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Capítulo V
Lunes por la mañana.
Steve se acomodó la corbata frente al espejo y suspiró, nervioso. Se alisó las solapas de la chaqueta y se miró una vez más. Se veía completamente perfecto, pero aún así, estaba nervioso. Sería la primera vez que se enfrentaría a su trabajo como jefe y la verdad, es que no tenía idea que hacer. Natasha entró al cuarto con su adorada taza de café entre las manos y lo miró, sonriendo cariñosamente. Parecía un niño en su primer día de clases y se le antojaba completamente adorable. El hombre se giró hacia ella y la miró, sonriendo con nerviosismo.
⸺¿Me veo bien? ⸺ preguntó con voz trémula y ella sonrió más amplio, acercándose a él. Dejó la taza de café sobre la mesilla de noche y le acomodó la corbata, pese a que no lo necesitaba.
⸺ Te ves perfecto⸺ respondió, posando ambas manos en su pecho.
⸺ Irás conmigo, ¿verdad? No tengo idea de lo que debo hacer...⸺ murmuró y ella asintió, sonriendo.
⸺ Si sabes, Steve. Has trabajado ahí por años, conoces el funcionamiento de la empresa mejor que el idiota de tu jefe... eres un hombre listo, Steven. Más de lo que crees⸺ le animó Natasha y él posó sus manos sobre las de ella, apretándolas suavemente.
⸺ Gracias...⸺ respondió, inclinándose hacia ella para besar su frente. Por un momento, la vio como su pareja, animándolo en su primer día de trabajo. Era una sensación maravillosa, que le dejaba un regusto amargo en el fondo de la garganta.
Natasha no era su pareja, nunca lo sería. Suspiró y se apartó de ella, obligándose a sonreírle.
⸺ ¿Estás listo? ⸺ él asintió y Natasha tomó su mano, llevándolo hacia la salida, para luego abordar el nuevo (y carísimo) auto de Steve.
La última vez que había estado ahí, se había retirado humillado y derrotado con sus cosas en una caja de cartón y sus sueños destrozados. Ahora, estaba frente al enorme edificio vestido con un traje de diseñador, un maletín de cuero en la mano y acompañado de una visión pelirroja enfundada en un ajustado traje de oficina que no hacía más que resaltar sus curvas. Natasha se acomodó las gafas de marco negro que llevaba y le guiñó un ojo antes de entrar al edificio taconeando con firmeza. Habían decidido que ella sería su "consultora" por esos días y así justificarían su presencia en su oficina.
La recepcionista, que siempre había sido un grano en el culo con él, hoy lo saludó con su enorme sonrisa caballuna, provocando que él sonriera, satisfecho. Notaba las miradas sobre él al pasar, como la gente se abría a su paso y lo miraba como si él fuera su bono de Navidad. Él conocía esa mirada. La había tenido por años... era una mezcla de admiración, deseo y envidia que lo había acompañado buena parte de su vida adulta. Y ahora, gracias a la mujer que caminaba a su lado, era él el objeto de aquellos ojos anhelantes y complacientes. Alzó la barbilla, caminando con la cabeza muy en alto, satisfecho de sí mismo. No podía evitar pensar que él merecía todo eso. Se lo había ganado a pulso todos los años que pasó encadenado a un cubículo minúsculo, haciendo un buen trabajo para que luego otro recibiera las felicitaciones.