15. ¿QUIÉN ERES?

723 97 60
                                    

Ariadna.

Abrir los ojos se me ha hecho pesado, es como si algo me impidiera no hacerlo. Pelear constante conmigo ha sido duro, pero por fin lo he logrado. Al poder abrirlos la luz me fastidia, es como si hubiese permanecido en la oscuridad por hace muchos siglos; un terrible dolor de cabeza que jamás antes había sentido se apodera de mí.

Trato de moverme, pero no puedo, me siento cansada y mi cuerpo no reacciona.

—¿Qué... qué me ha... pasado? —susurro. No recuerdo casi nada.

—Bicho, has... despertado —trato de moverme al escuchar esa voz que se me hace conocida, pero simplemente es imposible recordarla—. ¡Oh, has despertado!

Veo como un diminuto cuerpo se posa a mi lado, su rostro se ilumina al encontrarse con mis ojos y analizo de abajo hacia arriba lo que parece ser una muñeca, al instante frunzo mi ceño por la confusión, ¡mierda! ¿Una muñeca me acaba de hablar? ¿Dónde estoy? ¿En qué mundo me he transportado? Ella trata de acercarse más y yo trato de moverme, si es posible para salir corriendo, pero no puedo. ¿Acaso esto es un sueño?

—¿Qué pasa? —pregunta con un tono de preocupación y melancolía.

De repente mi cabeza hace clic y muchos recuerdos —algunos borrosos—, comienzan a llegar como si fuera un tráiler que estuviera resumiendo mi vida tan... miserable. Hubiese preferido no recordar nada y si es posible, jamás despertar.

Y bien, mi momento de cobrar aquellos baños con agua fría han llegado.

—¿Quién eres tú? —lanzo la pregunta sin rodeos, tratando de mantenerme lo más seria posible.

Pude descifrar de inmediato lo que ella sintió al escuchar esas tres palabras. Dolor. Por su expresión sentí como su corazón —nótese el sarcasmo porque según lo que me dijo la otra vez los muñecos no tienen corazón— se hizo trizas.

Se baja de la cama mirándome como un bicho raro, no encuentra qué decir ni mucho menos qué hacer. Quiero soltar una carcajada por su expresión, no obstante, disfrutaré un poco más de este momento. Quién diría que la muñeca que encontré por primera vez con apariencia de asesina en serie le doliera tan solo tres palabras. Vaya que detrás de todo ese ser de maldad hay un poco de cariño.

—¿Cómo qué... no me recuerdas? —dice en un hilo de voz, coloca sus manos en su cabello pelirrojo mostrando la preocupación—. ¡Tanto que yo hice por ti... y tú no me recuerdas! Vaya, que injusta es la vida.

En mis labios se forma una sonrisa juguetona al verla así. Levanta la mirada cuando una risita se me escapa y bueno, aquí debo correr por su mirada asesina.

—¿Me estás jodiendo? ¡Sí recuerdas todo! ¡Sí me recuerdas! ¡Maldita! —se acerca a mí señalándome.

—¿Qué ha pasado dulce Candy? ¿Ya te ibas a tirar de un puente? —bromeo.

—Ni si lo hiciera pudiese morirme. Así que no.

—¿Me extrañabas? —le hago ojitos.

—¡Puff! Ya quisieras.

—Yo sé que sí. A ver, dame un abrazo querida confidente.

—No, ni por el infierno te lo daré —ruedo los ojos y yo suelto una risita por su actitud—. Ariadna... —duda de sus palabras.

—¿Sí?

—¿Qué te pasó ese día? Han pasado dos semanas y...

—¡¿Qué?! —se sobresalta por mi grito repentino que hace que me dé un poco de mareo— ¿Cómo qué dos semanas? Yo siento como ni nunca hubiese dormido. No me puedo ni mover sin que me duela el cuerpo... —oh, creo que debí suponerlo.

MI MUÑECA DEL TERROR [Nueva edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora