final del día volví al pueblo en donde me bajé y compré un boleto para volver a casa, este tiempo en ese lugar lograron alivianar la carga de mis hombros, pude limpiar mi aire y aclarar mi mente. Si bien, las múltiples preguntas que me hice fueron contestadas a medias, o simplemente, no pude contestarlas, pude aclarar un poco las cosas que me pasan y así volver a comprenderme a mí mismo. En el fondo, se la respuesta a cada una de las preguntas que me hice, pero muy dentro mío, necesito de un ambiente en donde no tenga nada que pensar para volver a recalcar la respuesta. Estoy volviendo en el tren, estoy volviendo a casa y espero que no haya ninguna sorpresa. Abro la puerta del departamento y pongo la tetera para tomarme un té, conecto el celular y pongo un poco de música para poder acompañar mi brebaje. Mientras tomo, veo las noticias desde el teléfono y digo, estoy de vuelta.

Historias cortas vol. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora