12. EL CD

694 111 63
                                    

Me bajo del autobús escolar y camino hasta la entrada de la casa, la directora se encargó de dejar a cada uno en su hogar para asegurarse de que no nos pasara nada. Pude notar el temor que tiene con toda esta situación, ya que, en varias ocasiones, llegué a observar cómo jugaba con mechas de su cabello desesperada, susurrando cosas para sí misma. Observo un carro muy lindo que nunca había visto aquí, pero no le doy importancia ya que Martín cambia de carro, así como cambia de mujer y calzoncillo.

Abro la puerta lentamente para no causar ruido y me detengo en el marco de ésta observando como ella está arrodillada frente a la mesa de centro limpiándola con toallas y detergentes especializados para eso. A veces me pregunto si en verdad está aquí por gusto propio u obligación.

—Oye, tengo una pregunta —hablo. Ella se levanta rápidamente dando media vuelta con la mano puesta en el lado izquierdo de su pecho. Sus ojos demuestran sorpresa y trata de hablar, pero sus palabras no salen—. Respira, respira. Disculpa por haber entrado así.

—Tranquila, no se preocupe. Solo pensé... que no vendría por ahora. ¿Pasa algo? —juega con sus dedos.

—Quiero que me respondas con toda la sinceridad del mundo lo que a continuación te voy a preguntar —ella frunce su ceño nerviosa, ¿estaré siendo muy fría con la pobre mujer? —no es nada malo, solo quisiera saber si estás aquí por voluntad propia. Puedes confiar en mí, no diré nada.

—Ah, pensé que era algo... ya sabe, no me preste atención —sonríe— estoy por voluntad propia. El señor me ofreció trabajo y en verdad lo necesitaba mucho. Es un lindo Ángel.

¿Qué carajos acabo de escuchar? ¿Un lindo Ángel? ¡Puf! Si ese es el mismísimo demonio en persona.

—Qué bueno. Solo era eso —por lo visto tenía razón, ella viene por voluntad propia pero engañada, aunque al parecer ésta cedió a lo que se suponía que eran engaños.

—¿Por qué la pregunta, señorita?

—Por nada. Solo olvídalo ¿Vale? —ella asiente— una última pregunta, ¿se encuentra Martín y Mónica?

—Sí, el señor se encuentra en su despacho y la señora en su habitación dormida. Por cierto, señorita, su madre anda muy mal sinceramente.

—Vale, gracias —le regalo una sonrisa de boca cerrada tratando de ocultar mi molestia cuando menciona la palabra "madre".

Subo las escaleras rápidamente, ansiosa por saber qué hay en el CD que encontré la otra vez en el sótano. Entro a mi habitación y rápidamente, me estremezco por el fuerte viento que se cuela por la ventana de ésta, la cual se encuentra abierta.

¿Será qué Candy llegó?

Cierro la ventana con su cerradura para luego, inspeccionar por toda la habitación de que nadie se encuentre dentro. No hay nadie, ni siquiera está Candy.

De pronto fue la mucama que entró a mi habitación para hacer el aseo y dejó la ventana abierta. Pienso un poco dudosa. Últimamente tengo mucho pánico por todo lo que está ocurriendo.

Levanto con fuerza el colchón de la cama, lo sostengo con una mano y con la otra libre tomo el CD. Bajo el colchón dando un largo suspiro, preparándome para todo lo que pueda ocurrir a continuación.

Me dirijo hasta la televisión —la cual nunca le he prestado atención— y al momento de subir el CD para colocarlo en el DVD mis ojos se abren en par al ver la nota que se encuentra pegado al objeto. La despego con algo de temor y leo atentamente.

"Ella merecía morir. No te sientas culpable, ni mucho menos me odies por haber sido yo quien acabara con ella cuando debiste ser tú. Si no lo hubiese hecho, tal vez en estos momentos tú no estarías leyendo esta nota".

MI MUÑECA DEL TERROR [Nueva edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora