Los aplausos. Se convirtieron en una ley, las ocho de la tarde era la hora soñada por todos, los que nos mantenía socialmente activos. Gracias a eso podíamos sentir que todos estábamos juntos, que no era un mal único sino común. Yo me emocionaba cada vez que Mario y yo salíamos al balcón a aplaudir. Se suponía que lo dedicábamos a los sanitarios, a los farmacéuticos, a los reponedores, camioneros, repartidores... a todas esas personas que no podían parar. A los que exponían su salud para salvar la de todos. Las ocho de la tarde era una cita a la que no faltábamos.
Manolo, el vecino del bloque de en frente sacaba altavoz y micrófono y nos animaba aquellos diez minutos de desconexión en los que todos conectábamos mucho más. Primero el resistiré, después lo que le pidiéramos.
Mario bailaba conmigo y mi vecina adolescente nos miraba muerta de la envidia. No se separaba de su móvil, hasta creo que nos grabó en alguna ocasión.
Yo era muy patosa pero Mario se movía tan bien que mi poco ritmo pasaba desapercibido. Apretaba fuerte mi cintura con su mano y cantaba mientras yo me moría de la risa. De la vergüenza mas bien. Me movía por todo el balcón y todos los balcones bailaban al ritmo de la música de Manolo, que era muy folclórico.
Cuando todo terminaba volvíamos a aplaudir y nos despedíamos con un:
–¡Hasta mañana a las ocho!
Hacía buena temperatura, aprovechábamos ese rato para quedarnos en el balcón. Lucía, la vecina hizo lo mismo y Mario, que hablaba con una piedra, comenzó a hablar con ella mientras yo repasaba mi Instagram.
–Ya te han devuelto el móvil –dijo al verla tan pegada a aquella enorme pantalla.
Apoyó sus brazos en la barandilla y se asomó para verla mejor. Ella se mantuvo en la misma posición, pero soltó el móvil. Le sonrió descarada.
–Me lo he ganado.
–¿Cómo? –se interesó él.
–He fregado los platos durante dos días –y lo dijo como si aquello fuese el mayor logro de la historia.
–Sí que te lo has ganado.
–Mis seguidores de tiktok me estaban empezando a echar de menos.
–¿Tiktok?
Y creo que es una herramienta que muchos hemos descubierto en la cuarentena, ¡y maldita la hora! esa aplicación me quitó muchas horas de mi tiempo y ojalá no haber escuchado aquella conversación entre Mario y Lucía.
Ella se puso de pie, comenzó a enseñarle lo que era aquella extraña brujería y yo me acerqué también, porque si algo me gustaba era saber qué era lo que estaba de moda.
Para que nos entendamos, es una aplicación en la que se suben videos haciendo paridas varias con un audio diferente de fondo, mayoritariamente de música y sobre todo abundan bailes. Si no sabes bailar, olvídate, no es tu aplicación. Pero si solo quieres que las horas pasen como si fuesen minutos, adelante.
Cuando entré en casa Mario se estaba abriendo un perfil.
–Yo creo que tendrías muchos seguidores –fue lo último que oí de Lucía, mientras se mordía una uña.
Y no pude evitar pensar que, en realidad, lo que ella quería era verlo más horas de las que ya lo hacía. Porque esas charlas en el balcón se habían vuelto costumbre. Y no sé a cuál de los dos les sentaba peor esa compañía.
Mi teléfono comenzó a sonar. Era una videollamada. Contesté.
–¡Dime!
–¿Cómo estás cielo? –y sí queridos, os presento a mi madre.
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Confinada con tu crush
ChickLitMía tiene 27 años, es astrofísica en potencia pero da clases de música en un instituto de Sevilla. Ella habla de ondas mecánicas y sus alumnos escuchan trap. Le gusta poner adjetivos a las cosas, cree en la amistad verdadera pero no en el amor, nun...