Estrellas Perdidas

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"Aquella flauta sonaba; Sonaba en el horizonte, en las noches y de vez en cuándo mientras había neblina. Mi padre decía que la música es la puerta al alma; Que la música era mucho más que mil palabras gritadas a los miles de cielos que se posicionaban arriba de nosotros.

Expresaba sentimientos ocultos y nos dejaba ver lo que las personas no querían que viéramos: La alegría, los sentimientos y los momentos más felices de aquella persona. Pero, también veríamos el dolor, la pereza de aquella alma perdida en el horizonte y los sentimiento más obscuros de ese individuo.

Se dice que una estrella había caído del cielo hace mucho tiempo, que sus rastros desaparecieron en el fondo del mar y aquella agua brilló como la bella galaxia; las constelaciones y las estrellas más grandes del universo. Después de aquel brillo que el mar destilaba con gran fervor, las olas se acercaban sigilosamente a la orilla de la tierra; Provocando que escucharas en el horizonte, con un compás perfecto, el cálido sonido de una flauta. Los acordes tan precisos y delicados de una lira. Y una voz dulce, seductora, tranquila y que tal vez pertenecía a una mujer; que contaba con notas tan perfectas como la voz de un ángel.

Aquellos acordes te seducían, te atraían y te hacían aventurarte hacia las profundidades más oscuras del mar; de donde, ya no podrías ver la luz del sol y en las noches, a las estrellas brillar.
Después de eso, el mar volvía a su forma original; sigiloso y calmante, se llevaba apasionado a las almas menos afortunadas que no podían expresar sus sentimientos. Aquellos hombres eran olvidados por la tierra fértil que les había rodeado por que ahora... Les pertenecían al mar."

Era el cuento con el que yo añoraba poder dormir tranquilo; bueno, eso decía mi padre. A la corta edad de ocho años perdí a mi padre: Un gran capitán de la planta recolectora de pescados. Fue una noche aquel 1988 cuando la marea subió de más, las anclas cayeron al fondo del mar y una jornada entera de trabajadores no volvieron a pisar la tierra fértil.

Mi madre, se volvió loca por un tiempo y pasaba horas tratando de buscar a mi padre en aquella playa en la que se habían casado. Aquella playa en la que lo vio partir esa noche de neblina espesa, aquella ultima noche.
Ella juraba que lo escuchaba en el horizonte, gritando su nombre a lo lejos. Eran incontables las noches en que mi madre despertaba gritando o llorando de su sueños. Pero el tiempo pasó y mi madre fue cobrando la cordura perdida en el caminar de los años.

Ahora, una mujer recta, llena de cordura y simplicidad es con la que estoy todo el tiempo; cada semana, cada día festivo o cada día en el que la fría soledad nos asecha.

Ahora con veintiún años de edad me encuentro tratando de tomar las riendas de mi vida. Extraño a mi padre, a mis amigos de la infancia y aquel cuento que me contaba cada noche antes de irme a dormir. Al paso de los años he desarrollado un gusto por la música. Puedo tocar con claridad la guitarra acústica, el violín y la flauta. Siendo la más fácil, me he acostumbrado a cargar conmigo una flauta de madera de roble tallada a mano; un regalo de mi padre antes de partir.

Recuerdo unas notas "mágicas" que el me había enseñado de niño. Que cuando las juntabas se escuchaban muy exquisitas. Aquellas notas eran para el regalo de madera que me había obsequiado. Después de su muerte, fue lo que más se me quedó grabado. Aquellas notas exquisitas.

Me gusta enseñar música a los niños pequeños, es mi hobby y mi pasión. Los niños son el alma del pueblo; la poca que queda. Su risa y sus ganas de aprender cada vez más cosas es lo que le falta a este mundo. Y tal vez a mi también.

Mi nombre es Akin Brusk. "Rey de los cielos y proclamador de los mares latinos" solía decir mi padre cuando llegaba a la casa; Corría hacia él y me levantaba con tal fuerza que llegaba a tocar el techo. Las palabras de mi padre eran una de las mas sabias del pueblo.

En Las Profundidades: SirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora