𝑫𝒐𝒔

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-¡JungKookie!-llamó su amigo y jefe, entrando por la puerta de su oficina y el nombrado alzó la vista de los cálculos en su computadora para verlo-¡Deja ya esa computadora!¡Recoge tus cosas que nos vamos!

El pelinegro suspiró pero decidió hacer caso a lo que le decían.

Jeon JungKook, de veinticinco años de edad, creció en el seno de una familia humilde y por ello le costaba socializar con las personas ya que la mayoría pertenecían a una clase más alta que la suya.

Pero Kim TaeHyung, su mejor amigo desde su llegada a la gran ciudad cuando se conocieron en la Universidad, era el encargado de ayudarlo con aquel mínimo problema. De hecho, al haber estudiado juntos y fundar TaeHyung su propia empresa, JungKook fue el primero que pasó por su mente para trabajar junto a él, siendo, como siempre, la uña y la carne, tanto en la vida cotidiana como en los negocios.

Tannie Designs era una empresa que patrocinaba una línea de productos para el cuidado de mascotas y avanzaba a pasos agigantados en el mundo de los negocios, cosa que solía mantener bastante ocupados a sus trabajadores.

Por este motivo, casi todas las noches, luego del trabajo y si el jefe podía, tanto él como sus trabajadores se iban juntos a cualquier bar o restaurante a despejar sus mentes de tanta labor ejercida en el día.

Como era el caso de ese día.

-A veces pienso que tu dinero es infinito, hyung-bromeó una vez estuvo a un lado de TaeHyung.

-Soy millonario, JungKookie. Desde la cuna-se encogió de hombros-. Lo que pienso yo que es infinito son tus ganas de trabajar hasta tarde.

-Sabes bien que sí me tomo mi tiempo-sonrió de lado.

-Deberías conseguirte una chica y follar más seguido-aconsejó-. Eres apuesto, vistes elegante y tienes un cuerpo sobre el cual cualquier mujer querría saltar-le guiñó un ojo luego de la risa del pelinegro-. Palabras de las chicas de por aquí ¿eh?

-Aún no encuentro a una mujer que me satisfaga lo suficiente y viceversa. Ni siquiera suelen aceptar mis propuestas para salir.

-¡Joder! Pero follando una vez al mes no vas a conseguir nada-golpeó ligeramente el hombro contrario-. Aprovecha esta noche-insistió-, y ese pelo largo-señaló la cabellera ajena-, que sabes que tiene a las chicas locas, y prueba suerte.

JungKook rió por aquella última frase. Era consciente de lo mucho que le gustaba a TaeHyung su pelinegra y larga cabellera que le llegaba poco más por encima de los lóbulos de sus orejas y que, a conjunto con sus aretes y los trajes que solía usar, le hacían lucir elegante y sensual.

-Prometo que, si después de esta noche no consigues novia o algo, te pago una prostituta tres veces por semana.

JungKook no pudo evitar largar una sonora carcajada que llamó la atención del resto de sus compañeros que apenas y se encontraban a unos pasos por delante de él y TaeHyung.

-¿Y qué sucede si no acepto?-se atrevió a decir, enarcando una ceja.

-Soy tu jefe y es una orden. Tienes que obedecer sí o sí-con una sonrisa triunfadora, chocó los cinco con su amigo.

JungKook era un joven que siempre tuvo en mente lo que quería y siempre luchó hasta el cansancio por conseguirlo, logrando así una casa para su pequeña familia (en las afueras de la ciudad por petición de su madre) y un apartamento con unos cuantos lujos en el mismo edificio donde antes vivía su amigo, puesto que el mismo se había mudado a un departamento un poco más pequeño hacía no mucho tiempo atrás.

Siendo contador, JungKook ganaba bastante dinero y había tenido el placer de recorrer el mundo, decidiendo quedarse al lado de TaeHyung allí en Seúl pues varios de sus sueños ya habían sido cumplidos y sólo faltaba el último y más importante: enamorarse y crear su propia familia.

Había salido con muchas chicas, pero como bien había dicho su amigo, sólo lo querían para saltar sobre su cuerpo y gozar del mismo. Ninguna de sus ex novias lo quiso tanto como él a ellas pero, a pesar de todo, no se rendía.

Sabía que había alguien para él y aparecería en cualquier momento.

Sólo era cuestión de ser paciente.

Y la paciencia, a ese hombre, le sobraba.

-¿A dónde iremos hoy, jefecito?-cuestionó uno de los muchachos.

-¡A un bar!-exclamó TaeHyung.

Los vítores de sus acompañantes no se hicieron esperar.

Todos necesitaban un descanso.

Por eso, luego de que cada cual se fuera en sus respectivos vehículos, todos se hallaban entrando al bar: Dreamer.

JungKook sonrió de lado al notar más de una fémina mirada sobre su persona, incluyendo las de sus compañeras.

Su cabello estaba suelto y dividido, como siempre solía peinarse, y su traje, completamente negro, al igual que sus zapatos, resaltaba su blanquecina piel.

El bar estaba bastante lleno, pero no lo suficiente como para no quedar mesas libres, donde los recién llegados comenzaban a sentarse.

El pelinegro quitó su saco para colocarlo en el espaldar de la silla y más de un suspiro, tanto en su mesa como en algunas partes del bar, se escucharon.

Y es que, la camisa que llevaba, había sido remangada hasta sus codos y el cuello de la misma, cuyo primer botón fue desabrochado, dejaba a la vista parte de sus marcadas clavículas.

Sólo por jugar, TaeHyung, quien estaba sentado a su lado pues le había cedido a él el puesto del cabecilla, se unió a los suspiros, apoyando su codo sobre la mesa y su mejilla sobre su puño.

JungKook rió ligeramente al verlo y dió un suave golpecito al brazo amigo.

-Bueno, obviando la excitante vista que tenemos en la punta de la mesa-habló TaeHyung, señalando sin ningún disimulo a JungKook, quien sólo podía reír- ¿Qué van a pedir de beber?

En lo que sus compañeros hacían sus pedidos, JungKook se concentraba en la música.

My Oh My de Camila Cabello era la canción que sus oídos reconocieron mientras sus ojos se paseaban por el lugar.

Habían muchas chicas lindas, unas mirándolo, otras bailando, algunas cuantas conversando con sus acompañantes...

-¿Y tú que vas a pedir, JungKookie?-la voz de su amigo lo hizo devolver la vista a su mesa.

-Hum...creo que un whiskey estaría bien.

⇱ᴇʀʀᴏʀ⇲  ▸ᴊᴇᴏɴ ᴊᴜɴɢ ᴋᴏᴏᴋ◂✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora