2. NO ME HAGAS DAÑO.

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Termino de acomodar el dobladillo de mi falda y listo. Me miro al espejo que está posado frente a mí y sí que me queda muy bien el uniforme colegial. Es una falda de cuadros rojos y azul oscuro, ésta me queda dos dedos arriba de las rodillas, suéter manga corta de color rojo, medias azules y zapatos negros de colegio.

—Ariadna —la puerta de mi cuarto se abre de repente haciéndome saltar del susto.

Frunzo el ceño al ver a la persona que casi hace que me dé algo por su manera de entrar. No entiendo que hace aquí y por qué entra de esa forma sin respetar mi privacidad. Se acerca a mí en pasos lentos.

—Que linda estás —susurra para luego acariciar mi mejilla.

Mi estómago se revuelve y rápidamente reacciono quitando su mano de mi mejilla.

—¿Pasa algo? No he dicho nada malo, sólo... la verdad. Ese uniforme te queda perfecto. Ya me imagino como te quedará la ropa que te traje, que, por cierto, más tarde mandaré a Adeline a que te la suba.

—No es malo decir que estoy linda, lo malo es la forma en como lo expresas y tu actitud. De verdad que es muy incómodo. Otra cosa, sé que ésta es tu casa, puedes hacer lo que quieras en ella, pero por favor, quiero privacidad en mi habitación, ¿qué tal si en un momento entraras así y me vieras desnuda? No sería para nada lindo; no soy de colocarle cerradura a las puertas, pero me veré obligada en hacerlo si usted entra de esa forma indebida.

—Shh. Hablas mucho chiquilla, que parlanchina eres y tu actitud... hum, luego opinaré sobre ella. Sólo vengo a informarte que ya te debo llevar a tu nuevo colegio, así que toma tus cosas y vamos —me sonríe. Da media vuelta y se marcha dejándome con mil preguntas. Que hombre tan raro.

«Ten cuidado, aquí las personas no son como tú crees».

Las palabras de Adeline llegan a mi cabeza. ¿Se refiere a él? ¿O a todos? Quizás... ¿Personas que me faltan por conocer? Sacudo mi cabeza tratando de olvidar todo lo sucedido, tomo mis utensilios escolares nuevos y bajo las escaleras.

Mi madre se encuentra sentada en uno de los sofás leyendo alguna revista de noticias. Lleva puesto un hermoso conjunto negro floreado, su peinado es un chignon, se ve... reluciente. No me extraña que esté despierta tan temprano lo que sí, es que no esté sugiriendo alguna bebida alcoholizada.

—Buenos días —pronuncio.

Levanta su vista y alza una ceja, sonríe y niega.

—Eran buenas —mi ceño se frunce al no entender sus palabras. Toma un vaso que no había visto y bebe algún líquido de él.

—¿Por qué eran buenas, mamá? ¿Eso es...?

—Nada cariño. Sí, es lo que piensas. Por favor vete ya a la escuela, no quiero discutir tan temprano y dañar mi lindo día.

Suspiro y no queda más de otra que irme. Salgo de la casa y el frío viento me recibe haciéndome estremecer. El claxon del auto de Martín suena, me hace seña de que me suba y yo un poco dudosa obligo a mis pies caminar hasta esa dirección. Abro la puerta trasera, pero este me detiene.

—Si quieres puedes subirte en la del copiloto.

—Este... no gracias, prefiero los asientos de atrás —hago una mueca y termino de entrar.

El resto del camino es silencioso, unas que otras veces notaba que Martín me veía por el retrovisor y puede que sea exagerada, pero me incómoda, le tengo cierta desconfianza.

El camino hasta el colegio no es tan largo, a unos 7 minutos en carro tal vez. Lo que sí es solitario, queda un poco retirado de las casas que, por cierto, son inmensas como la de Martín, además, hay que atravesar un bosque que de noche te puede dar escalofríos con tan sólo verlo.

MI MUÑECA DEL TERROR [Nueva edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora