Chapter 15.

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Diez minutos, dieciséis horas, dos días, y una tortuosa semana, exactamente transcurridos desde la última vez que vio, sintió, y escuchó a Jennie Kim.

Posteriormente a marcharse de la casa de la pelinegra, momentos después a que la lluvia sé calmase lo suficiente como para poder conducir cómodamente de regreso a la suya, y tras lo que parecieron ser las tres horas más largas e interminables de su aún corta vida, no había vuelto a cruzar palabra alguna con la surcoreana desde entonces. La madrugada de ese día fue un verdadero tormento para la rubia. Sé la pasó dando vueltas, y vueltas en la cama sin sentido, intentando desesperada, despejar su mente de cualquier pensamiento que pudiese estar relacionado o ligado a Jennie de alguna forma. Esa arrogante, pero sensual, y encantadora pelinegra, dueña de unos preciosos, y penetrantes ojos gatunos, los cuales, tenía una fuerte sospecha, ejercían un cierto tipo de poder extraño sobre las personas a su alrededor, hechizandolas a su antojo, y conveniencia, siendo ella una de las tantas victimas que sé encuentran luchando contra el inquebrantable "efecto de Jennie Kim", así gusta de llamarlo la australiana, para el cual, hasta el momento pareciese no existir ningún tipo de cura o exterminio. No fue hasta mucho después, que finalmente logró conciliar el sueño, incluso habiendo contado ovejitas en su mente por bastante rato, esperando que eso tal vez le sirviese de ayuda. La realidad la golpeó cruelmente dos horas, y media más tarde, con el sonido repetitivo e irritante de la alarma proveniente de su mesita de noche, perforandole ambos de sus oídos, lo qué en escasas palabras significaba que si no deseaba llegar tarde al Instituto, debía mover inmediatamente su trasero de entre esas sábanas. En poco más de treinta minutos, ya sé encontraba desayunando su cereal favorito con formas de dinosaurios.

Como sí no fuese ya lo bastante lamentable asistir al Instituto con apenas dos horas de sueño, lo primero que sus ojos chocolate habían enfocado al doblar la última esquina que le quedaba para llegar por fin a su destino, fueron dos pares de árboles enormes, y en sucesión que se hallaban en la parte lateral de la calle, sobre una acera algo sucia, y descuidada. Ni el eminente tamaño que poseían, ni lo atractivos a los ojos humanos que estos sé observaban, fueron lo que realmente la insentivaron a disminuir la velocidad de su vehículo, sino, la cabellera anaranjada que asomaba cuiriosamente de entre las numerosas ramas, la cual a la rubia sé le había hecho demasiado familiar. Había disipado por completo sus dudas al momento en el que visualizo a una joven acercarse con suma tranquilidad a la escena. Cabello azabache alzado en una perfecta coleta, metro sesenta, y pico de estatura, luciendo un crop top color salmón, acompañado de unos pantalones pitillo negros, y unas botas a juego, caminando como toda una supermodelo en pasarela. Fue recibida con un apasionado beso en los labios, el cuál a la chica pareció encantarle, y Lisa pudo revelar que aquella conocida melena le pertenecía a nadie más que a su guapísimo novio. Sehun le estaba poniendo los cuernos con una modelito de por ahí, y este hecho a la tailandesa no pudo importarle más una mierda.

- Liz. ¿Lisa?. Lalisaaa.¡Eh!.¡¡Limario, joder!!. - Chilló la australiana ya irritada, intentando por quinta vez en la tarde, captar la atención de la chica en el asiento frente a ella, quien previamente sé encontraba jugando de forma distraída, y desinteresada con el sorbete que sobresalía de la parte superior de su vaso con batido.

- ¡Park, maldita desquiciada!. - Sé quejó la rubia entre dientes, una mueca de molestia exagerada acompañada de una ligera risilla pero proveniente de su castaña, amiga. - ¿Pretendes dejarme sin audición o qué?. - Llevó una mano hasta su oreja derecha, según su criterio, la más afectada, y palpó, con los dedos, superficialmente la zona.

- Eres una exagerada Lisa. - No he hablado tan fuerte.. ¿O sí?. Alarmada, observó con disimulo hacía sus costados, buscando alguna mirada recriminatoria entre los demás comensales del lugar; una vez comprobado que cada persona seguía pendiente de sus cosas sin prestarles atención ninguna, sé tranquilizó; enfocándose nuevamente en su acompañante.

 It had to be you ; [JENLISA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora