Imaginaciones nuestras

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¡Alessa!- me llama Myriam desde una esquina de la cafetería. -Ven, siéntate a mi lado.

Hasta que no escucho su voz, no recuerdo la conversación de ayer. Parecía una obra de Morfeo más que algo real. De todos modos, me coloco a su lado, mientras todos miran con cara rara a Myriam ante su repentino ataque de sociabilidad.

Creo que ayer se quedó a gusto hablando conmigo y ahora querrá seguir con la charla donde la dejamos. Pero me equivoco, porque en seguida empezamos a parlotear con los chicos que tenemos sentados enfrente. Alex me tira una pelota que ha hecho con su servilleta para que le mire y le leo los labios, que me piden que acompañe a su dueño afuera.

Una vez alejados del ruido y el gentío de la cafetería, Alex me pregunta:

-¿Te vas a decidir a contarme qué te pasa últimamente conmigo? Me ignoras en clase, en las comidas ni me hablas, te escondes de mí... ¿Acaso he hecho algo mal?

-¡No!- me apresuro a responder, alzando sin querer la voz.- No has hecho nada. Simplemente quiero estar con otras personas. Desde que llegué, tú has sido mi punto de conexión con todo el instituto. Tus amigos, tus colegas... todo tuyo. Necesito sentir que me quieren pir como soy yo; no por como me veas tú. De todos modos, no espero que lo entiendas. Quédate con que no estoy cabreada contigo.

-¿De verdad? Es que últimamente te noto extraña conmigo. Como si cada palabra que digo te molestase, y cada pregunta que te hago te resultase incómoda.

En cierto modo, tiene razón. Ahora hablar con él se me hace más obligación que placer. Quizás sea porque no escucho lo que quiero oír.  Pero no es algo que pienso decirle.

-Te aseguro que eso son imaginaciones tuyas.- respondo, sin embargo.- Vamos a volver a la mesa, que se estarán preguntando de qué hablamos.

Miramos a los lados para asegurarnos de que nadie nos ha visto y regresamos a la cafetería. Myriam me mira, deseosa de saber qué ha pasado. Con un pequeño gesto, pospongo su interrogatorio hasta la clase de Trigonometría de mañana.

Durante la comida, intento hacer un poco más de caso a Alex, para tratar de disipar sus dudas, y parece que funciona, porque se despide de mí con una sonrisa que brilla cual amanecer de verano.

Intento llegar a casa lo más rápido posible, y así estar en mi cuarto cuando mi madre llegue a casa; pero es tarde, porque su voz aguda me saluda al traspasar la puerta.

-¿Alessa? ¿Eres tú, princesita?- no, soy el coco. No te jode.

-Sí, mamá. ¿Quieres algo o me puedo ir a mi cuarto? Si quieres algo, concreta.

-Hija mía, qué borde te has vuelto. Es sólo que últimamente no hablamos. Siento que no estamos juntas desde hace bastante y es como si no quisieras que charlásemos... y me parecía que ya era hora de que me contaras qué tal te van las clases y quién era ese chico que te vino a ver a casa hace un par de días.

Claro,¡cómo no! Toda esta mierda de charla materno-filial viene por Alex. Me siento gilipollas. ¿Quería información? Se va a cagar...

-Pues era un yonqui de mi curso que se pasaba para preguntarme si le podía pasar un poco de marihuana o de atchís, porque le comentaron unos amigos suyos de Madridque yo pasaba droga de primera calidad. ¿Feliz?- y pongo mi sonrisa más dulce y psicópata para rematar la faena.

-¡Deja de decir esas cosas! Pareces una chabacanera cualquiera, en vez de la señorita que deberías ser ¡No me he deslomado trabajando para que te comportes de esa manera!- me chilla, mientras baja la mano, que había levantado inconscientemente para cruzarme la cara.

-Para con el paripé de los cojones que yo seré chabacanera, pero tú eres una niña pequeña. Y no voy a perder el tiempo con explicaciones para satisfacer tu mórbida curiosidad.

Y me marcho, asegurándome de que mis pisadas resuenen en el parqué. Aprieto un poco más y dejo mis huellas impresas.

No paro de hacer ruido hasta que llego a mi cuarto. Me tumbo en el colchón, arrugando la colcha azul de la cama  y colocando mis pies donde debería estar la almohada.

Estiro el brazo para coger mis cascos negros de Sony y los conecto al portátil que siemore tengo cerca del cabecero. El maldito cacharro tarda mucho en encenderse, o tal vez sea que no me queda paciencia.

Pongo Hope there's someone en YouTube, porque así es exactamente como me siento, en constante estado de espera, sin saber ni siquiera lo que estoy aguardando.

Tal vez simplemente quiero que Alex vea que estoy triste, no es pedir mucho. O puede que sea que estoy cansada de fingir que no me pasa nada,  cuando en realidad se me ha olvidado cómo era no llevar una "máscara".

O quizás todo esto sean imaginaciones mías y esté sacando las cosas de quicio.

Nadie dijo que fuera fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora