𝑪𝒊𝒏𝒄𝒐

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SoRa recién salía del baño, luego de cambiarse y salía con su vestido en manos, dispuesta a preguntarle a JungKook dónde poder lavarlo, pero se lo encontró sentado en la cama, esperando pacientemente por ella.

Y es que, con tanta confusión en su mente, necesitaba un tiempo y tomó el hecho de que las copas se hayan derramado conjuntamente con las únicas gotas de somnífero que tenía como una señal más de que esa noche era suya y que, si JungKook estaba dispuesto a complacerla, ella aprovecharía y no se controlaría pues HonSeok le importaba muy poco en esos momentos y eso lo decía la ausencia de la alianza de matrimonio en su dedo anular.

-Wow. Nunca pensé que mi ropa se vería tan bien en alguien-comentó el muchacho, ciertamente maravillado con la vista que tenía.

SoRa sólo vestía la camisa del chico, la cual le llegaba, de forma suelta, poco más por debajo de los muslos y le quedaba extremadamente bien.

-Supongo que tu buen gusto en la ropa influye un poco en que la camisa me quede bien-habló ella, bajando la cabeza hacia la ropa que llevaba en brazos, algo avergonzada por el comentario ajeno-. Aunque creo que hay algo que desencaja.

JungKook alzó una ceja y SoRa alzó sutilmente uno de sus pies, mostrando así sus tacones.

-¡Oh! Entonces ven aquí.

SoRa obedeció, dejando a un lado del chico los shorts y su vestido.

-¿No usaste el short?-preguntó, algo impresionado, sabiendo de antemano que su cordura prendía de un hilo.

-Uhm, no-sonrió de lado-. La camisa me queda bastante larga como ves.

El pelinegro sólo asintió y encorvó su espalda para alcanzar los pies se SoRa.

-¿Puedo?-pidió permiso, alzando su cabeza para hacer coincidir sus ojos con los de la muchacha, quien asintió.

Con delicadeza, las grandes y venosas manos del muchacho se concentraron en desabrochar las hebillas de los tacones, no pudiendo evitar dar una que otra suave caricia a la pantorrilla ajena.

Una vez el primer zapato estuvo libre, alzó un poco el pie de la muchacha y retiró el calzado, dando un rápido masaje a la extremidad contraria.

SoRa lo miraba y sentía todo en silencio, deleintándose con cada roce y caricia, sabiéndose afortunada de pasar la noche con semejante hombre.

Cuando el otro zapato abandonó su pie y quedó descalza, posó su mirada en el chico, quien parecía respirar con cierta dificultad.

Y no era para menos, si estaba conteniendo los deseos de pasear sus manos por aquellas piernas de piel suave que tanto le habían llamado la atención desde un inicio.

-Voy a...poner a lavar el...vestido-rápidamente se colocó de pie y tomó dicha prenda, saliendo casi corriendo hacia el cuarto destinado para la limpieza y lavado.

La castaña se permitió soltar unas risillas hasta que su vista se posó en las dos copas de vino sobre la mesita de noche, las cuales tomó en sus manos y esperó a que JungKook llegara.

Cuando el chico volvió a hacer acto de presencia, SoRa le extendió una de las copas.

-Por lo menos esta vez tuve la suerte de no derramar las copas sobre tí.

Aquel gracioso comentario, para ellos, los hizo reír y se encaminaron al sofá que el chico tenía en su habitación.

-¿No quieres unas pantuflas o algo?-volvió a decir el muchacho, pero SoRa negó.

-Estoy bien así-sonrió de lado-. En casa suelo andar descalza.

Y de ahí, la plática simplemente surgió como si nada.

Conversaban, reían y hacían anécdotas pasadas, interactuando más entre sí, envolviéndose en una íntima burbuja, conociéndose mejor.

-¡Ugh! A veces maldigo a mi jefe por darme tanto trabajo y pasarme tantas horas con la cabeza gacha-bufa SoRa, sobando su cuello.

-¿Te duele?-la castaña enarcó una ceja en un gesto de obviedad y JungKook rió-. Vale, sé que fue una pregunta estúpida-alzó sus manos en son de paz-. Si quieres puedo darte un masaje y así te relajas un poco.

SoRa no se lo pensó dos veces y se acercó un poco más al chico, dándose luego la vuelta.

JungKook soltó una ligera risilla y llevó sus manos a los hombros ajenos, inciando así su masaje, el cual resultaba más que placentero para SoRa.

Pero la tentación fue mucho más grande.

El pelinegro no soportó un segundo más sin rozar aquel blanquecino cuello que le pedía a gritos ser mimado, y fue por eso que llevó sus labios a dicha zona, rozando suavemente sus labios contra la piel ajena, paseando los mismos de arriba a abajo.

La castaña no podía evitar sentir esas caricias incluso más placenteras que un masaje e, inconscientemente, inclinó su cabeza hacia el lado, dejándole al chico un mayor territorio donde entretener su boca.

JungKook decidió ir lento y disfrutar cada segundo con SoRa, besando su cuello con parsimonia y suavidad, dejando que sus dientes apenas rozaran con la piel de la chica.

Pero el suspiro involuntario que la castaña dejó escapar, lo dejó con ganas de más, de oír más de aquel tipo de sonidos y fue justo ahí donde una mordida, más fuerte a comparación de las otras, fue dada al cuello de la muchacha, quien, ya importándole poco el reprimirse, gimió.

Su cuello, sin dudas, era una de sus debilidades si de placer se trataba.

Con una sonrisa ladina, JungKook se colocó de pie y ayudó a SoRa a hacer lo mismo.

Se quedaron uno frente a otro, sólo mirándose, hasta que fue ella la encargada de enredar sus brazos alrededor del cuello contrario, juntando así sus respiraciones.

El casi nulo espacio entre ambos se extinguió cuando el muchacho colocó sus manos en las caderas de SoRa, acercándola finalmente a él, para, de una vez, juntar sus labios en un apasionado y húmedo beso donde sus lenguas no tardaron mucho en aparecer.

SoRa estaba disfrutando al máximo de engañar a su marido.

Jamás pensó que se sentirían tan bien las caricias y besos de alguien ajeno a su matrimonio.

Por ello, cuando el aire les faltó a ambos amantes y se vieron obligados a separarse, ella le dijo:

-Pierde los modales, precioso. No creo que sea necesario contenernos a partir de ahora.

⇱ᴇʀʀᴏʀ⇲  ▸ᴊᴇᴏɴ ᴊᴜɴɢ ᴋᴏᴏᴋ◂✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora