Dificultades.

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Mis dedos rosaron las tres líneas rectas talladas sobre la corteza del distinguido árbol. Su altura y tamaño habían llamado mi atención, sumando las marcas que me habían causado gran curiosidad.

Podías llegar a vendarme los ojos y con solo el tacto de la punta de mis dedos se me hacía posible reconocerlas.

¿Podían ser ellos?, y si es que lo eran ¿A quiénes seguían?

Pueden pasar meses o hasta años pero aquella marca seguía significando lo mismo. Para nosotros aquel rastro era indicio de acechar, alguien estaba siguiendo a un grupo de personas o quizás solo a una.

El problema era, que no importaba que tan lejos o sacrificado fuera lo que buscaban, nos descansarían hasta pillarlo.

Y quienes fueran estaban pisándoles los talones a su objetivo, y cuando los tuvieran en la palma de su mano.

Los matarían.

– ¿Reconoces eso? –la fatigada voz de Carl me sosegó.

Solo tenía que inventar una creíble excusa y así ahorrarme la larga explicación.

– Claro. Tu padre… está muy cerca, solo debemos apresurarnos –antes de que ellos lo hagan–. Fue idea de Daryl.

– Bien, porque ya estoy cansado de cargarla –detuve mi marcha y le di un vistazo.

Judith tiraba con ganas del largo cabello de su hermano, ganándose miradas reprochadoras del ojiazul. Logre reprimir unos de mis más molestos comentarios. Su cabello estaba muy largo.

Deje caer el bolso que se encontraba sobre mi hombro. Sostuve por un momento dudando de extenderle el pequeño juguete empolvado, ignore aquel pensamiento y lo sacudí. Sin mirarlos a la cara le confié el objeto a la pequeña.

Les di la espalda en el momento en que rio emocionada, y a los dos pasos me lamente. Carl soltó una pregunta que causo que mi tono de piel empalideciera.

– ¿Cuánto crees que dura un viaje de aquí a Washington? –respire profundamente y seguí mi camino.

– ¿A qué viene esa pregunta? –sus pasos se apresuraron al verme ya muy lejos de su alcance

– Solo quería hacerme una idea de cuánto tiempo tiene que pasar para que todo vuelva a la normalidad –le esquive la mirada más confundida que antes.

– Que te hace pensar que esto tiene un fin –impulse el bolso dejándolo nuevamente sobre mi hombro.

– Eugene. Es un científico, o algo así –rebusco mi mirada esperando algún tipo de reacción, pero no hallo nada –. Pero en fin, en su cabeza lleva la cura. Solo debemos llevarlo y dejar que haga su parte de salvar al mundo.

Lo tome bruscamente del brazo, regalándole mi peor mirada. Más oscura que el interior de una cueva, y más dura que una piedra. Y embargada con el odio más profundo que una persona podría llevar en su alma.

– Quiero que te grabes esta mierda en la cabeza y que no se te olvide. Hazle llegar este mensaje a tu padre porque no lo repetiré. Washington ¡No existe!, ¡Murió!, ¡Es basura acumulada! –gruñí al sentirme demasiado exaltada.

– Porque tan segura, ¿Lo has visto acaso? –tomo una postura defensiva para resguardar a su hermana.

Observe los arboles a mi alrededor, y procure tomar todo el aire posible.

Era ahora o nunca, debía callarme si quería alejarme de ellos. Pero no me fue posible, porque muy al interior de mi yo quería advertirles tanto de mi como lo que podían encontrarse si seguían por ese camino.

I'm just another monster too. ~Carl Grimes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora