Epílogo: Compañeros de vida

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Lydia Dixon entró en casa de sus padres que estaba a las afueras de Savannah, con un par de bolsas de la compra en la mano mientras escuchaba la voz suave de su padre en el comedor.

—"A medida que avanzaba por los largos pasillos, alborotados de niños y adolescentes, Daryl se sintió optimista por la nueva etapa que estaba a punto de empezar como profesor..."

Dejó las bolsas en la encimera de la cocina, avanzó por la casa hasta el comedor y se apoyó contra el marco de la puerta del comedor; observando como su padre, quien estaba sentado en su sillón reclinable leía a su nieto de 10 años, Stephen. El niño de ojos marrones escuchaba a su abuelo en silencio apoyando su cabeza contra él.

—Papá, ¿otra vez le estás leyendo la novela al niño?

Ambos hombres levantaron la mirada hacia la mujer de 49 años que ya empezaba tener canas.

—Por supuesto... Stephen debe saber cómo era su abuela y como nos conocimos.

Con una sonrisa triste en sus labios se acercó a su padre y le besó en la mejilla, mientras su hijo le miraba con una sonrisa. Ella sabía que Stephen adoraba escuchar a su abuelo.

—No te preocupes, que cuando sea grande le haré leer todos los libros de mamá para que sepa quién fue.

—Ya sé quien fue, una gran escritora. —Intervino el niño con una media sonrisa, pues él

—¡Ese es mi chico! —Dijo Daryl levantando la mano, para que su nieto le chocara los cinco. Lydia los miró y sonrió.

—Vamos cielo, tenemos que ir a casa, que papá nos espera. —Habló para Stephen. Y el niño se deshizo de los brazos de su abuelo, le dio un beso en la mejilla y se fue con su madre.

—Mañana vendré a verte, no te quedes durmiendo en el sillón leyendo. —Anunció Lydia a su padre.

—Sí, sí. —gruñó malhumorado Daryl ante las palabras de su hija. Pero Lydia se rió ante el mal humor de su padre.

—Te he dejado en la cocina algo de comida para que cenes. Te quiero, papá.

—Y yo a ti. —Dijo dándole un abrazo.

Desde la muerte de Carol 5 meses atrás, con 94 años, Daryl se pasaba las noches en vela leyendo cada uno de sus libros. Él aún no había superado su partida y sabía que nunca lo lograría.

Habían pasado 58 años juntos, durmiendo juntos casi todas las noches, conviviendo juntos, etc... Y ahora la casa sin ella estaba demasiado vacía. A pesar de que contaba con las visitas de sus familiares y amigos como su hija Lydia y su marido Henry, su nieto Stephen; su sobrina Khloe y su pareja Leah, nadie podía ocupar el hueco que ella había dejado en su vida, la extrañaba tanto. Leer sus libros le hacía estar más cerca de ella.

En especial, ese libro. El libro de ambos. Compañeros de trabajo que narraba su historia de cómo se conocieron y todo lo que vivieron. A pesar de que a sus 89 años le costaba leer, él no dejaba de hacerlo una y otra vez reviviendo todos los momentos que Carol había plasmado en la novela. No quería olvidar jamás todos esos momentos.

Ante la soledad de su hogar, Daryl cenó brevemente y volvió a sumergirse en el libro, evocando esa época en que la conoció y reviviendo todos esos momentos. Poco a poco, Daryl se quedó dormido. Y así fue como su respiración se apagó para siempre.

*****

Había pasado una semana desde que Lydia volvió a entrar en la casa de sus padres y supo que algo no iba bien. Él aún estaba en su sillón con el libro en sus manos, pero ya se había ido. Lydia sabía que era ley de vida, ese momento debía llegar tarde o temprano, pero no por eso era menos doloroso.

Todo era tremendamente abrumador para Lydia. Sobre todo, cuando su hijo preguntaba, por su abuelo y ella no podia más que decirle que estaba en el cielo junto a la abuela. Había sido un tremendo golpe la muerte de su madre y ahora el de su padre, era demasiado para ella. A pesar de que Lydia era adoptada, siempre se había sentido parte de esa familia. Llegó a esa casa con 4 añitos, ya que Carol quería adoptar y dar una oportunidad a una niña o niño que estuviera en algún centro de acogida. Daryl estuvo de acuerdo desde el primer momento.

Y desde que Lydia llegó a esa casa, amaron a esa niña tanto o más como si fuera de su sangre.

Lydia agarró el libro de su madre observándolo detenidamente y abriendo el libro por las primeras páginas donde Carol había dedicado unas hermosas y amorosas palabras a Daryl. Lo había escrito antes de que le adoptaran, a ella le encantaba leerlo y descubrir cuál fue su historia de amor. Este no había sido uno de sus libros más populares, pero a Carol le dio igual, solo quiso plasmar su historia en una novela. Escribió otras novelas basadas en la vida real, como en la vida de Roxanne, la madre de Daryl, la cual murió cuando Lydia tenía 30 años. También le dedicó un par de libros a su hija.

Ahora ninguno de los dos estaba, pero ese libro era un recuerdo de su historia de amor que perduraría para siempre.

En ese instante, el timbre la puerta resonó con fuerza. Ella se levantó de las escaleras para abrir la puerta para recibir a Khloe, su prima, quien con 71 años, parecía mucho más joven. Tenía los ojos rojos de haber estado llorando. Lydia sabía que Khloe consideraba a Daryl como un padre y su muerte le habría afectado mucho. Siempre le había dicho que Daryl fue quien cuidó de ella cuando su padre, Merle, se fue.

—Gracias por venir. —Agradeció Lydia. Khloe junto a su mujer Leah vivían en Kansas.

—Necesitaba darte un abrazo. —Masculló Khloe abrazándole. Cuando se separaron, Lydia la invitó a pasar y se sentaron alrededor de la mesa.

—No me puedo creer que en pocos meses se hayan ido los dos.

—Se murió leyendo el libro de mamá. Desde que murió se ha pasado el día leyéndolos.

—Como no. —Sonrió entre lágrimas Khloe. —Se adoraban mutuamente, se tenían devoción el uno al otro. Era indescriptible lo que había.

—Sí. La forma en la que se miraban el uno al otro.

Khloe había vivido de primera mano toda esa historia de amor, había vivido como su tío la conoció y como su vida cambió desde entonces. No siempre fueron buenos momentos, aun recordaba como Daryl junto a Carol aparecieron en casa para contarle a Roxanne y a ella su problema con el juego que ellas desconocían. Tuvo alguna recaída durante estos años, pero logró superarlo.

Aún no podía creer que se hubieran ido, pero había algo que siempre recordaría de ambos: su fortaleza, el valor, y sobre todo el amor que transmitían.

Khloe abrazó a su prima y por un momento lloraron juntas. Recordando a Daryl, pero también a Carol, y sobre todo, su amor, sus vidas, sus alegrías y tristezas. Khloe levantó la vista a esa casa que se compraron cuando llevaban casi dos años de relación, y pudo ver la estantería llena de libros que Carol aguardaba, entre ellos, los de Nancy Payne. Encima de la chimenea, un mosaico de fotos de Carol, Daryl y Lydia a lo largo de los años. Las fotos de la boda, de los viajes, Lydia de pequeña, etc...

Toda una vida llena plasmada en ese lienzo. Como escribió Carol en las últimas líneas de su libro:

Carol y Daryl empezaron siendo simples compañeros de trabajo, pero se convirtieron en algo más; más que mejores amigos o amantes apasionados que se amaron sin excusas; se aceptaron con sus virtudes y sus defectos, que crecieron juntos mientras caminaron por la vida, agarrados de la mano.

Se convirtieron en Compañeros de vida.

FIN.


¡Hola Carylers!

Aquí está el último capítulo, espero que os haya gustado.

Mil gracias a todas las personas que hayan leído y comentado. Ha sido un verdadero placer escribir sobre Caryl y teneros a vosotras como lectoras.

San

Compañeros de trabajo (Caryl fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora